Vinicius de Moraes: "La felicidad es como una pluma llevada por
el viento. Vuela liviana, pero no por mucho tiempo".
La felicidad es
una construcción humana, una idea abstracta que no tiene equivalente en la
experiencia humana. Los afectos positivos y negativos residen en el cerebro,
pero la felicidad sostenida no tiene una base biológica. Y, quizás esto
sorprenda, creo que esto es algo de lo que hay que estar felices.
Naturaleza y evolución
Los humanos no están
diseñados para ser felices o incluso estar contentos. En cambio, estamos
diseñados primordialmente para sobrevivir y reproducirnos, como cualquier
otra criatura en el mundo natural.
La naturaleza desalienta
el estado de satisfacción porque bajaría la guardia contra posibles amenazas a
nuestra supervivencia. El hecho de que la evolución haya priorizado el
desarrollo de un lóbulo frontal grande en nuestro cerebro (lo cual nos da
capacidades analíticas y ejecutivas excelentes) por sobre la capacidad natural
de ser felices, nos dice mucho sobre las prioridades de la naturaleza.
Distintas ubicaciones
geográficas y circuitos en el cerebro están asociados con ciertas funciones
neurológicas e intelectuales, pero la felicidad, al ser una mera construcción
sin base neurológica, no se encuentra en el tejido del cerebro. De hecho,
expertos en este campo argumentan que el fracaso de la naturaleza en desterrar
la depresión del proceso evolutivo (a pesar de sus obvias desventajas en
términos de supervivencia y reproducción) se debe precisamente al hecho de que
la depresión como adaptación juega un rol útil en tiempos de adversidad,
ayudando al individuo deprimido a no involucrarse en situaciones riesgosas e
imposibles en las que él o ella no pueden ganar.
Los pensamientos
depresivos pueden también cumplir la función de resolver problemas en momentos
difíciles.
Moralidad
La industria actual de la
felicidad tiene parte de sus raíces en códigos de la moral cristiana,
muchos de los cuales nos dirán que hay una razón moral por cada momento de infelicidad
que podamos experimentar.
Dirán, con frecuencia,
que se debe a nuestras propias carencias morales, nuestro egoísmo y nuestro
materialismo. Abogan por un estado de virtuoso equilibrio psicológico mediante
la renuncia, el desapego y el control del deseo.
Pero estas estrategias
solo tratan en realidad de encontrar un remedio a nuestra inhabilidad
innata de disfrutar de la vida de forma consistente, por eso debemos
consolarnos con el conocimiento de que la infelicidad no es nuestra culpa.
Es la culpa de nuestro diseño natural. Está en nuestros genes.
Los defensores de un
camino moralmente correcto hacia la felicidad también desaprueban el tomar
atajos con la ayuda de drogas psicotrópicas.
George Bernard Shaw dijo:
"No tenemos más derecho a consumir
felicidad sin producirla que a consumir riqueza sin producirla".
Aparentemente, hace falta ganarse el bienestar, lo que prueba que no es un
estado natural.
Los habitantes de la
novela de Aldous Huxley "Un mundo feliz" viven perfectamente felices
con la ayuda de "soma", una droga que los mantiene dóciles y
contentos. Huxley da a entender que un ser humano libre debe inevitablemente
sentirse atormentado por emociones difíciles.
Si nos dan la opción
entre tormento emocional y placidez feliz, sospecho que muchos elegirían la
última.
Pero el "soma"
no existe, por tanto el problema no es que el acceso a la satisfacción
confiable y constante por medios químicos sea ilegal, sino que es imposible.
Las sustancias químicas
alteran la mente (lo cual a veces puede ser bueno), pero como la felicidad no
está vinculada a un patrón de función cerebral en particular, no podemos
replicarlo químicamente.
La infelicidad que te
hace humano
Nuestras emociones son
mixtas e impuras, desordenadas, enredadas y, a veces, contradictorias. Investigaciones
han mostrado que las emociones y afectos positivos y negativos pueden coexistir
en el cerebro y ser relativamente independientes el uno del otro.
Este modelo muestra que
el hemisferio derecho procesa preferencialmente las emociones negativas,
mientras que las emociones positivas son procesadas por el lado izquierdo.
Cabe recordar que,
entonces, no estamos diseñados para ser consistentemente felices. En cambio sí
lo estamos para sobrevivir y reproducirnos.
Estas son tareas
difíciles, por eso estamos preparados para luchar y esforzarnos, buscar
gratificación y seguridad, combatir amenazas y evitar el dolor.
El modelo de emociones en
competencia planteado por la coexistencia del placer y el dolor se acomoda a
nuestra realidad mucho mejor que la dicha inalcanzable que nos quiere vender la
industria de la felicidad.
Es más, pretender que
cualquier grado de dolor es anormal o patológico solo generará sentimientos de
que somos inadecuados y frustración.
Postular que no hay algo
tal como la felicidad puede parecer un mensaje puramente negativo, pero el lado
positivo, el consuelo, es el conocimiento de que la insatisfacción no es
un fracaso personal.
Si a veces eres infeliz,
esto no es una falta que exige una reparación urgente, como pregonan los gurúes
de la felicidad. Lejos de ser así. Esta fluctuación es, de hecho, lo que te
hace humano.
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