martes, 1 de marzo de 2016

562: Cuando se acaban las palabras

—Felipe me ha escrito.
— ¿Cómo sabía dónde estabas?
—Le hablé por teléfono el día de mi partida, para despedirme. Me cuenta que lo echaste.
—Sí. No me arrepiento. No puedo querer a alguien que no estimo.
—No sé si obras de muy buena fe.
— ¿Cómo?
—Te colocas en un plano moral, cuando es sobre todo en el plano afectivo que te sientes traicionada.
—Las dos cosas.
Traicionada, abandonada, sí; una herida demasiado sangrante como para que soporte hablar de ella. Volvimos a quedarnos en silencio. ¿Iba a instalarse definitivamente entre nosotros? Una pareja que continúa porque ha empezado, sin otra razón: ¿era eso lo que estábamos a punto de volvernos? ¿Pasar todavía cinco años, diez años, sin agravio particular, sin animosidad, pero cada uno en su enojo, atado a su problema, rumiando su fracaso personal, toda palabra transformada en vana? Habíamos empezado a vivir a destiempo.

2 comentarios:

  1. No desde luego lo mejor que hay en esos casos, cuando hasta conversar resulta complicado, es tirar cada uno por un lado. Ya que de lo contrario, la mala convivencia la sufren los dos.

    Abrazo Chaly.

    ResponderEliminar
  2. Me gusta eso de que no se puede querer a quien no se estima.

    ResponderEliminar