sábado, 26 de septiembre de 2015

541: la triste histeria de doña Mercedes

-¡Carambolas! ¿Qué veo?
-Me imagino que no es la primera vez.
-¡Crisóstomo!
-Oíme.
-¡Malandrín! ¡Sal de aquí o grito!
-Y, ¿quién te oirá? si tú misma has cerrado la puerta.
-¡Sal!
-No, no saldré de aquí, sin que nos hayamos amado
-¡Mis huecos pertenecen a otro!
Crisóstomo, se tiró sobre ella y la abrazó, tratando de aprisionar su cabeza, para estampar sus labios. Luisa se escapó con ágil movimiento, saliéndose por debajo de los brazos; él logró abrazarla de nuevo, y llevó su mano al culo atrevido; el golpe de un bofetón se escuchó, y las nalgas temblaron enrojecidas.
-Torpe
Y en aquel combate en la mañana otoñal, donde el jilguero perseguía a la avispa ya no se defendía, sino atacaba; cogido por los cabellos, tenía a Cris en el suelo, pero éste, agarrado a los muslos de ella, no le dejaba movimiento; por una rara habilidad, libertando uno de sus pies, lo puso en la cara del cachondo, quien se llevó ambas manos a la faz lastimada y rodó contra el sofá; entonces, como una gata, saltó al balcón; ya iba a gritar, cuando oyó que tocaban fuertemente a la puerta; comprendió todo el horror de su situación. Doña Mercedes no gritaba, sino que aullaba afuera; sirena policial, con un vozarrón descomunal, Luisa atravesó la alcoba y abrió la puerta; Crisóstomo se dejó caer en el sofá cubriéndose la bragueta; las dos mujeres se miraron frente a frente.
Luisa, rojo el semblante, húmedas las pupilas, desarreglado el ropaje, las tetas al aire, cerca de aquel arrecho humillado, en su mano temblorosa, brillaban pequeños hilos dorados, que se enroscaban en sus dedos... eran trofeos del combate; vellos púbicos del seductor. Crisóstomo, amoratado el semblante, desgreñado el cabello, estaba inmóvil; esas huella de la lucha, las tomó la mujer celosa por las huellas del placer; con sonrisa insultante, contempló doña Mercedes a Luisa, la joven la vio con ademán soberbio; imposible estampar aquí, el tropel de insultos, de agravios soeces, de frases crudas, que brotaron por la boca de la cornuda esposa.
Luisa oyó tranquila; mas cuando concretó su letanía le dijo con calma triste.
-¡Miente usted! este hombre es un miserable; me he defendido de él, como he podido: ¡pregúntele! ¿No es cierto que tú has entrado aquí sorprendiéndome a medio vestir, que me he defendido y que no hubo intercambio de fluidos?
-Si
-¿Qué otra cosa iba a decir? ya debía yo suponer que tú eres la amante; la que ha corrompido también a mi hijo Arturo; pero no debía extrañarlo, la culpable soy yo, por haber admitido en mi casa, una mujer seductora, sin ley, ni Dios; la hija de una merodeadora.
Al ver insultada a su madre, Luisa no fue ya dueña de sí; fulgurantes los ojos, crispados los puños, avanzó sobre doña Mercedes en actitud amenazante; ésta retrocedió con el asterisco fruncido; Luisa, mirándola fijamente, y con su rostro cerca al de ella, le dijo con voz enronquecida por la cólera.
-Esa mujer a quien usted llama vagabunda, es una mujer más honrada que usted; ella no ha sido mujer liviana, una puta piadosa como usted; ella no ha tenido necesidad de ir a los curas como usted, a buscar alivio a sus pasiones, en brazos de frailes sibaritas; la hija que ella ha tenido, es hija de su esposo; ¿podrá decir usted otro tanto? ella no ha tenido como usted, faltas que ocultar; si yo llegaría a tener la suerte de casarme alguna vez, llevaría a mi esposo, un cuerpo sin siliconas y un aliento puro; yo salgo de aquí perfecta, no como salía usted de la sacristía de Santo Domingo, de los brazos fecundadores del padre Galindo; ¡vieja meretriz! y, al lanzarle este insulto, Luisa retrocedió un paso, y miró a su enemiga... su mirada incendiaba.
-¡¡¡Ahora salga usted de aquí!!!
Doña Mercedes, quedó como herida por un rayo; al ver la mirada de sus hijos fija en ella; al oír la delación de su deshonra, llevó las manos a su cabeza, dio un grito horrible y cayó desfallecida en los brazos de su hija Sofía que llorando quedaba asombrada al comprender que era la hija el párroco del lugar.

4 comentarios:

  1. No tiene desperdicio la historia.
    Saludos.

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  2. Esta noche me voy a acostar con la sonrisa puesta.

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  3. Vaya, Vaya....como el Padre Amaro!!!!

    Besitos

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  4. La hipócrita arrogancia de los burgueses
    que tapan la deshonra vilipendiando a otros
    cuando sus vergüenzas se descubren
    su mundo se derrumba

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