martes, 4 de febrero de 2020

0420: Blanca


—Siento remordimientos.
— ¡Remordimientos! ¿Y por qué?
— Debía haberlo narrado que el otro día cuando salimos nos siguió un hombre. ¿No recuerdas? Aquel espigado mozo.
—¿Y á-qué contarle esas cosas, niña? ¿Para qué preocuparlo, mas? Y a vos ¿os rechina ese seguidor?
— ¡Rechinarle yo! ¡Oh! no... Mas al contrario; desde que le vi, nada puede rechinarme... Me parece un poco más alto que todos. ¡Altivo como un eucalipto!...
—Una buena cara, realmente.
—Un hombre así debe ser...
—Un amable seductor.
—Sus ojos hablan de un gran corazón.
—Cierto, un corazón descomunal.
—Valiente.
—Extraordinario.
—Y sin embargo, bondadoso.
—Tierno.
— Generoso.
—Magnífico.
—Me gusta mucho.
— Sus larguras son sin igual. ¡Sus ojos... su frente, su nariz!
—Te agradezco que tanto le alabes.
— ¡Pues no! Un corazón gigantesco... piadoso... tierno... animoso... magnánimo. Es un gran señor...
— Pues yo no quisiera que fuera señor; sino un pobre estudiante de economía... me amaría más.
—Es posible, después de todo, si así lo prefieres.  
— Cuando no le veo, estoy triste. Creí el otro día en el mercado me iba a hablar, y tripas se me enrollaron. De día y de noche pienso en él. Por su parte, el amor que me tiene le absorbe... Estoy cierta de que lleva mi imagen grabada en su cerebro. Es un hombre así, y bien se le conoce: las demás mujeres le son indiferentes; para él no hay juegos ni diversiones... no piensa más que en mí.
—Lo juraría por mis cuernos.

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