El poema es el lugar en donde el hombre se encuentra
con la poesía, más concretamente con el poeta, porque el poeta vive en el poema.
La obra es inseparable de su creador.
En el caso de que éste sea desconocido se dice que es dios.
He oído reiteradamente que sólo interesa la obra en
sí, prescindiendo de su autor. No se puede hablar de poesía en abstracto,
haciendo a un lado la noción del poeta, puesto que la poesía existe por el
poeta. En teología se conoce al Creador por su creación, o sea que la hoja de
hierba nos conduce a Dios.
Hay un poema que se titula “Hojas de hierba”. ¿Qué
quiso decir Whitman con eso? Ah, pero los que tan acremente defienden la tesis
de la poesía sin poeta, ¡sin embargo firman sus obras! ¿Cómo leer a Barba–Jacob
sin Barba–Jacob? En el arte está el sello del autor, como en nosotros la marca
de dios, o del diablo. Porque existe el poeta diabólico, contento de serlo: Lautrèamont,
Genet, cien más, todos muy atractivos para los jóvenes. Es natural. El mal
también necesita sus poetas y sus artistas.
El mal y el bien no son enemigos: son socios. Se colaboran, se sostienen y se estimulan recíprocamente. Si construyeron un infierno tan vasto y poblado, en el que existían en tiempos de Jean de Weyer 7'405.926 demonios es de presumir que necesitarán músicos y poetas para amenizar las veladas de invierno.
No está la poesía al servicio del poeta, porque sería
servidora; sino el poeta al servicio de la poesía, como el sacerdote al
servicio del dios.
La poesía propagandística no es poesía, sino
propaganda. “¡Tome Coca-Cola!”. La primera vez que oí mencionar la palabra
coca. Más tarde dijeron que era delito.
El poema nace, no se hace. Quiere decir que el poeta
tiene que estar preñado.
El poema hechizo es un muñeco de simple redacción. Aún
para leer es necesario estar inspirado. El lector no inspirado, lector mecánico
y compulsivo, no entiende.
Se accede a la inspiración voluntariamente. Hay
métodos: disponibilidad, aislamiento, concentración.
Dice Platón: “La Musa inspira a los poetas, éstos
comunican a otros su entusiasmo, y se forma una cadena de inspirados”. El
lector inspirado es aún más escaso que el autor inspirado, desde que la
literatura dejó de ser arte para convertirse en un negocio del cual hasta los
poetas quieren participar, como el cura que vende los sacramentos.
No es de esa poesía ni de esos poetas astutos y negociantes
de lo que hablo.
El verdadero poeta lucha contra la poesía y hace largos esfuerzos por librarse de ella antes de rendirse. Pero existe también, como en todo, el poeta aficionado; y el que toma la poesía como escape y la convierte en vicio; o el hombre inofensivo y pintoresco que la incorpora a sus manías.
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