miércoles, 16 de enero de 2019

0317: monaguillo


A Toño también le dieron a escoger: la iglesia o trabajar en la fábrica de cajas de su tío, en donde el aburrimiento era rey a pesar de que pagaban el salario mínimo.
Imaginé lo que sería ganar un salario mínimo y me puse muy contento. En el barrio, la mayoría de la gente se quejaba porque ganaba el salario mínimo. Yo los veía regresar después del trabajo todos los días a las seis de la tarde. A pesar de tener dinero en los bolsillos, ponían esa cara tan fea. Pensé en todas las revistas de aventuras y dulces que podría comprar con un salario mínimo. Iría al cine todos los días e invitaría a cualquier chica que quisiera besarme.
Me gustaba admirar las estatuas de los santos. Algunas tenían la pintura de la cara resquebrajada y llevaban una expresión general de dolor. Los artistas religiosos deben de sufrir mucho también, me refiero a que no se puede plasmar esa clase de dolor sin antes sentirlo. Jesús era el peor, siempre muerto, muriéndose o a punto de morirse. De niño tenía pesadillas bastante vívidas luego de ir a la iglesia. Prefería imaginarlo riendo con los apóstoles y comiendo manzanas junto a un río. Nunca lo dibujaban haciendo algo diferente a sufrir.
Una fe basada en el dolor atrae a la peor clase de personas.
El cura nos llamaba bestias porque decía que no teníamos alma. Hacía cuarenta años que vivía en la ciudad y seguía pensando que América estaba poblada por indios caníbales y sodomitas. Nunca visitó las selvas amazónicas y aun así tenía la fuerte convicción de que todos eran caníbales en la jungla. También creía que en la selva los indios se dan por el culo porque son unos degenerados.
El vino de la eucaristía era del barato. A los sacerdotes les gusta beber vino antes de la misa, pero del bueno, y el padre Valencia no era la excepción. Teníamos la llave de su gabinete: vinos franceses y chilenos. Escogí el más antiguo de todos porque Valencia lo bebía varias veces al día. Sabíamos cuándo estaba ebrio porque nos llamaba bestias sin alma. Podía mantenerse de pie y la voz no le temblaba. Era un borracho funcional y Toño lo admiraba por eso.
El trabajo de monaguillo es bastante fácil: únicamente se debe prestar atención y hacer las cosas al debido tiempo. Nosotros lo hicimos, durante dos semanas, todo a su debido tiempo. Meamos el vino y nos masturbamos en la copa de la consagración. Me hice muy bueno a la hora de orinar dentro de la botella. Toño se venía dentro del cáliz y luego lo limpiaba. Los tres primeros días lo pasamos bastante bien. Después nos aburrimos.

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