lunes, 15 de agosto de 2016

712: el amor es ciego, hasta qué…

–Me esperarán en vano. Es posible que antaño haya tenido el corazón frívolo; no podría negárlo a ti, que a menudo fuiste mi cómplice...
–¿Demasiado a menudo?
–No podría ocultarte las numerosas debilidades a las que me he abandonado y la brusquedad de mis inconstancias. Pero si con frecuencia fui culpable de infidelidad, la culpa no se me debe ser imputada sólo a mí: ¡no había encontrado realmente al hombre digno de un amor perenne! Mientras que ahora... ¡ah! querida, ¡si conocieses al que quiero! tiene todas las cualidades, las tiene, ¡y muchas más todavía!
– Que mañana serán otros tantos defectos. Es algo extraordinario, pero completamente innegable que cuando se deja de amar, – y eso ocurrirá, más tarde o más temprano,– las cosas que disgusta. Algunas mujeres, se obstinan en no reconocer este cambio de opinión de su corazón; ellas se obligan a no detestar, aunque él sea rubio, a aquél que eligieron porque era rubio; obedientes al deber, todavía besan, con una embriaguez muy bien fingida, unos ojos azules antaño adorados, cuyo soso color finalmente las asquea; y tal vez, por la continuidad de la mentira, llegan a recrear la ilusión primera. Pero a nosotras, que la costumbre de los rápidos placeres, nos disuade de caer en el aburrimiento, no perdemos el tiempo en esas hipocresías; nosotras evitamos, desde el momento en que ya no es agradable, permanecer donde estuvimos; y debes saber bien, que antes de tres días – ¡serás tú quién esperará a Luis y a Tristán! – debes saber que antes de tres días, deplorarás en tu amante las cualidades con las que hoy se extasía tu nuevo capricho. El corazón carente de imaginación ama y luego se vuelve indiferente, o lleno de odio, por las mismas razones.
–Tú chocheas. Jamás odiaré, ni seré indiferente – ¡lo que sería peor! – respecto al que adoro. Si sólo lo amase porque es guapo podría cansarme de su rostro pálido de ojos marrones, llegar ¿qué sé yo? a reprocharle que es un petimetre, a encontrarle algún parecido con los actores de las pelis románticas; si sólo lo amase porque es cariñoso, podría, agobiada por sus ternuras, enojarme con sus suspiros; y si sólo lo amase porque canta mejor que nadie, con una voz de barítono – los tenores ya han acabado para mí – los romances de las telenovelas venezolanas, podría, prendada de pronto de la telenovela mejicana, despreciar sus cantos y sus toques de órgano jadeante. Pero, gracias a Dios, el encanto que me ha vencido por encima de todo es demasiado adorable, demasiado especial, demasiado diferente, para ser alguna vez envilecido o vulgarizado, incluso por el largo uso. ¡Ah! si supieras, querida! Figúrate que a un extremo de la boca, a la izquierda, encima del bigote, tiene una marca marrón muy visible, no demasiado grande, donde vibran tres pelillos, sedosos, cortos, tan ligeros; y es imposible imaginar algo más picante, más invitador, más turbador que esa pequeña marca marrón encima del bigote: a causa de esos tres pelos, tan ligeros sobre ese lunar marrón, me he vuelto loca; y sí, sí, ¡permaneceré durante mucho tiempo, sino por siempre, en el país de los eternos amores y de las inviolables fidelidades!
Tres días después, Lila se sentía muy preocupada. Pues Cristina no había llegado todavía. ¿Era posible? ¿Amaba realmente a ese desconocido porque tenía una marca cerca de los labios? ¿Lo conservaría para siempre? ¿Le sería fiel, tan infiel como había sido a tantos otros? Lila se sentía cada vez más desolada. No tenía interés por nada, ni incluso en el deslumbramiento de los hombres y en la cólera de las mujeres, cuando salía en su traje de baño, transparente, con sombras aquí y allá; ni incluso en la coquetería de detenerse, regresando del baño, inclinada, con el traje de baño empapado, para poner su pie desnudo en la esterilla tumbada. Estando Cretina ausente, Lila no era más que la mitad de sí misma; y tal era su amistad con la desaparecida, que recibió sin placer, en dos o tres ocasiones, unas visitas nocturnas que, en otras circunstantes, no habrían dejado de resultarle muy agradables; ¡la amiga no estaba allí, en la habitación vecina! Lila parecía una viajera que no quisiera cantar en un valle sin eco. Poco le faltó para abandonar el hotel sin esperar a Tristán ni a Luis. Pero una mañana, saliendo del hotel, vio a Cristina que descendía de un coche cargado de baúles y maletas.
Y se dieron mil besos.
–Por fin aquí estas!» ¡Como te ha conservado tanto tiempo, el tunante!
–¡Ah! Lila, no me hables de él.
–¿Cómo? ¿Ya no lo amas?
–Di más bien que lo detesto.
Lila sonrió.
–Sin embargo era guapo. El rostro pálido con ojos marrones.
–Si, sí, bastante guapo. No digo que no. Aunque... en fin, eso lo habría pasado por alto.
–Era cariñoso.
–Le hubiese perdonado suspirar todo el día. Lila, ¡me recitaba versos! No importa. No los escuchaba.
–Cantaba mejor que nadie, con voz de barítono...
–¡Oh! ¡De barítono!...
– Los baladas italianas.
–¡Gorgoritos! ¡Toques de órgano! sin embargo yo admitía todo eso. Lo amaba.
–Y bien, entonces, ¿por qué has regresado del hermoso país de los eternos amores?
–Por desgracia, figúrate, Lila mía – Dijo Cristina tomándola de las manos – figúrate que tiene, en un extremo de la boca, a la izquierda, encima del bigote...
–Lo sé, una marca marrón, muy picante, muy invitadora, muy turbadora, absolutamente arrebatadora.
–¡Aggg! ¡bien sí, una marca! pero es una verruga, querida, – en los primeros momentos, se ven mal las cosas, – ¡una abominable verruga, enorme, con pelos, para pavor de las miradas y espanto de los labios!

6 comentarios:

  1. Me lo esperaba. HAY UN CHISTE DE ESO.

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  2. Me lo esperaba. HAY UN CHISTE DE ESO.

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  3. Ninguna de las dos mujeres del relato puede esperar nada parecido al amor, son muy vulgares!!

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  4. No sé si es el chiste que dice Tracy, pero recuerdo a nuestro maestro Gila cuando se ponía en el papel del enamorado que adoraba el lunar de su amada, para pasar a decirle unos pocos años después de casados: "¡Apártate con la berruga!".
    Un abrazo.

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  5. el amor... no solo los tontos se enamoran?

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  6. Ja, ja, ja, es feo reconocer que hay algo que no te gusta de alguien que te encanta.
    Saludos.

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