Mi abuela me conto la historia de una familia que
todos los lunes le prendían una vela a una calavera y que ésta los cuidaba
haciendo ruido cuando ladrones intentaban entrar en su casa.
Un día hurgando las cosas de mi padre, encontré una
calavera, recordando la historia o leyenda que me conto mi abuela, al salir de
la escuela, compré una vela de sebo y el lunes la prendí. Y, se me hizo
costumbre prender la vela, todos los lunes y quedarme velándola hasta que se
consumiera.
Por esos días, aprendí a echar la maldición gitana
—películas españolas—, de la tal maldición poco recuerdo: escupir al suelo, dar
un golpe al talón derecho y desde luego desearle mala suerte.
El asuntechi es que la maldición surtía efecto.
Niños que me hicieron daño, a los días se caían y se
rompían el brazo o la pierna. O algún grandote de un puñetazo les rompiera la
nariz o que su padre perdiera empleo o su hermana terminara siendo madre
soltera o que lo sacasen del equipo de futbol o cualquier otra cosa que le
proporcionase sufrimiento.
La calavera me ha estado cuidando toda mi vida,
milagrosamente ha salvado mi vida muchas veces.
Hace diez años se vendieron las cosas de mi padre y entre esas cosas la calavera…, espero que la misma haya llegado a la vida solitaria de un niño y que le ayude, como me ayudo a mí.
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