martes, 14 de febrero de 2017

885: El amor en tiempos del Chikungunya

Necesitamos enamorarnos del mismo modo que necesitamos rezar, leer, bailar, pasear, ver una película o jugar durante horas: porque necesitamos trascender nuestro “aquí y ahora”, y este proceso en ocasiones es adictivo. Fusionar nuestra realidad con la realidad de otra persona es un proceso fascinante o, en términos narrativos, maravilloso, porque se unen dos biografías que hasta entonces habían vivido separadas, y se desea que esa unión sitúe a los enamorados en una realidad idealizada, situada más allá de la realidad propiamente dicha, y alejada de la contingencia. Por eso el amor es para los enamorados como una isla o una burbuja, un refugio o un lugar exótico, una droga, una fiesta, una película o un paraíso: siempre se narran las historias amorosas como situadas en lugares excepcionales, en contextos especiales, como suspendidas en el espacio y el tiempo. El amor en este sentido se vive como algo extraordinario, un suceso excepcional que cambia mágicamente la relación de las personas con su entorno y consigo mismas.
Sin embargo, este choque entre el amor ideal y la realidad pura se vive, a menudo, como una tragedia. Las expectativas y la idealización de una persona o del sentimiento amoroso son fuente de un sufrimiento excepcional para el ser humano, porque la realidad frente a la mitificación genera frustración y dolor. Y, como admite Freud, “jamás nos hallamos tan a merced del sufrimiento como cuando amamos; jamás somos tan desamparadamente infelices como cuando hemos perdido el objeto amado o su amor”.
Otro rasgo del amor romántico en la actualidad es que en él confluyen las contradicciones: queremos ser libres y autónomos, pero precisamos del cariño, el afecto y la ayuda de los demás. El ser humano necesita relacionarse sexual y afectivamente con sus semejantes, pero también anhela la libertad, así que la contradicción es continua, y responde a lo que he denominado la insatisfacción permanente, un estado de inconformismo continuo por el que no valoramos lo que tenemos, y deseamos siempre lo que no tenemos, de manera que nunca estamos satisfechos. A los seres humanos nos cuesta hacernos a la idea de que no se puede tener todo a la vez, pero lo queremos todo y ya: seguridad y emoción, estabilidad y drama, euforia y rutina.
La insatisfacción permanente es un proceso que nos hace vivir la vida en el futuro, y no nos permite disfrutar del presente; en él se aúna esa contradicción entre idealización y desencanto que se da en el amor posmoderno, porque la nota común es desear a la amada o el amado inaccesible, y no poder corresponder a los que nos aman. La clave está en el deseo, que muere con su realización y se mantiene vivo con la imposibilidad.
El statu quo se arraiga aún con fuerza en nuestra cultura, porque los cuentos que nos cuentan son los de siempre, con ligeras variaciones. Las representaciones simbólicas siguen impregnadas de estereotipos que no liberan a las personas, sino que las constriñen; los modelos que nos ofrecen siguen siendo desiguales, diferentes y complementarios, y nos seguimos tragando el mito de la media naranja y el de la eternidad del amor romántico, que se ha convertido en una utopía emocional colectiva impregnada de mitos patriarcales.
Paralelamente, multitud de mujeres han besado sapos con la esperanza de hallar al hombre perfecto: sano, joven, sexualmente potente, tierno, guapo, inteligente, sensible, viril, culto, y rico en recursos de todo tipo. El príncipe azul es un mito que ha aumentado la sujeción de la mujer al varón, al poner en otra persona las manos de su destino vital. Este héroe ha distorsionado la imagen masculina, engrandeciéndola, y creando innumerables frustraciones en las mujeres. El príncipe azul, cuando aparece, conlleva otro mito pernicioso: el amor verdadero junto al hombre ideal que las haga felices.
Pese a estos sueños de armonía y felicidad eterna, las luchas de poder entre hombres y mujeres siguen siendo el principal escollo a la hora de relacionarse libre e igualitariamente en nuestras sociedades posmodernas; por ello es necesario  seguir luchando por la igualdad, derribar estereotipos, destrozar los modelos tradicionales, subvertir los roles, inventarnos otros cuentos y aprender a querernos más allá de las etiquetas.

6 comentarios:

  1. Pues sí, totalmente de acuerdo. De todos modos tengo mis dudas respecto a si es bueno o no que los niños se crien leyendo esos cuentos como Cenicienta y el fueron felices y comieron perdices. Hay tiempo en la vida de sobra para despertar. Pero si estaría bien una mezcla de ello, quizá, no sé.
    A mí no me gusta nada el enamoramiento me parece una enfermedad y cuando me ha pasado he deseado que pasara pronto para poder ver la realidad. A mí me gustan más las etapas siguientes al enamoramiento, cuando en mi opinión llega el amor de verdad cuando llega.
    Y sí, hay que vivir el presente, cuesta, pero creo que es una cuestión de hábito y concentración. El pasado y el futuro no existen.
    Besos.

    ResponderEliminar
  2. En esta vida no se puede tener todo y siempre vas a tener que eligir, crecí con esta frase, que me decía mi madre y sí, tenía toda la razón.
    Lo importante saber qué estás dispuesto a dejar y qué a disfrutar una vez hecha la elección.

    Los cuentos, cuentos son.

    Un beso

    ResponderEliminar
  3. Pues, no puedo estar más de acuerdo contigo, Chaly. El mito del amor romántico nos ha hecho mucho daño y es una lacra contra la que hay que luchar. Pero no contra el amor, por supuesto. El amor es maravilloso y necesario, pero entre iguales, y no está mal dejarse seducir por sus placeres, siempre que sepamos dónde estamos. Siempre que no nos diluyamos en el otro. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Estoy de acuerdo que es necesario enamorarse , tanto como el comer, pero sin despegar los pies del suelo

    ResponderEliminar
  5. Estoy casi de acuerdo con todo. ¿De verdad necesitamos enamorarnos? ¿Es una necesidad? Yo no creo necesitar amor, de hecho, siempre que aparece es para problemas.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  6. El día que hombres y mujeres seamos iguales serà cuando los hombres sean minoría.


    Besos

    ResponderEliminar