Vago, charlatán, mentiroso, violento, absolutamente
todo le salía mal, pero tenía a su vez un corazón enorme. Era quien siempre
tendía una mano a sus vecinos cuando lo necesitaban y protegía al Chavo en
situaciones extremas. Era lo más parecido a un padre que podía tener ese niño
huérfano, incluso con sus carencias y limitaciones (afectivas y económicas),
sus malos modales y su poco tacto, su figura le brindaba al niño de ocho años
refugio y amor.
Ocupaba el departamento número 72 de la vecindad y
vivía con su hija, una niña con pecas y anteojos. Si bien no era el primer
trabajador, sobrevivía gracias a changas y tuvo diferentes oficios: vendedor de
globos, carpintero, peluquero, ropavejero, vendedor de churros, boxeador,
torero, vendedor de leche, pintor, fotógrafo, yesero, músico y zapatero. Y un
único factor común: la mala suerte. Todas las experiencias fueron erráticas.
Ninguna profesión pudo sacarlos de la pobreza y arreglar la crisis habitacional
en la que se encontraban.
El dueño de la vecindad era el Señor Barriga, quien
cada mes pasaba a cobrarle el alquiler a cada uno de los inquilinos, pero en el
caso de Don Ramón, además, los 14 meses de renta que le adeudaba. Las excusas
para no pagarle se multiplicaban y eran de lo más ingeniosas, y así se iba
abultando la deuda que parecía cada vez más incobrable. Una de las divertidas
formas de evadir el cobro de la renta fue cuando se hizo el loco y actuaba como
tal, diciendo que era un militar. En otra ocasión, fingía el fallecimiento de
algún familiar. Durante un tiempo escapaba por una ventana lateral cuando
golpeaban a su puerta y luego perfeccionó el método de fuga cuando desarrolló
junto con la Chilindrina y el Chavo como cómplices, palabras claves que
anunciaban que llegaba el Señor Barriga. “Ya llegó el platillo volador”,
gritaban los chicos y Don Ramón sabía así que le quedaba poco tiempo para huir.
La deuda total
Años después, la inmobiliaria NUROA, hizo un cálculo
de cuánto era el valor total que el moroso le debía al propietario de la unidad
72 y para eso se hizo un exhaustivo análisis. Primero, se tuvo en cuenta la
cantidad de metros cuadrados de la vivienda, que serían 32 aproximadamente.
Después, se estipuló la zona donde supuestamente se encontraba la vecindad, que
por referencias se infería que era en una zona céntrica cerca de El Zócalo, en
ciudad de México. Con estos datos se sacó un monto estimativo de lo que valdría
ese alquiler en los años ‘70, que se estipuló en unos 63 dólares mensuales. Así
las cosas, los 14 meses de renta que le reclamaba el señor Barriga a Don Ramón,
habrían ascendido a la suma de 882 dólares, sin contar los intereses por mora.
Sin embargo, teniendo en cuenta que don Ramon participó
de varias temporadas del programa (entre 1971 y 1979), se hizo el cálculo por
los 110 meses que habría vivido escondiéndose de su acreedor y se llegó a la
conclusión de que el total de la deuda habría alcanzado los 6.930 dólares.
No tan incobrable
Pero pocos recuerdan que el moroso alguna vez pagó el
alquiler, o al menos tuvo intención de hacerlo o bien, se fue achicando la suma
total por diversos motivos. En dos episodios (uno de 1973 y otro de 1976) el
Señor Barriga le perdona dos meses de renta gracias a que Don Ramón lo invita a
una fiesta que se organizaba en la vecindad. Fue tal la emoción por
participarlo del festejo que le propuso descontar parte de la deuda en señal de
agradecimiento.
Ese gesto de perdonarle meses de alquiler vuelve a
repetirse cuando don Ramon trabaja de ropavejero y en ese comprar y vender
bienes para ganar algo de dinero, encuentra una bola de boliche que le interesó
al Señor Barriga, quien le perdona 5 meses de renta por el intercambio.
En otro momento, los hombres pactan una quita de la
deuda a cambio de la prestación de un servicio: pintar la vecindad. Años
después vuelve a suceder lo mismo, pero el trabajo es enyesar las paredes del
patio trasero.
Y en varios episodios el pago se efectuó de forma accidental. Don Ramón por fin había podido reunir algunos billetes y los llevaba ocultos debajo de su sombrero de tela, sin ninguna intención de pagar. Y luego de inventar pretextos para ahuyentar al cobrador, cuando casi lo estaba logrando una vez más, ambos se pusieron de pie para despedirse y en señal de cortesía se retiraron sus sombreros con tanta suerte que se produjo una lluvia de billetes. “Es caspa”, argumenta don Ramon rápido de reflejos, pero su flojo argumento terminó con sus ahorros y el botín alcanzó para pagar un mes de alquiler. Algo similar sucedió en otra ocasión, con un chanchito que usaba de alcancía, que impactó sobre la cabeza del Señor Barriga, se rompió, volaron los billetes y adiós dinero.
Don Ramón, era uno de mis personajes favoritos. Un excelente actor Ramón Valdés, un grande ese flaco desgarbado y talentoso.
ResponderEliminarAbrazos Chaly