sábado, 1 de julio de 2017

996: Pepelucho

Pepelucho respetaba a su padre, pero era por razones que nadie hubiera acertado a suponer.  
Lo respetaba porque era de elevada estatura y salía de parranda; y porque, cierta vez, sin duda con el ánimo de castigarla, agarró a una de las sirvientas y la  llevo en brazos a su habitación. Pepelucho, la vio salir poco después, llorosa y desabrochada, alegrándose del castigo, pues era la que siempre se comía la compota devuelta a la alacena.

El padre era un ser terrible y magnánimo al que debla amarse después de Dios. Para Pepelucho era más Dios que Dios, porque sus dones eran cotidianos y tangibles. Pero prefería el Dios del cielo, porque fastidiaba menos. 

8 comentarios:

  1. Me quedé con ganas de más...

    Besos

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  2. El Dios del cielo cuando se cabrea de verdad puede ser también terrible.
    Un abrazo.

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  3. Hay padres que poca falta hacen.
    un beso

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  4. Eso no se hace con la compota, no señor.

    Saludos,

    J.

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  5. Ya se veía que era un hijo de puta al bautizarla Pepelucho.
    Saludos.

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  6. Jajajaja, me río del comentario de arriba.
    Está claro que los humanos y peor cuanto más cercanos están, incordian mucho más que los dioses.

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