Vittorio de Sica provenia de una familia acomodada, y gracias a su empeño personal, y a su apostura latina, logra hacer carrera: actor y director teatral en la Roma de los años treinta, pasando despues al cine donde continuua perseverando en ambas facetas. Como cineasta, desde el principio dejo muy claros su intencion y su compromiso. Cuando en 1944 roda "La puerta del cielo" y, con 300 extras judios que el regimen de Mussolini le había facilitado, alargo la filmacion varias semanas con las mas absurdas excusas, esperando a que llegaran los aliados para liberar el pais. Salvo todas aquellas vidas en medio de un drama humano de autentico alcance. Su eterna sonrisa y sus buenas maneras eran buenos cortafuegos cuando hacia falta.
Si como director, pelculas como "Ladron de bicicletas" o "Dos mujeres" le granjearon un enorme prestigio internacional, como actor siempre fue solvente, aunque quizas algo mas peregrino.
Se sintia comodo en la comedia costumbrista "Made in Italia" y la convirtio en filon, bien flanqueado por la espectacular Gina Lollobrigida, llegando incluso a protagonizar algunas en España, donde se asento durante un tiempo.
Sophia Scicolone es, sin duda, la mayor estrella femenina que Europa exporto al cine internacional en la epoca dorada del mismo y ha mantenido tan honroso lugar durante mas de cinco decadas. Nacida en Roma en el 34, criada en Napoles en el bar que regentaba su madre desde que su padre las abandona, destaca con toda logica en diversos concursos de belleza y se dedicó a hacer fotonovelas, hasta que el productor Carlo Ponti, que la descubrió, la puso a trabajar en firme: llegó a hacer en 1954 diez películas, casi una al mes, preparó con esmero su salto a Hollywood y cuando vio que a ella no le era en absoluto indiferente la pidió en matrimonio.
Ella aceptó cuando descubrió que para ella era algo más que un simple mentor y consiguieron muchas cosas juntos: dos hijos con dificultad, y un puñado de títulos inolvidables: Empezando por “Dos mujeres”, por la que consiguió ser la primera actriz ganadora del Óscar por una película de habla no inglesa, representando a una desgarrada madre impotente ante los desmanes y la violencia de la Italia de la segunda guerra mundial. Por cierto, dirigida por De Sica. Aunque las producciones de Hollywood eran vitales para ella y la convirtieron en la segunda actriz mejor pagada después de Elizabeth Taylor, aunque muchas se filmasen en Europa, siempre tenía tiempo de volver a su país donde le ofrecían lo mejor de los mejor, al lado del mejor. Mastroianni y Loren nunca dejaron de ser pareja profesional así que pasen veinte años. Nunca retirada del todo, es presencia imprescindible en festivales y entregas de premios y, de vez en cuando, se lanza de nuevo al ruedo para recordar la excelencia de una carrera que la hizo muy feliz.
Siempre fue una actriz carismática y excepcional pero nunca pareció tan auténtica como en la de esta noche, vestida malamente, sucia del polvo del camino, sin maquillaje y despeinada y tirando de sus cuatro cosas. No es de extrañar que, tras una larga noche, que se pasó cocinando pasta para una semana para aplacar los nervios, cuando Cary Grant le comunicó a las siete de la mañana que el Oscar era suyo la embragara la alegría de quien ve recompensado un trabajo ejecutado a la perfección.
Mención aparte merece la aparición del francés más legendario, Jean Paul Belmondo, que se encontraba al inicio de su dilatada carrera. Ya era el rostro masculino de la “Nouvelle Vague”, adorado por Godard, Truffaut y Melville, pero también cortejado por las comedias y el cine de acción más popular. Rompió la taquilla en 1964 con las aventuras de un soldado francés en “El hombre de Río” y desde entonces fue capaz de hacer malabarismos equilibristas entre el cine de autor y los logros más comerciales.
Le aporta humanidad a una película aún vigente en muchos aspectos y en más lugares del mundo de los que pensamos, es que habla de la guerra y de las cicatrices que deja, del desarraigo y del desamparo pero de también de los lazos familiares y de amistad. Y de lo que significan: de quererse, protegerse y cuidarse, aun en las circunstancias más difíciles.
Tomado de las memorias de la actriz con referencia a la que es sin duda la película más importante de su carrera. “Todavía hoy, cuando vuelvo a verla en alguna ocasión, basta una escena para hacerme revivir la emoción de la primera vez. La piedra lanzada contra el jeep de los soldados y los insultos son un grito de rebelión contra el odio que tuvo durante muchos años al mundo sometido. La llama de esa rebelión debe mantenerse encendida, incluso en tiempo de paz, para que no bajemos la guardia. Para que algo así no vuelva a suceder.
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