La muerte tocó la puerta
y la pequeña Miranda fue quién abrió.
— ¿Dónde está tu madre?
Preguntó la muerte, con
su vestido negro, su cabello rojo y sus pupilas de fuego gris. La niña ya la
conocía. La había visto dos meses atrás, el día que su abuela ya no se levantó.
—Sígueme
—Sígueme
Dijo la pequeña. Caminaron
hasta el fondo del pasillo y llegaron a una puerta, la cual, la niña abrió para
demostrar sus modales. Adentro estaba completamente oscuro. Las cortinas
cerradas y el tragaluz bloqueado le robaban los colores al cuarto.
—Gracias
—Gracias
Dijo la muerte con su voz
ronca y sensual. Entró, y salió un minuto después, con un corazón en una bolsa
hecha de tela. Cuando la muerte se fue, la pequeña fue a la cocina, llegando en
el momento exacto en el que una mujer con el rostro golpeado y amoratado se
lanzaba desde una silla. Sin embargo, la cuerda en su cuello, por alguna razón
inexplicable, se rompió como si fuera de hule.
—Mamá
Murmuró la pequeña y la
mujer volteó inmediatamente. Lloró avergonzada y abrazó a su hija como nunca
antes.
—Mami, ¿juegas conmigo a
la pelota?
—No puedo, debo cocinar para cuando tu padre se despierte.
—Yo no me preocuparía por eso. No creo que se levante
—No puedo, debo cocinar para cuando tu padre se despierte.
—Yo no me preocuparía por eso. No creo que se levante
Dijo la pequeña antes de
ir a buscar su pelota.
nunca podremos competir con las madres, somos los segundos eternos ja...
ResponderEliminarMuy buen relato, Chaly.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy, muy bueno y duro también.
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