viernes, 13 de julio de 2012

220: Las cosas no siempre son lo que parecen. Las cosas que parecen malas a veces son buenas. Pensad en la lluvia. —Maldecimos la lluvia cuando nos cae encima, pero sin ella nos moriríamos de hambre. Hace falta lluvia en el mundo... igual que hacen falta maridos. No, no pongáis esa cara; es verdad. En cuestión de arte, medicina, música, deleite, comercio... En todo lo que hace que los copuchentos estén por encima de las bestias, la grandeza de las esposas de las ciudades reposa sobre los hombros de los esclavos. Pensadlo bien, si todos los prójimos tienen que escarbar en el barro para buscar comida, ¿habrá alguno capaz de alzar los ojos para contemplar las estrellas? Si todos tenemos que rompernos el lomo para construir una familia, ¿quién edificará los spa, para mayor gloria de las prójimas? Para que unas sean grandes otros deben ser maridos

En algunas películas vemos lo siguiente: ella llega huyendo de mal de amores a un pueblito perdido en el mapa, allí conoce a un tipo (generalmente divorciado o viudo), el tipo que se mantuvo virgen por largos años, comienza a perseguir a la gruñona (actúa así para mostrar que está desconsolada por sus sinsabores espermáticos), pero el viudo es todo un tipo y ella comienza a sentir olvidados hormigueos (y parece que él también) y de repente de improviso él la besa y es correspondido.

Cuando todo parece correr sobre rieles, aparece en escena el malo de la película, con anillo de diamante, una cara de arrepentimiento y una cartera llena de bellos recuerdos que hace que ella se enternezca. Más ella, recuerda ese beso y manda a la mierda a su ex y sale a la calzada en busca del divorciado.

Mientras estas cosas suceden en el hotelucho, en un bar cercano el viudo se pone a beber (que no es su costumbre) y saca a bailar a una vecina (que tampoco es su costumbre) y la vecina coquetea con su vecino divorciado y en ese momento la forastera los ve a través de la amplia vidriera y se le caen los calzoncillos de la desilusión, en ese preciso momento el viudo la distingue y sale en su persecución, más la forastera que conoce mejor los vericuetos del pueblucho llega sana y salva pero adolorida a su hotelucho y en la seguridad de su habitación nos califica a todos los copuchentos de ser cortados con la misma tijera y pide y consigue un medio para huir de nosotros.

El divorciado se hunde en la desesperación, más surge una voz (una hijita, un amigo o un padre) que lo convencen que salga corriendo en busca de la forastera que llegó al pueblucho con mal de amores; él la alcanza cuando ella está a punto de poner el pie, la agarra por un brazo y la besa y ella se olvida de lo que pensó de nosotros.

Usted podría preguntarse, ¿realmente sucederán estas cosas en la vida real?

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