viernes, 15 de marzo de 2024

0837: Pantaleon y las visitadoras

 Ahora bien, Pantaleón ofrece dos mudas, ambas del tipo cumulativo. 

Primero, existe en la novela la muda de la misión que el protagonista del libro es encargado de llevar a cabo, es decir: la misión del capitán Pantoja. Por si acaso, me permito resumir el argumento: el Ejército Peruano encarga al oficial de intendencia excepcionalmente concienzudo, a Pantaleón Pantoja, que vaya a la Selva para organizar un servicio de prostitutas. Este se desplazará por hidroavión y barco, a los diversos campamentos que el Ejército tiene en la región. Todo el proyecto se debe a que se espera, así, reducir las quejas eternas y cada vez mayores de la población civil sobre sus hijas, hermanas, esposas, amantes, tías, madres y hasta abuelas violadas por los marcialísimos y por ende, como se supone, virilísimos reclutas. Pantaleón se pone a trabajar. Con milagrosa eficiencia y esfuerzos burocráticos superables sólo por Kafka o un Ministerio de Finanzas, el oficial crea un servicio de "visitadoras" que claramente es, que se sepa y lamentablemente sólo en la ficción, el servicio de entretenimiento más "satisfactorio", por decirlo así, que jamás pueda haber existido doquiera y cuandoquiera: las chicas incluso tienen su propio himno patrio-erótico. No obstante este loabilísimo éxito, la población civil vuelve a quejarse, esta vez porque no le está permitido beneficiarse del servicio. La historia se cuenta, en gran parte, mediante documentos escritos: partes administrativos, informes sobre el progreso del proyecto, mediante recibos, estadísticas, resoluciones regionales, cartas particulares, mediante transcripciones de programas radiales, artículos periodísticos, cartas al editor, entrevistas, etc. 

La segunda muda de la novela es la que se da con la "Hermandad del Arca," guiada por el Hermano Francisco, un movimiento que se extiende cada vez más, a pesar de sus rituales poco atractivos: clavar animales en paredes o árboles, a falta de cruces. Ambos, la misión de Pantoja y el movimiento de la secta del Arca, son intrínsecamente proselitizantes, si bien en sentidos que difieren el uno del otro. El movimiento religioso es proselitizante en la acepción original de la palabra: busca o inspira a adeptos. La misión de Pantaleón es su distorsión farsesca: tanto los usuarios de su servicio como las por aquéllos usadas, se agolpan ante las puertas de Pantaleón para ser atendidos. En cierto modo, lo mismo podría decirse de la Hermandad del Arca: ella también corresponde a algo que los potencialmente "convertibles" (proselitizables) necesitan, aunque, claro está, es una necesidad digamos espiritual, y no la necesidad biológica o en todo caso fisiológica de los soldados por las prostitutas. En efecto —y de ninguna manera al azar por parte del autor—ambas necesidades se oponen diametralmente: los potenciales así como los ya convertidos hermanos y hermanas del Arca esperan, o creen ya recibir, un consuelo para el alma, mientras que los soldades requieren un solaz sexual. No obstante esta dialéctica, en ambos casos los líderes de las respectivas "empresas," tienen como meta el crecimiento ( = muda) de sus organizaciones. El Hermano Francisco, por su lado, persigue ese crecimiento con un esfuerzo incomparablemente menos consciente, menos administrativo, menos organizatorio, que el esfuerzo que pone el capitán Pantoja. En parte, esta diferencia entre los esfuerzos desplegados se debe simplemente a que el Hermano Francisco tiene que ver con una masa humana no organizada previamente, tiene que ver con una especie de caos espiritual y humano. Pantaleón, en contraste, tiene como material a satisfacer una masa ya organizada, acaso la más organizada que existe en la sociedad humana: el ejército. Los únicos elementos que Pantaleón tiene que traer desde más allá de esta organización, a saber: las prostitutas, son, precisamente por ello, y típica y significativamente, y antes que nada, uniformadas, puestas en planillas, hasta provistas de un himno institucional: el caos es absorbido por el orden, las putas por el ejército. Sería por eso, más tarde en la novela, que al invadir el caos—la población civil —el orden, mediante la emboscada tendida a las visitadoras, que surjiría lo que conducirá al desenlace del libro y a la disolución del Servicio de Pantaleón.

Dentro de esta disyuntiva "organización-caos" se sitúa el hecho de que Pantaleón —oficial de la intendencia, afin tenga que emplear, muy conscientemente, todas sus energías (incluso la sexual, a partir de cierto momento), todos sus talentos organizatorios y todos sus recursos disciplinarios, para la perfección de su misión y, sobre todo, para su extensión, para la amplificación del Servicio en todas las direcciones posibles. Una vez aceptada la idea de que la satisfacción del instinto sexual se puede organizar, canalizar, codificar y expresar en estadísticas, esa idea ya no tiene a quien la pare: pues el instinto sexual es ubicuo y no se da solamente en el ejército.

No sorprende entonces que Pantaleón contemple, más tarde, en efecto seriamente se pone como meta realizable, el que se incluya entre los beneficiarios también a los civiles. Lo que es más, el capitán Pantoja—una vez que ha aceptado la misión que le encargó el Ejército y una vez que se ha reconciliado con la lógica que le es inherente a esa misión—está en la obligación, bajo órdenes, de perfeccionar y ampliar su empresa. Recibe sus instrucciones de sus superiores terrestres, que son inevitables porque son concretos y que, además, tienen el poder de castigar.

El Hermano Francisco, en contraste, recibe sus instrucciones sólo de Dios, que no es concreto y cuyos castigos son conjeturales: no se puede comprobar que son castigos de Dios; pero sí se puede comprobar que la remoción del capitán Pantoja a teniente Pantoja se origina en la superioridad militar. Para el Hermano Francisco vale esto: "me lo han dicho las voces que escucho y que no vienen de este mundo," como él escribe, apropriadamente en una carta al editor de un periódico selvático O le vale esto: "como les ha enseñado [a La Hermandad] el cielo por mi boca" Y Dios no insiste, todavía, en informes estadísticos, en partes sobre el avance de un proyecto, en recibos por gastos incurridos en la ejecución de sus instrucciones.


Pero volvamos a la muda y a las leyes que le son inherentes. El Servicio de Pantaleón crece y crece y crece. Una comparación de los informes estadísticos que él envía al Ministerio de Guerra de tanto en tanto, muestra ese proceso clara y casi científicamente. Lo que es más, a cierta altura de la novela un general declara: "Si [Pantoja] al menos hubiera organizado la cosa de una manera mediocre, defectuosa. Pero ese idiota ha convertido el Servicio de Visitadoras en el organismo más eficiente . . ." 

De acuerdo a las mismas leyes de transformación que le son propias a la muda, el movimiento del Hermano Francisco también prolifera y de manera similar. Hasta tal grado, en efecto, que las mismas chicas del Servicio se sienten atraídas por él, muchas de ellas incluso se le adhieren. Hasta la mamá de Pantaleón llega a ser conversa de la Hermandad. Ahora bien, este proceso de crecimiento podría teóricamente seguir y seguir, intensificarse cada vez más. Limitándose uno a las premisas farsescas de la novela, no le sería difícil imaginarse que el Servicio de Visitadoras para Guarniciones, Puestos de Frontera y Afines abarque, o literalmente abrace, regiones cada vez mayores: primero, digamos, la entera distribución geográfica de la organización a la cual pertenece el Servicio; luego, lentamente, digamos que comprenda al sector no casado de la población civil; después, seguramente incluiría también a los casados; próximo, tal vez los países limítrofes; finalmente, el continente entero más México; Norteamérica, el mundo, el universo, posiblemente con una ayuda especial y especializada de un Servicio Universal o, si se prefiere. Cósmico, para astronautas. ¿Qué implicaciones tendría eso para la novela de marras? Sabemos que Vargas Llosa tiene la ambición ahora ya más que famosa, de escribir una "novela total"; pero es una ambición imposible o una "pasión no correspondida" por la realidad. Pues ningún novelista puede forzar toda la realidad, aquella realidad total, entre las dos tapas de un libro; ni mucho menos si persigue la meta del dudoso objetivismo literario, es decir: aquella de relegar al infierno de la novelística la psicología, que es. al fin y al cabo, una dimensión irrelegable de la realidad. Ningún autor puede hacer esto, porque su libro no terminaría nunca, a no ser que lo corte en algún punto dado, arbitrariamente. Podría por ejemplo concluir la novela en algún punto particularmente impresiónante de la historia que cuenta, y dejar el resto de ella a la imaginación del lector (piénsese en la novela de ítalo Calvino, Se una notte d'inverno un viaggiatore; pero Calvino no pretendió escribir una novela total). Entonces tendríamos que ver con una obra verdaderamente abierta, en el sentido de Umberto Eco. Surge ahora un problema estético. ¿Puede una farsa, una parodia, puede la ridiculización de una institución humana, pueden estos tres "géneros" permanecer abiertosl Una farsa, una parodia, una ridiculización, dejan de ser una farsa, parodia, ridiculización, si el objeto en su estado de haber sido tratado de manera farsesca, paródica, ridicula no resulta una versión completa (es decir, no abierta) del original "serio." O, con diferentes palabras, dejan de serlo si la versión procesada mediante las tres maneras no está redondeada, si el resultado del tratamiento continúa desarrollándose y, por ello, no es en verdad un resultado del tratamiento mencionado, sino un proceso, un devenir. En nuestro caso específico, la versión farsesca, paródica, ridiculizada que nos ofrece Mario Vargas Llosa en Pantaleón y las visitadoras de una característica entre otras que distinguen a ciertas instituciones humanas—aquí a la Iglesia y el Ejército —esa versión procesada no es ya un producto si prolifera, si amplía, crece, potencialmente hasta el infinito, pues entonces esa institución y su desarrollo se constituirían en algo abierto, algo que puede devenir tanto como lo puede su procesamiento. ¿Cómo puede el autor resolver este problema no sólo práctico —el número necesariamente limitado de páginas que caben entre dos tapas —sino también estético (como vimos)? El novelista debe, antes que nada, reducir lo potencialmente infinito de su ridiculización a proporciones finitas. Pero, ¿cómo va a hacer esto si la naturaleza misma de lo por él parodiado es intrínsecamente proselitizante, es inherentemente capaz de una expansión infinita? Creo que la solución reside en la yuxtaposición u oposición de una in- finidad potencial con otra infinidad potencial. En el presente contexto: al poner en oposición la misión de Pantaleón con el movimiento del Hermano Francisco. Esta oposición no necesita ser —y de hecho no es en Pantaleón y las visitadoras —directamente antagonista, es decir: nunca llegan a pelearse directamente digamos las visitadoras con los adeptos a la Hermandad. Muy al contrario, como ya señalé: un buen número de las prostitutas (como un buen número de sus clientes) son, un poco irónicamente, ellas mismas conversas o simpatizantes del movimiento del "profeta."

Sin embargo, es precisamente cuando las dos organizaciones, por intermedio de algunos de sus miembros, chocan una con la otra, por lo menos formalmente o, si se prefiere, oficialmente, y eso durante la emboscada a un convoy de visitadoras que termina en un asalto físico y, en un caso, fatal al personal del Servicio y en el secuestro de la estrella de Pantilandia, la Brasileña, emboscada y asalto organizados por un grupo de civiles frustrados, es precisamente entonces que comienza el desmoronamiento de la misión de Pantoja y de su espléndidamente eficiente Servicio, así como comienza la persecución definitiva y la extinción final de la Hermandad del Arca.

Se ve, pues: al emplear dos veces el recurso técnico de la muda, al depararle a esa muda dos veces —si bien mediante un solo incidente —una amputación en pleno desarrollo, Vargas Llosa se ha aprovechado de una estrategia narrativa para la estructuración de un material narrable: ha enfrentado dos mudas para interrumpir ambas, como dos autos que chocan en plena carrera.

Wolfgang A. Luchting


1 comentario:

  1. Hará casi cincuenta años que la leí y no la he releído. Disfruté mucho con su lectura.
    Un abrazo.

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