sábado, 5 de agosto de 2023

0733: Las Trece Rosas.

 "Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija que ya jamás te podrá besar ni abrazar… Que no me lloréis. Que mi nombre no se borre de la historia”, escribió Julia Conesa Conesa, modista, de 19 años, joven de pelo enrulado y mirada vivaz, la noche del 4 de agosto de 1939 en una celda de la Cárcel de Mujeres de las Ventas de Madrid.

Escribir una carta fue lo único que le permitieron a Julia la noche del 4 de agosto de 1939, cuando le anunciaron que iba a morir fusilada la madrugada siguiente.

Julia sabía que no moriría sola: esa misma noche otras doce mujeres estaban escribiendo sus últimas cartas. Se llamaban Ana López Gallego, Victoria Muñoz García, Martina Barroso García, Virtudes González García, Luisa Rodríguez de la Fuente, Elena Gil Olaya, Dionisia Manzanero Sala, Joaquina López Laffite, Carmen Barrero Aguado, Pilar Bueno Ibáñez, Blanca Brisac Vázquez, y Adelina García Casillas.

Con Julia pasarían a la historia con un nombre compartido que las haría inolvidables: Las Trece Rosas.

A ellas se le sumó Antonia Torre Yela. Se conocería como la Rosa número 14: fue condenada el mismo día que el resto, pero no fue fusilada hasta el 19 de febrero de 1940 a causa de un error de registro.

Eran modistas, pianistas, ayudantas de sastre, secretarias y amas de casa. Su delito común –el de todas menos una– era el de pertenecer a las Juventudes socialistas Unificadas (JSU). Casi todas eran menores de edad y la mayor tenía solo 29 años.

La República ya no existía, había sido derrotada y reemplazada por una dictadura oscurantista que se prolongaría durante 36 años.

Madrid había caído en manos de “los nacionales” el 1° de abril y desde hacía cuatro meses Francisco Franco era el dueño del poder –y también de la vida y de la muerte– en toda España.

Para el Generalísimo –como ya se hacía llamar– matar era una manera más de disciplinar al país con mano de hierro. Por eso, el final de la guerra no había terminado con las muertes. Se juzgaba de manera sumaria y se mataba rápida y públicamente.

Las cifras de ejecutados impactan. Los peores meses (de 1939) fueron junio, con 227 fusilados; julio, con 193; septiembre, con 106; octubre, con 123, y noviembre, con 201. Por días, los más sangrientos fueron el 14 de junio: 80 fusilados; 24 de junio, 102; 24 de julio, 48; el 5 de agosto, 56. Ese día, fueron fusiladas Las Trece Rosas, detalla el historiador Pedro Montoliú en su libro “Madrid en la posguerra, 1939-1946. Los años de la represión”.

Las trece jóvenes habían sido condenadas apenas 24 horas antes por un tribunal militar. La duración del juicio no pasó de minutos y la sentencia era definitiva: “Reunido el Consejo de Guerra Permanente número 9 para ver y fallar la causa número 30.426 que por el procedimiento sumarísimo de urgencia se ha seguido contra los procesados, responsables de un delito de adhesión a la rebelión. Fallamos que debemos condenar y condenamos a cada uno de los acusados a la pena de muerte”, dictaminaba el fallo.

1 comentario:

  1. sos una persona peculiar me encanta esa palabra
    yo feliz disfrutando del verano en mi casa con aire acondicionado
    saludos

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