lunes, 9 de noviembre de 2015

584: la eterna historia

– ¿Y después?
– ¡Otra vez con los ¿después?!
–Viví seis meses con ella. Desde entonces, Dios es testigo, no temo nada. ¡Nada, te digo! Nada más que una cosa: que el diablo, borre de mi memoria el recuerdo de aquellos seis meses. ¿Comprendes? «Comprendo», debías contestarme.
– ¿Tanto la querías?
–Eres joven, eres joven y por eso no comprendes. Algún día volveremos a conversar acerca de esta eterna historia.
– ¿Qué eterna historia?
– ¡La mujer, caramba! ¿Cuántas veces he de decírtelo? La mujer es una eterna historia. Por ahora, tú eres como los jóvenes gallos que cubren a las gallinas en un periquete y luego hinchan el buche, se suben a un montón de mierda y rompen a cantar fanfarroneando. No miran a la gallina, sino a la cresta. Entonces ¿qué demonios pueden entender en materia de amor?
– ¿Y después? ¿Qué fue de ella?
–Una noche, al volver a casa, no la encontré. Se había marchado. ¡Todo había acabado! Se me destrozó el corazón. Pero pronto volvió a juntar los pedazos ¡el mísero! ¿Viste esas velas remendadas con trozos rojos, amarillos, negros, cosidos con hilo grueso, y que ya no se rompen ni en los más fuertes temporales? Así es mi corazón. Treinta y seis mil agujeros, treinta y seis mil remiendos, ¡ya a nada teme!
– ¿Le guardaste rencor?
– ¿Por qué había de guardárselo? Digas lo que se te antojare, la mujer, en mi opinión, es cosa distinta, no es cosa humana. ¿Por qué guardarle rencor? Es algo que no entra en nuestra comprensión, la mujer, y todas las leyes y de la religión se equivocan a su respecto. ¡No debían tratar así a la mujer, no! Son muy duras, esas leyes, y muy injustas. Yo, si alguna vez hubiera de dictar las leyes, no las haría iguales para los hombres y para las mujeres. Diez, cien, mil obligaciones para el hombre. Para eso es hombre, para aguantarlas. Pero ni una para la mujer. Porque ¿cuántas veces será necesario que te lo diga?, la mujer es una criatura sin fuerza. ¡A la salud de ella! ¡A la salud de la mujer! ¡Y porque Dios nos asiente los sesos a los hombres! ¡Que nos asiente los sesos, o de lo contrario que nos someta a un corte quirúrgico! Si no, créeme lo que te digo, estamos fritos.

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