viernes, 10 de octubre de 2025

0763: La historia censurada de las ollas de barro

 1️⃣Durante siglos, las ollas de barro fueron el corazón de la cocina

Con ellas se cocinaba lento, parejo y sin tóxicos.

Guisos, frijoles, moles, atoles, caldos… todo sabía diferente. Más profundo. Más vivo.

2️⃣La arcilla no era solo un recipiente: era parte de la medicina.

Porque cuando el barro es curado correctamente, libera minerales como hierro, calcio y magnesio al alimento.

3️⃣Pero con la llegada del siglo XX, la industria comenzó a promover aluminio, acero esmaltado y más tarde, teflón.

Se vendieron como “modernos”, “prácticos” y “seguros”.

El barro fue desplazado como si fuera cosa de pueblos ignorantes.

4️⃣Lo que no dijeron es que el teflón libera gases tóxicos a altas temperaturas.

Y que el aluminio, cuando se desgasta, puede filtrarse al alimento.

Hay estudios (Exley, 2013; Krewski et al., 2007) que lo vinculan con problemas neurológicos y degenerativos.

5️⃣Mientras tanto, las ollas de barro —hechas a mano y con tierra— nunca necesitaron químicos para ser efectivas.

Solo requerían respeto: curarlas bien, usarlas con fuego bajo, cuidarlas como herencia.

6️⃣La industria nos convenció de que lo “rústico” era sucio y lo brillante era mejor.

Pero no todo lo nuevo es progreso.

Mucho se perdió cuando dejamos de usar utensilios vivos para usar superficies recubiertas con plásticos y metales artificiales.

7️⃣Hoy, muchas familias y chefs están regresando a la cazuela de barro.

Por sabor, por salud, y por conexión con la tierra.

8️⃣ Conclusión:

El barro cocina con alma.

Y lo que alimenta el alma, también cura el cuerpo.

Volver a las raíces no es retroceder: es recordar lo que el marketing nos hizo olvidar....


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