miércoles, 7 de diciembre de 2022

0629: el Mundial de Qatar

 Este mundial es peculiar: Primer evento en un país árabe, con derroche de recursos y exhibición de logros tecnológicos, en el que los medios y las redes sociales abundan más comentando otros aspectos y facetas nada gratas, al punto que algunos califican este Mundial de “basura moral”. Se difundió –por ejemplo– que más de 6 mil trabajadores migrantes habrían muerto en la construcción de los campos deportivos.


De nada sirvió que ejecutivos del comité organizador del Mundial Qatar 2022 señalaran solo 3 víctimas mortales relacionadas directamente con el trabajo de construcción de estadios y algo más de 20, indirectamente. No hubo verificaciones. La mácula fue expelida. 

Siguieron acusaciones sobre la situación de la mujer, el escándalo de no poder consumir cerveza en los estadios y, como corolario, las denuncias sobre discriminación contra los LGBTQI. Esa última observación adquirió mayor relevancia, menoscabando el tema de las mujeres, del alcohol y de la explotación socio económica a migrantes.


La solidaridad con lo LGBTQI hizo que algunos jugadores asumieran portar un brazalete arco iris. Ante la oposición de la FIFA –la amenaza de sanciones es más fuerte que la conciencia solidaria– el equipo de Alemania decidió hacerse fotografiar con sus manos tapándose la boca. El éxito de esa imagen fue tal, que los aficionados qatarís cuando el equipo alemán fue descalificado en la fase de grupos del Mundial, lo despidieron tapándose también la boca y agitando las manos en el símbolo universal del adiós.


Un mundial en el que se intentó subordinar la simpatía a uno u otro equipo de patea pelotas a la denuncia moral. Empeño al final desbaratado: la emoción de las hinchadas sumergió los recatos sumistas. Ese ensayo de imposición es el gran perdedor en este Mundial, infortunio que solapa otras frustraciones más transcendentales y que merecen ser analizadas.


En el mundo islámico Qatar es un país comprometido en la colaboración con el mundo Occidental, un intento de demostrar que el desarrollo globalizado es compatible con la identidad cultural. Sin embargo, esa identidad ha recibido ataques, mofas y demérito por parte de sus asociados occidentales, lo que, seguramente, complacerá a quienes apuestan por la incompatibilidad y el esencialismo cultural.


No se dio allí actitudes de solo extrañeza etnocentrista por visitantes de otros pueblos y culturas, sino de un empeño sistemático y orgánico para generar una presión que hubiese obligado a las autoridades qatarís a modificar actitudes y conductas, empeño cobijado con la actual ideología dominante en Occidente: el respeto a la diferencia. 

Esa “diferencia” se muestra, sin embargo, no como el reconocimiento y respeto de valores, usos y costumbres diferentes entre civilizaciones, sino como la imposición de criterios al interior de una sola cultura. Actualmente, en Occidente se enaltece lo que antes se despreciaba y se consiente lo que antes se reprimía, intentando generalizar sus opciones como imposición y nueva forma de dominio.


Así, lejos de fomentar el diálogo entre civilizaciones, nos retrotraemos a tiempos de imposición que creíamos desvanecidos. Ciertamente hay expresiones de discriminación, sometimiento y sujeción en toda cultura, que deben ser cuestionados y superados; ello, sin embargo, nos obliga a considerar la universalidad de valores, lo mismo que el culturalismo occidental ha desacreditado.


Este tema es importante en nuestra realidad, en donde las élites bolivianas –aunque pequeñas e insignificantes en su autenticidad sí conforman el poder por su vinculación con el orden colonial– injertan su realidad en el imaginario occidental, mientras importantes sectores de la población rigen su cotidiano por valores que nada tienen que ver con las ideologías que las entornan y supeditan. 

¿Podremos en nuestro medio, por ejemplo, reparar las injusticias contra la mujer a través de la lógica del chacha–warmi o tendremos que recurrir ineluctablemente a un chacha-chacha o un warmi–warmi al estilo del actual aderezo occidental?

 

Pedro Portugal Mollinedo

DIRECTOR DE PUKARA, AUTOR DE ENSAYOS Y ESTUDIOS SOBRE LOS PUEBLOS INDÍGENAS DE BOLIVIA.


2 comentarios:

  1. Más que nunca, lo que realmente importa es el dinero.
    Un abrazo.

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  2. No me gusta mucho el fútbol, pero cuando mi hijo era pequeño lo acompañaba a todas sus prácticas...Sucede que todas las sociedades para mantener más o menos tranquilos a sus individuos tienen que tener un circo, algo que los aglutine y genere, además, altos dividendos. En eso se transformó el correr detrás de una pelota de cuero, en un circo donde concurren: un maestro de ceremonias que es la FIFA, los artistas que son los jugadores, los medios que son la infraestructura y cuanta alimaña que se oculta detrás. Aguí no importa la moral, los derechos de las personas, los valores. Aquí prima Don Dinero.
    Muy bueno el ensayo del sr Portugal
    Abrazos Chaly

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