Estaba María Félix en una fiesta; en eso llega una "actriz" de medio pelo y se presenta:
"Señora, señora, yo soy actriz y he hecho grandes telenovelas".
"Me parece perfecto", le contesta la Doña con indiferencia.
"Además, yo he viajado mucho. En Indonesia me coronaron la emperatriz de la belleza".
"Me parece perfecto".
"Pero, dígame, ¿y usted que ha hecho?", insiste la señora "actriz".
"¡Pues mira, yo también soy importante, SOY LA DOÑA y me he esforzado por educarme; me he cultivado. Antes yo decía 'tenedor' hoy digo 'cubierto'; antes decía 'pasto' hoy digo 'césped'. Es más, antes yo decía: ¡Me vale madre!
Hoy digo:
"Me parece perfecto".
Muera el roto Quezada
Existen muchas versiones respecto de cual fue el hecho que condenó al roto Quezada a quedar para siempre en la memoria colectiva de Chile. El mismo Pepo se encarga de aclarar los acontecimientos que motivaron la aparición de este personaje de la historieta.
Todo ocurrió un día de 1949 cuando Pepo, su esposa y su cuñada fueron gentilmente invitados a cenar por un teniente del Ejército al casino del Club Militar. En algún momento ambas señoras fueron al baño y cuando volvieron habían desaparecido sus carteras.
"Llamé al maitre -cuenta Pepo- y le reclamé. Dijo que había que hablar con el mayor Washington Quezada, gerente del Club. Solicitamos la correspondiente audiencia y cuando estuvimos frente a él se comportó groseramente con mi mujer y cuñada. 'Lamentablemente', dijo, 'a este Club están llegando mujerzuelas que, además, se hacen las robadas' (...) Un 'por favor no me comprometas' de mi amigo militar, me retuvo en el asiento.
De lo contrario le vuelo los dientes. Así que para abreviar dije: con rotos como este no se puede seguir hablando.
Justo en esos momentos nacía Condorito y ahí lo metí entonces como un motivo de chistes.
El perrito con la patita levantada y el letrero que dice 'Muera el roto Quezada'. Y al perro le puse Washington".
En el número 7 de la revista del año 1961 Pepo entrevista al perro Washington para explicarle a los lectores quien es el roto Quezada: "Lo llamamos roto en el sentido despectivo y ordinario de la palabra. Por supuesto, nada tiene que ver con el roto altivo de Yungay, con el roto trabajador y sufrido que labora en la pampa, en la mina, en el mar y en nuestros campos. Sencillamente, es un roto de miéchica".
La venganza se extendió a otras expresiones que aparecieron por años en la publicación: "Quezada Felón", "Hoy fusilan al Roto Quezada", "Cloteó el roto Quezada", etc. Según Pepo durante los años setenta un familiar de Washington Quezada se acercó a él para decirle que el mayor había muerto, que ya era absurdo seguir con las referencias a él en la revista. Pepo accedió, sin embargo, al poco tiempo supo que Quezada estaba vivo y trabajaba en el Hospital Militar. Entonces continuó con el desagravio que desapareció definitivamente en la segunda mitad de los ochentas con la internacionalización de la revista, y la petición formal de la hijas del militar de terminar con la venganza.
"Pedro Páramo"
Es una obra maestra de la literatura universal, un libro que, aunque breve, contiene un universo entero de emociones, misterio y profundidad.
Juan Rulfo nos lleva a Comala, un pueblo fantasma donde el pasado y el presente se entrelazan, y donde los vivos y los muertos coexisten en un limbo de silencios y susurros.
La historia comienza con Juan Preciado, quien llega a Comala en busca de su padre, Pedro Páramo, cumpliendo una promesa hecha a su madre en su lecho de muerte. Lo que encuentra es un lugar desolado, habitado por voces que cuentan historias de amor, traición, violencia y desesperación.
A medida que Juan avanza, descubrimos la figura de Pedro Páramo, un hombre poderoso y tiránico cuyo destino está ligado al de todo el pueblo.
Al terminar de leer, uno no puede evitar sentir que ha caminado por esas calles polvorientas, que ha escuchado los susurros de los muertos y que ha sentido el peso de la culpa y el desamor que atraviesan a cada personaje.
"Pedro Páramo" no se limita a contarte una historia; te obliga a sentirla, a vivirla y a llevarla contigo mucho después de haber cerrado el libro.
Es una obra que nos recuerda que, en el fondo, todos somos un poco como Comala: llenos de recuerdos que nos persiguen, de amores que no supimos cuidar y de silencios que hablan más fuerte que las palabras.
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