-Tu nuera se ha quejado
de ti
-¿Y cuál es ahora mi
pecado?
-Dice que ya no compartes
con ellos el pan que compras
-¡Esta buena la cosa che!
Una tarde voy en busca de pan y encontré solo pan francés y ese pan al que le
untan manteca con azúcar
-¡Que no te gusta!
-¡Que no me gusta!
entonces me fui a la panadería y compre empanadas tortilla de queso, a la tarde
siguiente voy en busca de las empanadas y nada, solo pan francés duro. Busque
dinero y me fui a la panadería y compre tortillas y a la tarde siguiente: no había
ni una tortilla. Coci unos plátanos y se acabó el hambre. Tú me conoces y sabes
que solo como pan en el te de la siesta. Al otro día, solo encontré pan francés
—a ella ese pan le gusta y ese otro feo— entonces me fui a la panadería y me
compre roscas de maíz. Para no hacerlo largo, ellos se comen ya sea que compre
empanadas, tortillas y roscas y cuando yo no compro nada, ella compra ¡pan francés o ese pan de mierda!
-Y decidiste comprarte
para ti solo
-Así es, compro para mí
solo y eso me evita estar saliendo todos los días y volver con mi bolsita de plástico
y la verdad ya estoy cansado de andar con la bolsita. Desde el día que te
fuiste, todos los días iba a comprar pan, iba al mercado y volvía con bolsas
para que los chicos coman. Ahora son grandes, casados, ya no tengo ninguna obligación
con ellos, ya cumplí mi parte.
La eterna historia de suegras y nueras.
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