martes, 5 de febrero de 2019

0238: este fruto no comerás


Tata dios, en el corazón de Sudamérica planto el Edén y allí como la tierra era franco-arcillo-limoso se puso a amasarla y formateo al hombre y la mujer.
Y con un gesto mágico les dio vida y entendimiento.
Una vez que ellos entendieron quiénes eran se puso en la tarea de enseñarles sus tareas,  a él le dijo que su labor principal era proveer de carne fresca todos los días y que ella debía recolectar las hortalizas para hacer más agradable la comida.
Al padre de los hombres le enseño a hacer una chapapa con hojas del motacu para protegerse de la lluvia y a ella le enseño a tejer las hojas de la palma para facilitar el transporte de la carga.
Tata dios al verlos correteando felices con las bolas al aire se puso muy contento con su creación, más al momento su cara mostro un gesto de contrariedad pues sabía que era su deber como padre eterno ponerles algunas restricciones en su libre accionar: esto podrás hacer, esto no y estaba meditando si no olvido alguna, cuando el padre de los padres le dijo:
—O sea no puedo hacer aquello que me venga en gana, estás loco viejo, no estoy de acuerdo, yo hare aquí lo que me venga en gana, si no estás de acuerdo devuélveme al lugar de donde me trajiste, allí era feliz, pues ni siquiera sabía que existía.
—Y tu hija mía estás de acuerdo con lo que dice tu novio
—Estoy de acuerdo, creo que este es un buen momento para sentarnos cebar un mate y discernir un contrato social que tanto atenga a usted como a nosotros, hace un momento usted nos dio leyes que nos ponen como lacayos de usted y yo pienso que eso está mal, no quiero imaginarme que usted nos trajo acá con el objeto de nosotros seamos sus sirvientes.
—Jamás se me paso por la mente ese pensamiento
—Mire señor, tenemos que chaquear el monte, mínimo diez hectáreas eso lleva mucho sudor y sacrificio, —cuando lleguen los hijos nos ayudaran—, en fin,  pienso en diez años de gracia y a partir del décimo primero le entregaremos a usted la décima parte de los que produzcamos, por su parte usted no puede ordenarnos ni decirnos como llevar nuestras vidas, como educar a nuestros hijos y ni cómo hacer la faena agrícola.
Tata dios se resignó, se dio cuenta que le peló poniendo a esta pareja en el edén. Saludo a modo de despedida y caminando muy lentamente se encamino a ese lugar donde no existen mandamientos y preceptos: el paraíso de los dioses.

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