jueves, 1 de septiembre de 2016

729: Ella paga con la misma moneda

–¿Que dijo Carlos?
–¿De la marca?
–Sí.
– ¡Eh, querida! ¿Acaso se permite a los maridos mirar ahí? Además estoy segura que él hubiese preguntado por la jarrita.
–¿Quién te la ha regalado?
–Marcos o Ángel, no lo sé exactamente.
Ambas no pudieron impedir echarse a reír, muy juntas una de la otra; sus bocas parecían dos rosas que se peleaban.
–Por añadidura, los regalos no me gustan demasiado. ¿No hay algo de humillante en recibir tantos regalos? Nunca podré admitir que se acepte sin devolver. Yo me he impuesto la regla, de la que no me desvío en ningún caso, de dar siempre el equivalente de lo que he recibido.
– ¡Bueno! ¡Qué me dices!
–¡Es un principio! y hay principios a los que estoy especialmente aferrada.
–No lo dudo. Pero debes verte a menudo muy comprometida. Si uno de tus pretendientes te envía una caja de bombones tú no puedes ofrecerle a cambio bombones. Por cierto, ¿has devuelto la jarrita?
–¡Sí que eres curiosas! Además, no me comprendes del todo. He dicho: el equivalente, no he dicho: la misma cosa. Así pues, supongamos que Ángel me regala violetas caramelizadas.
– Si, supongámoslo.
– El azúcar de esas violetas divierte a los labios con un fresco y delicado olor alterándolos dulcemente.
–¿Y qué?
–Pues al día siguiente, yo tiendo a Ángel una de mis pequeñas manos, él la besa y nos despedimos.
–Comienzo a captar tu idea. Pero cuando recibes uno de esos maravillosos ramos de magnolias y de rosas, que esparcen por el salón todos los cálidos aromas de los invernaderos.
–Me inclino un poco complacientemente escotada, en una conversación, hacia aquél que me ha enviado el ramo, ¡y te aseguro que me vuelve a deber los perfumes!
–Excelente. Sin embargo hay cosas que no deben ser resueltas tan fácilmente. No siempre nos regalan caramelos o flores; y no me explico cómo puedes arreglártelas cuando te obsequian con un brazalete, pendientes o un collar de perlas.
–¡En ese último caso, nada más sencillo! A base de coqueterías y flirteos fingidos, doblego bajo mi capricho al pobre hombre que me ha querido echar un lazo de perlas al cuello, y el yugo que él lleva vale el equivalente del collar que me ha regalado.
–¡Ah! tienes respuesta para todo. Pero, dime, ¿esta regla singular a la que obedeces, no presenta ninguna excepción? Y, llegado el caso, ¿estarías resuelta a entregar...?
–Sí, pase lo que pase, y se me ofrezca lo que se me ofrezca he hecho al respecto un gran juramento. No acabó.

10 comentarios:

  1. Ay las coqueterías y los fingimientos... cuanto mal han hecho...

    Saludos.

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  2. Juegos inútiles de ida y vuelta.
    Besos

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  3. Eso es lo que se llama todo una plasta. Lo que no sea ir de frente, y por derecho, no hay nada que rascar.

    Abrazo Chaly.

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  4. Histeria a la máxima potencia.
    Besos, Chaly.

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  5. Mucho le importa que la otra sea curiosa. Va a terminar cascándoselo todo, aunque no quiera.
    Un abrazo.

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  6. Ja, ja, ja, hay minas que la tienen muy clara.

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