"Una vez un campesino, el cual iba a ir a la
ciudad a vender la cosecha de arroz en la que él y su esposa habían estado
trabajando. Su mujer le pidió que, aprovechando el viaje, no se olvidase de
traerle un peine.
El hombre llegó a la ciudad y una vez allí vendió la
cosecha. Tras hacerlo, se encontró y reunió con varios amigos y se pusieron a
beber y a celebrar lo conseguido. Después de ello, y aún un poco desorientado,
el campesino recordó que su esposa le había pedido que le trajera algo. No
recordaba, qué, con lo que acudió a una tienda y compró el producto que
más le llamó la atención. Se trataba de un espejo, con el cual regresó a su
hogar.
Tras dárselo a su esposa, se marchó de nuevo a
trabajar en el campo.
La joven esposa se miró en el espejo, y repentinamente
empezó a llorar. La madre de esta le preguntó el porqué de tal reacción, a lo
que su hija le pasó el espejo y le respondió que la causa de sus lágrimas era
que su marido había traído consigo otra mujer, joven y hermosa. La madre de
esta miró también el espejo, y tras hacerlo le respondió a su hija que no tenía
de qué preocuparse, dado que se trataba de una vieja".
Joven y hermosa sí, pero bastante desgreñada.
ResponderEliminarUn abrazo.
Esto que les ha ocurrido a las dos mujeres chinas, nos suele pasar a casi todos, dependiendo de cómo y qué miremos nos parece una u otra cosa, siempre diferente a lo que en realidad es.
ResponderEliminarUn abrazo!
Genial reflexion. Las cosas son como uno las mira. Te mando un beso.
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