miércoles, 24 de mayo de 2017

967: la nuera

Mi suegro se negaba a entrar al trapo. Escuchaba los comentarios mordaces de sus hijos sin dar jamás una respuesta: «Vuestras críticas me entran por un oído y me salen por el otro», concluía siempre sonriendo antes de marcharse.
Esa vez, sin embargo, la discusión fue más áspera.
Todavía recuerdo su rostro crispado, sus manos aferradas a la jarra de agua como si hubiese querido romperla ante nuestros ojos.
Me imaginaba todas esas palabras que nunca pronunciaría e intentaba comprender. ¿Qué entendía él exactamente? ¿En qué pensaba cuando estaba solo? ¿Y cómo era en la intimidad?
Como último recurso, mi cuñada se volvió hacia mí:
—Y tú, ¿qué piensas de todo esto?
Yo estaba cansada, quería que aquella velada se terminara ya. Estaba ya harta de sus rencillas familiares.
—Yo…, yo creo que Pedro no vive con nosotros, quiero decir, no verdaderamente, es una especie de marciano perdido en la familia Durango…
Los demás se encogieron de hombros y me dieron la espalda. Pero él, no.
Él soltó la jarra y su rostro se distendió para sonreírme. Era la primera vez que lo veía sonreír así. Me parece que esa noche nació entre nosotros cierta complicidad… Algo muy tenue. Yo había intentado defender como podía a mi extraño marciano de pelo cano.

8 comentarios:

  1. Cuántos marcianos perdidos en las familias hay, pena que no sepan darse cuenta los que deben darse cuenta.

    Besos

    ResponderEliminar
  2. UF! no soporto esas situaciones.

    Besos

    ResponderEliminar
  3. Para que luego digan de los parentescos políticos.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. En todas las familias existen marcianos y hay que comprenderlos.

    ResponderEliminar
  5. En todas las familias se cuecen habas.

    Abrazo.

    ResponderEliminar
  6. te extrañaba ...gracias por volver
    un abrazo enorme

    ResponderEliminar
  7. Se nos olvida que son pilares.

    Un beso, Chaly.

    ResponderEliminar
  8. Siempre hay alguien que te apoya, seas como seas.
    Saludos.

    ResponderEliminar