lunes, 5 de agosto de 2024

0876: El Negro Beltrán odiaba las fiestas.

Nunca iba a los cumpleaños y casi les diría que si podía evitar al año nuevo y navidad, también lo hacía. Lo deprimían los feriados. El era feliz los día comunes.

Los lunes volvía a vivir. Se levantaba a las cinco de la mañana y prendía la radio. Mientras se afeitaba a pura navaja, apoyaba el mate de loza en el hueco de la pileta y cantaba: "Cuando la suerte que es grela..." Después del " concierto" agarraba un pan francés y se iba para el puesto  masticando pan duro.

Todo el mercado lo veía entrar sonriente como Gardel y lo saludaba a los gritos: Qué hacés, Negro!! Estás contento que es lunes, botón!

La barra sabía que el tipo disfrutaba ese día como nadie en el planeta. Encaraba para el almacén y preparaba el mostrador para recibir a sus "nenas". 

Ponía a calentar la pava y empezaba a repartir mate para todos lados. Buen tipo Beltrán, todos lo querían. Era un hombre que sabía escuchar y guardar secretos como nadie. No le gustaban las bromas pesadas, ni la charlatanería. 

Cuando algún puestero tenía problemas de guita, ahí estaba el Negro para dar una mano. Solía tener un cuaderno lleno de fiados por cobrar, más largo que la guía de teléfonos.  Nunca habló mal de un deudor. Jamás se supo nada de esos asuntos. Sólo veíamos como rajaban con cara de susto para el almacén y volvían respirando aliviados, los caídos en desgracia.

El había venido del Chaco de muy pibe y el gallego Efraín, antiguo dueño del almacén,  lo adoptó casi como un hijo. Lo mandó al colegio y a la salida lo mandaba a entregar los pedidos. 

Cuando el viejo enfermó, el se hizo cargo del negocio. Siempre tuvo la foto del Gallego en el puesto, al Morocho nunca le fallaba la memoria.

Presagiaba los desastres económicos del país con un par de variables sencillas: el precio del arroz, el fideo y el sueldo básico.  Con eso le alcanzaba para acertar más que cualquier gurú de la city.

Nunca se le conoció mujer alguna. Vivía para su boliche.

El Tano Peregrino le decía que tenía que salir a milonguear, a conocer una mina, a  olvidarse un poco de la rutina...

No había forma. Cuando cerraba el puesto a la noche suspiraba como si lo estuvieran por fusilar.

Salía por Vieytes para el lado de California y rumbeaba para su pieza.

Lo primero que hacía era prender la radio. Se sabía mil tangos de memoria. Entonces, cuando sonaba la orquesta de Fresedo, se paraba frente al espejo que tenía el placar, se mandaba gomina y agarraba la escoba. Practicaba su sonrisa de zorzal y entonaba: "Vida mía, lejos más te quieroooo".

Siempre soñó con ser cantor pero el quería cantar en el mercado. No quería laburar de noche. No le gustaban las boîtes, ni los cabarets.  Bueno, le hubiese gustado cantar en una radio pero sabía que una cosa iba con la otra. Nunca fue a un baile de carnaval, imagínate.

El quería cantar "Arrabal amargo" mientras cortaba matambre  para doña Mary. Como Palito Ortega cuando andaba en bicicleta repartiendo ropa de la tintorería,  bueno, algo así.

Nunca supimos cuando cumplía años. Todo el mundo lo invitaba a todas las fiestas posible y el siempre agradecía de corazón con su frase: "Vos sabés que no es lo mío".

Un día la comisión del mercado se decidió a darle una sorpresa. Contrataron a una pequeña orquesta para el domingo siguiente y le dijeron a Beltrán que iban a tener que trabajar ese día porque decidieron las autoridades que era fecha de balance y todas las ferias municipales debían presentar el estado de sus puestos.

Feliz de la vida, el Negro se despertó a las 5 de la mañana a puro mate y navaja y rajó  para el mercado.

Al llegar todo estaba en orden . Lo raro es que había mucha gente. Mucho más que lo habitual.

"Y por qué no abrimos los domingos?? Mirá la gente que vino!!" Repetía Beltrán a quien quisiera oírlo.

Mientras anotaba en un papel sein la cantidad de jamones crudos que colgaban del techo hizo su ingreso triunfal la orquesta. Guitarra, fueye y violín en fila India se pararon justo frente al almacén. "Oiga, necesitamos un cantor. Se anima?" Le dijo el guitarrista. "No, hombre.  Yo nunca canté" contestó nuestro crédito local. 

"Vamos, Negro! redobló Peregrino. "Cuando le dijiste que no a un cliente???"

El heredero del gaita, se rió como Carlitos y señalando a la orquesta, le dijo:" Marioneta" en sol.

"Tenía aquella casa, no sé qué suave encanto. .."

Todo el mercado explotó en aplausos. El tipo era un fuera de serie. Los muchachos de la orquesta se le abalanzaron al terminar para pedirle que los acompañara. Que había posibilidades de una gira. Que serían un suceso...

Beltrán se dio vuelta agradeció a todos. Agarró su birome y escribió: 15 jamones crudos.


Por Eduardo Torre

 

2 comentarios:

  1. Muy buen relato. Sin duda, una persona que merecía la pena.
    Un abrazo.

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  2. Me ha gustado mucho tu historia a pesar de que le gustará. Los lunes.

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