miércoles, 1 de febrero de 2012

178: Exagerando un poquito se podría decir que el día de la boda duró hasta el día en que se rompió el matrimonio. Y el haber durado así, de esa manera, fue tal vez lo más alegre y hermoso que tuvo aquella relación destinada a un triste fracaso.

Hoy un diez por ciento de los matrimonios que se ejecutan, al menos uno de los sacrificables es divorciado. Y que muchos de los que vuelven a convivir yuxtaposicionalmente prefieren la unión de hecho antes que formalizar un segundo matriqui. Algunos sociopatas aseguran que en el año 2020 lo más usual serán parejas que convivan ensamblados con hijos de varias relaciones anteriores.

En la pasada década, la cantidad de madres solteras se ha multiplicado por diez y, la tasa de natalidad de este conjunto de madres solteras adultas ronda el veinte por ciento. Se ha caminado de la saga tribal a la familia monoparental. Ha quedado por el camino la clásica familia nuclear conyugal, que ha derivado en una multiorgasmica diversificación de fórmulas alternativas de convivencia como son los hogares unipersonales.

Esta nueva tipología presenta muchas variantes de familias: madres solteras, progenitores viudos, padres/ madres separados, divorciados o adaptados. En esta línea, dos últimos apuntes, que tienen un ámbito meramente sociológico: la progresiva veteranía del progenitor, tanto copuchento como fémina, casi un ochenta por ciento pasean entre los treinta y cincuenta años; y las nuevas uniones matrimoniales o de hecho, suponen un nuevo punto de vista respecto a los regímenes económicos.

En todo este batiburrillo de nueva clasificación de familias no es extraño encontrar el llamado «síndrome de alienación parental», es decir, el rechazo a un progenitor que el otro fomenta en el hijo común. Todo lo dicho anteriormente incide en el psicoanálisis. Y por más que se hable de una supuesta realidad y normalidad en las relaciones, «siempre queda un ámbito de resentimiento o trauma hacia la pareja anterior» o a los «hijos de la pareja» que influyen directamente en el diario vivir. Se estima que el porcentaje de amargados y apesadumbradas se cuadriplicará si sigue la tv produciendo enlatados en los que proclaman que el amor es eterno, saludable y divertido.


Yo, no creo, en ese pronosticable. Aunque muchas digan lo contrario, estoy seguro que muchas sueñan con una boda como se hacía antaño. Es que las malas costumbres son difíciles de erradicar. Si miramos de soslayo veremos que muchos amores libres que pululan por nuestro alrededor terminan si no es ante un cura, lo es ante un notario municipal.

Es que los que pronostican ese debacle del matriqui olvidan un aspecto sustancial en las relaciones amorosas y esa es el quid del asuntechi: el aspecto económico. En estos tiempos la falta de dinero no coarta esa decisión, al contrario la empuja al altar. Ese pan amor y cebollas sigue vigente como ese dicho de dice que cada niño nace con una hogaza de pan bajo el sobaco.

Por ello, no creo en esos agoreros que hablan del Caput del matriqui.

1 comentario:

  1. Yo tampoco creo que el matrimonio se esté erradicando de la sociedad de copuchentos -jeje- muchas féminas tradicionales caerán en él por mucho que digan que no les gusta el numerito de las bodas.


    Besos.

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