En la iglesia, mi hijo de tres años insiste en ser él quien introduzca la donación en la cesta de la colecta.
Un domingo, cuando le acercaron la cesta, alargó el sobre y preguntó en voz alta:
—¿Y cuándo va a venir Dios a recoger su pago?
Yo heredé la prominente nariz de mi padre. Una mañana, después de haber dormido muy mal, me senté en el borde de la cama.
—¿Qué te pasa, querida? —me preguntó mi esposo.
—No pude dormir. Tengo la nariz toda congestionada.
Él se levantó con calma, caminó hasta la puerta y dijo:
—Voy por la bomba destapacaños.
Un ejemplo de las diferentes personalidades de mis vástagos: mi hijo adolescente me compró un bonito collar; mi hija dice que quiere heredarlo cuando me muera.
Mi hijo y su esposa estaban empeñados en tener un hijo varón, y Trey llegó a los dos años de nacida su cuarta hija, Bridgette. Cuando tenía seis años, Trey le dijo Bridgette:
—No tengo con quién jugar. Quisiera que fueras niño.
—Mejor alégrate de que no soy niño —repuso ella—, porque si lo fuera, me llamaría Trey y tú no existirías.
En cuanto llegamos a la granja porcina de mis tíos después de un largo viaje en auto, mi tía salió corriendo a recibirnos. Tras los abrazos y los besos, papá le preguntó por mi tío.
—Está en el establo con los chanchos ¡Vayan a verlo! Les será fácil encontrarlo: es el único que lleva sombrero.
Al entrar al living de la casa sorprendí a nuestra gatita sentada en una mesa lateral, olfateando la copa de vino de mi esposo.
—¡Bájate! —le grité.
Mientras ella saltaba al suelo, les dije a mi marido y a mi hijo:
—Nunca la había visto hacer eso.
—¿En serio? —respondió mi hijo con un tono despreocupado—. Nosotros la vemos beber de tu vaso todo el tiempo.
Después de oír la explicación de la reproducción humana con ejemplos del reino animal, el hijito de mi hermana le preguntó:
—¿Así es como nacimos?
—Sí, así es —contestó su madre. Tras pensarlo un momento, el niño señaló a su padre y preguntó: —Y él, ¿de dónde salió?
En cierta ocasión en que mi madre sufrió una racha de fuertes dolores de cabeza, la convencimos para que acudiera al médico. Ya en el consultorio, el doctor le preguntó:
—¿Ha visto en estos días algún destello de luz o auras?
—No sé —respondió mamá—. No he tenido los lentes puestos.
Cuando mi hija se fue a estudiar la universidad a otra ciudad, empezó a acumularse su correspondencia del banco, de manera que una mañana tomé el teléfono para avisarle.
—Abre un sobre para ver qué es — me dijo.
Así lo hice y le advertí:
—Dice que tu cuenta no tiene fondos.
—Debe de ser un error —replicó—.Todavía me queda un montón de cheques.
Gracias por los chistes.
ResponderEliminarUn abrazo.