Mi abuelo creció en el campo, donde la
gente es tan simple como sabia y recuerdo las pláticas entre él y sus amigos,
como cuando en una ocasión, uno de ellos le pregunto ¿cuánto tarda en sanar una
herida, una ausencia o una inevitable pérdida de lo amado?
Sin dudarlo el abuelo contestó:
Primero: todas las heridas duelen,
"negar no sirve", pero tienen sus procesos. el dolor avisa afuera y
adentro y en ambos lados es la llamada para que puedan ayudarle: déjese ayudar
o al menos, déjese acompañar, los buenos y los malos ratos son siempre mejor
compartidos, el cuerpo lo sabe el corazón también.
Segundo: Las heridas cierran mejor
expuestas al aire y al sol, "negar no sirve", deje que el viento se
lleve cuanto tiene que decir, lo que le duele, lo que se quedó sin hablar,
luego que el sol le sane, déjese cobijar y acariciar, vea con claridad, la luz
que surge de cada herida que con el cuidado adecuado, vuelve a plantar vida y
seca naturalmente cada lágrima.
Tercero: Tercero el dolor pasa, las
ausencias no, "negar no sirve", pero cada ausencia nos lleva a
valorar las presencias, lo que se ha quedado, el aprendizaje adquirido y la
fuerza que nace de haberlo aceptado, lo duro no es fuerte, en seguida se rompe,
lo flexible si, que la cicatriz se mueva, se acomode para que se acabe de
absorber.
Por último: Aprenda a vivir con su
pérdida, sanada la herida primera, "negar no sirve", deje de
exhibirla y de permitir que la toquen, recójala como algo sagrado y así
resguárdela en su corazón, es suya, su memoria y su dignidad, no luche contra
el recuerdo deje que se funda en el corazón, deje que se quede ahí lo que pensó
perdido, lo que quiere de ello rescatar y cierre la puerta y siga su caminar,
Ahora tiene usted más valor para cuidar y para continuar.
Lucia Toranzo N.
No toda la sabiduría sale de las universidades. Hay muchos sabios que apenas han estudiado.
ResponderEliminarUn abrazo.