domingo, 6 de octubre de 2019

0380: La sociedad maniquí


Georges Hill, presidente de American Tobacco y propietario de cigarrillos Lucky Strike, veía que había un importante sector que no consumía sus tabacos, y que eran las mujeres. Es decir, más de la mitad de la población que no le generaba ingresos.

Contrató al publicista y líder del marketing Edward Bernays para que hiciera algo al respecto. Ideó una campaña para que las mujeres asocien el consumo de tabaco con libertad e igualdad de género. Contrató a un grupo de mujeres para que en un momento del tradicional desfile de Pascua en New York en marzo de 1929, sacaran cigarrillos y los encendieran, reivindicando el feminismo. Convocó a la prensa a un lugar que había previamente determinado con esas mujeres y les dijo que habría un acto de reivindicación feminista. 

Al otro día fue noticia mundial: mujeres fumando para sentirse libres, empoderadas e iguales que los hombres. Fumar tabaco es una “antorcha de libertad”, respondían todas las contratadas por Bernays. Luego aparecieron los primeros anuncios publicitarios en los que actrices estadounidenses animaban a las mujeres a fumar. “Enciende un Lucky y nunca más echarás de menos los dulces que te hacen engordar”. Desde entonces, las mujeres consumen tabaco y han hecho más ricos a las grandes transnacionales.

Las élites lo han sabido desde siempre, desde la época de los griegos con su invento de la democracia, o de como manipular a la gente a través de la democracia. Y eso también lo sabía muy bien Bernays, quien promovió el modelo de dos partidos hegemónicos para evitar la fragmentación del voto y el “caos” (republicano y demócrata). 

Logró que el pueblo norteamericano aceptara y apoyara la Primera Guerra Mundial (figura simbólica del Tío Sam). Derrumbaron en Centroamérica a un gobierno reformista que no les convenía a los inversionistas bananeros de EEUU (La República del Banano). El propagandista nazi Joseph Goebbels se inspiraba en el libro de Bernays Cristalizando la opinión pública, para proceder al maniqueísmo del pueblo alemán.

A través de la propaganda, la publicidad y el marketing han convertido a la población mundial en una sociedad maniquí, a la que le ponen y le quitan a su conveniencia cualquier creencia, dogma o mito. Una población con 90% de analfabetismo político, epistémico, filosófico,  que la izquierda ha intentado romper, pero que ha terminado convirtiéndose en el otro lado de lo mismo.

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