Imagináte que tenés un hijo. Ya es
grande. Tiene 22 años.
Imagináte que vivis en un pueblo. Donde
todos se conocen, donde dejás la bicicleta en la vereda, la reja abierta y
nunca pasa nada
Imagináte que tu hijo quiere ir a ver a
la ex novia, a esa que no se sacó de la cabeza ni del corazón.
Imagináte que discutís y le decís que no
se vaya, pero él es grande y decide ir igual.
Imagináte que no tiene un mango y decide
hacer dedo. Pero en un pueblo, donde nunca pasa nada. Donde es común hacer
dedo, porque siempre alguien en la ruta te levanta y te acerca.
Imagináte que hay cuarentena, y el pibe
no tenía que salir, vos lo sabés y en el fondo él lo sabe. Se mandó una macana.
En un pueblo, tranquilo, en el sur, en el frio, en la ruta, nunca pensó que
pasaría algo, que sería grave, él tan sólo quería volver a la casa de su ex, y
tal vez pasar allí la cuarentena, y tal vez, compartir el frio de Bahia Blanca,
los mates y el amor que a los 22 años estalla en las venas.
Imagináte que te llama la cana, y que te
dice que lo detuvieron, pero que no pasa nada.
Imagináte que después te llama tu hijo y
te dice que no lo vas a ver más. Y corta. Y nunca más te llama ni te atiende.
Y la cana te miente. Y la cana te dice
mil versiones distintas. Y la cana te oculta información.
Imagináte que la última foto de tu pibe,
es esposado, al lado de un patrullero. Esa foto que te dijeron que no existía,
está. Y un diario local la comparte. Pese a que la cana te dijo que no. Que era
imposible.
Imagináte que gritás y nadie te escucha.
Imagináte que los medios nacionales no
repiten todo el día la noticia. Están ocupados en otra cosa.
Imagináte que nadie se espanta con vos.
Que nadie grita con vos. Que nadie, absolutamente nadie hace algo para que tu
hijo aparezca.
Imagináte que los que antes reclamaban
por la desaparición de otro pibe como el tuyo, ahora especulan que esta vez no.
Imagináte que los que rompen el
silencio, lo hacen en soledad como en otras épocas de pañuelos y rondas.
Imagináte que los nueve meses en la
panza, que los años de escuela, que las tardes de merienda, que los bailes, que
los partidos, que los goles, que los besos, los abrazos, los vieja llegué, los
vieja me voy, los vieja te quiero... Todo eso ya no está. Todo eso desapareció.
Te lo robaron.
Imagináte por un segundo todo eso.
Imagináte por diez minutos todo eso.
Yo no sé vos, pero yo tengo un hijo.
Y me resulta intolerable, increíble,
inaceptable, imaginarme todo eso.
Ahora, imagináte que el pibe que falta
es uno de los tuyos. ¿Gritarías no?
Bueno. No seas parte del silencio.
Gritá. Gritemos todos.
Nos falta Facundo. Queremos que
aparezca. Se lo debemos a él, a su pueblo, a su gente y a su mamá.
Yo, se lo debo a mi hijo. Porque cuando
dijimos nunca más, era nunca más. Y era en serio.
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