viernes, 11 de mayo de 2012

204: No nos dimos tiempo para mucho él-es-así y ella-es-asá. Y en cambio nos pusimos mutuamente en acción, si a eso puede llamársele acción, en menos de lo que canta un gallo.

¿Podrías decirme cuantas cartas de amor recibiste en estos últimos meses? ¿Podrías decir cuantas cartas de amor enviaste? No se molesten en contestar, yo se la respuesta: never, never y forever. Los SMS no son cartas de amor, decir: ¡Estoy ardiendo, qué me muero! O que te digan: ¡Estoy durísimo y a punto de reventar! No son cartas de amor y sólo son mensajes subliminales que no encierran el quid del negocio del amor. Aquí les enseñaré el arte de la conquista y seducción que será su borrador como elemento indispensable en cartas de orientación erotodidáctica, llena de preceptivas epistolográficas.

Es conveniente que ustedes adecuen cada carta, no sólo a la situación particular de que se trate, sino también al tipo de copuchento involucrado, esto es, al tipo de amante. Sin embargo, en este caso es tan amplia la variedad tipológica de enamorados que es imposible incorporar un modelo para cada caso, de modo que he optado por proponer en primer lugar un ejemplo común que, con muy pocas variaciones, puedan adaptarse fácilmente a muchos y diversos lances amorosos. De este modo abrimos el muestrario con el prototipo de carta de amor que debe iniciar el asedio amoroso. En la composición del modelo se deberá poner en escaparate las tradicionales posiciones amatorias: el servicio, la vía privilegiada de penetración, la exaltación hiperbólica de la belleza y de la técnica de la pretendiente y su vehemente devoción:

[Cuando anteayer os vi con los ojos del cuerpo entre el conocido séquito de los vejancones, una chispa de amor prendió en mi corazón y de repente me hizo ser otra. Ni soy la que era ni podré volver a serlo. Y no es extraño porque me parece a mí, y sin duda a todos las demás, que resplandecíais entre todos igual que la estrella matutina que aparece como presagio del día para anunciar la aurora. Y mientras examinaba minuciosamente de cuánta gloria os había dotado la naturaleza, me abandonaba el espíritu, presa de admiración. Pues en verdad, vuestros bigotes colgaban maravillosamente como oro retorcido junto a vuestras sonrosadísimas orejas. La frente era alta y las cejas como dos brillantes horizontes, los ojos resplandecían como clarísimas estrellas, cuyo resplandor irradiaba a todos los demás viejos. Se manifestaba la nariz recta, los labios hinchados y bermejos con dientes claros, el cuello perfecto y una garganta blanquísima que no creo que nunca pudiese superar Brad Pitt. Los hombros se mantenían como capiteles dorados en los que los brazos estaban insertos con naturalidad como ramas de azafrán. Las manos largas, los dedos delgados, los nudillos bien proporcionados y las uñas, resplandecientes como el cristal, aumentaban la belleza de toda la figura. [...] en vos confluye todo sin ningún defecto, lo que muchas veces me arrastra a pensar que vos estáis en posesión de alguna naturaleza divina. Sin embargo, humildemente suplico a vuestra grandeza que me considere digna de llamarme vuestra esclava porque estoy preparada para someter por completo a vuestra voluntad mi propia persona y todo lo mío]

La carta merecerá una respuesta varonil, un breve papelito de rechazo. Tras dos nuevas cartitas tuyas de gradual e intensiva persuasiva, el cojonudo no sólo acaban accediendo al requerimiento amoroso sino que concierta presurosa la primera cita con la enamorada:

[Te aconsejo que en día festivo, cuando mi padre y mi madre visitan el templo del Señor, arrojes dentro de mi huerto un calzón e inmediatamente después corras a pedir tu prenda a mis sirvientes. Yo fingiré que te lo niego y los criados te dirán: «Aléjate, pues no es tuyo lo que buscas». Ante este desprecio, por supuesto te haré llamar...]

El segundo grupo de modelo epistolar, está creado para evidenciar el mayor grado de dificultad que supone para la prójima cartearse cuando ya ha obtenido lo que deseaba. El sosiego de la causa ganada te permitirá ahora elaborar cartas de mantenimiento amoroso, composiciones más pausadas de indudable tono poético, donde predominan motivos como el loco amor, la recreación de sueños de clara connotación erótica y el uso de las promesas en torno a la fidelidad; todo ello sin olvidar por supuesto la loa varonil o los tipos de habilidad y de servicios amorosos.

Finalmente, pongo ante tus ojos, una misiva misteriosa que el vejancón develara que ya te cansaste de él y que lo mandas a freír espárragos:

[Mientras el silencio se apoderaba de todo y el día recorría el curso del dulcísimo tiempo primaveral, entré para mear en un jardín en el que discurrían dos arroyuelos. Pues allí los árboles estaban llenos de flores y entre ellas se oía por todas partes el dulcísimo canto de los tucanes. Fatigada, descansé un poco bajo un frondoso pino y empecé a dormir profundamente. Pero mientras descansaba así, se me apareció un copuchento hermosísimo cuya belleza nadie podría describir. Me tomó por la mano y se sentó sobre mí. Se servía al principio de dulcísima elocuencia y de coloridos prefacios al hablar; y después de muchas palabras, cruzados los brazos, me estrechó suavemente y con sus rojos labios me daba besos indescriptibles comprimiendo suavemente mi lengua. Después de esto, nos entregamos a gestos todavía más amorosos, y amantísimos, que aumentaron mí gozo de mil modos, finalmente se me introdujo en su alcoba, que estaba adornada de flores y llena de frutas. Había allí puertas ebúrneas con capiteles dorados, paredes cristalinas con diversos grabados que relucían de tal modo a causa del brillo de las piedras preciosas que me parecía estar en el jardín de las delicias. Sobreviniendo por último la aurora, me condujo de nuevo bajo la sombra de los árboles, y abrazándome repetidas veces y estrechándome infinitamente, me dirigió un angelical «Adiós». [...], he considerado oportuno someter esto a vuestra sabiduría para que os dignéis exponerme en una carta el significado de mi sueño.]


A la vista de este rápido recorrido a través de la preceptiva epistolográfica, podemos concluir que el tipo de la carta amatoria en las artes examinadas, la carta amatoria es concebido esencialmente de tres formas diferentes:
1. como un tipo epistolar “serio” y eficaz, equiparable a las otras clases de cartas privadas;
2. como elemento lúdico y reclamo para atraer la atención del aprendiz o bobalicón;
3. y, finalmente, simultaneando ambas perspectivas con evidente funcionalidad paródica.
En cualquiera de los tres casos, la verborrea y la imaginación la debe de contaminar con implicaciones sexuales que en rigor son propias a la excelencia de la composición retórica, lo que paradójicamente sólo ocurre en el tipo de carta que requiere mayor habilidad persuasiva de cuantos puedan darse: la tan valiosa carta de amor.

4 comentarios:

  1. Querido Chaly:

    En este mundo actual ya nadie escribe cartas -casi- y menos de amor.

    ¿arrojar un calzón al huerto? Nunca se ma hubiera ocurrido.

    No creo en los próximos tiempos escribir una carta de amor pero si una fraterna que volará hasta España.

    Suya cordialmente

    la MaLquEridA


    Beso epistolar.

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  2. Escribí una carta hace aproximadamente dos años!!!!!! ES MAS, DESPUÉS HICE UN CUENTO LLAMADO: LA CARTA en donde hacía evocación a la misma. No era el quid el amor, pero si había una evocación somera hacia este tipo de sentimiento tan esquivo y huidizo. :-D
    Supongo que el tipejo no entendió de que le hablaba porque seguimos viéndonos por un tiempo más, pero nunca mencionó la esquela JAJAJAJAJAJAJA
    Será que yo era muy mala escribiendo este tipo de invitación a deseos carnales????

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  3. Escribí algunas cartas, con resultados sorprendentes. Gozaba observando que condimentar mis impulsos románticos, con algunos grados de erotismo, lograba enamorar a mis futuros novios, ja ja...
    Un abrazo.

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