Durante la primera semana
de clases en la facultad de ingeniería agronómica conocimos a todos nuestros
profesores para ese año a medida que teníamos clases de las diferentes
materias. El ambiente de la universidad nos era ajeno y nos sentíamos
ciertamente intimidados por las expectativas y las exigencias que estaban
puestas en nosotros.
Es común que algunas
materias fueran consideradas "filtros", ya que son las que separan la
paja del trigo entre los alumnos de primer año.
La más aterradora entre
las materias filtro era Cálculo I. Cuando llegó el profesor se presentó, miró
la clase, contó los alumnos y dijo: "Aquí cuento 25 alumnos, y doy clases
en 4 cursos, eso suma unos 100 alumnos aproximadamente. El año que viene van a
ser alrededor de veinte"
El silencio de adueñó de
la clase, y todos nos mirábamos pensando lo difícil que sería ese curso y lo
exigente que sería el profesor. En ese momento, intentando consolarnos sin
éxito ante tan cruda expresión de la realidad, el profesor agregó "mas no
se preocupen, los que tengan que estar, van a estar. Lo que pasa es que algunos
de ustedes serán médicos, o abogados, o arquitectos, pero aún no lo saben.
Otros no estarán dispuestos a dedicarle tanto tiempo y esfuerzo a la
universidad, o les parecerá muy árido el tema, y se dedicarán a hacer cosas más
prácticas, como mecánica, panadería, chef de cocina o comercio. Algunos
volverán cuando estén mejor preparados, pues no han tenido suficiente
preparación previa y se les hará muy difícil. También hay algunos que son
simplemente vagos y no tienen la motivación para estudiar. Esos ya saben
quiénes son, y podrían dejar su lugar hoy mismo."
Dicho esto comenzó la
clase con ánimo y profesionalismo contagioso (al menos para mí) como si nada
hubiera pasado.
Al año siguiente, en
Cálculo II éramos 18 alumnos. Muchos de mis compañeros de estudios del primer
año son hoy exitosos profesionales en otros rubros, uno es el próspero dueño de
una cadena de fábricas de pastas, uno es un "handy man" que hace todo
tipo de reformas, reparaciones y construcciones y tiene pinta de ser muy feliz,
varios de ellos han hecho una buena vida en el comercio, y uno es, además de
calculista de estructuras reconocido, profesor de Cálculo en la universidad.
Al principio piensas que ese profesor era un cabrito, pero en realidad lo único que estaba haciendo era compartir su experiencia con las alumnos para que nadie se llamara a engaño.
ResponderEliminarUn abrazo.
Jajaja me ha hecho gracia después de todo.
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