domingo, 26 de septiembre de 2010

58: El Tauromáquico

Podría tener el atrevimiento de afirmar que si un cojonudo escribiría un mamotreto él lo titularía "Los caballeros las prefieren brutales" y él aseveraría que el verdadero mal de este siglo es la inestabilidad macrobiótica tanto en copuchentos como en féminas.

En lo que recalcaría sublimemente hasta el holocausto es que las mujeres, diariamente y sin perder un minuto deberían transformarse en catadoras de hombres como una terapia de un climaterio solitario y lleno de recuerdos.

A continuación él mostraría tipos de cojonudos que las mujeres deberán de probar por qué en el uso y abuso está el conocimiento y de esta nace la inexperiencia que las forjará, endurecerá y las hará mucho más agradables para los sinsabores de la vida marital.

El comida rápida: el hombre ideal para la ilusa que construye castillos con fundamento de un polvo fugaz.

El comida típica: el prototipo ideal para la fémina introvertida, frígida y poco conversadora.

El domicilio: para aquella que le gusta naufragar en el mar del noveno mandamiento.

El paella: el hombre ideal para toda mujer que odia maquillarse y gusta andar desarreglada dentro de la casa.

El tetafula: el tipejo especial para toda mujer vanidosa y llena de encantos natural exprofeso y encantos supernaturales añadidos.

El lomo fino: ideal para las feas las cuales tienen derecho a un polvo de vez en cuando.

El parrilla: para aquella mujer con dinero que le agradan los hombres bebedores ya que el alcohol los hace desinhibidos.

El pollo asado: son para aquellas féminas que quieren ser madres y amantes al mismo tiempo.

El risotto: especial para todas aquellas mujeres tercas y dominadoras y que creen que pueden cambiar al mundo.

El chorizo: man adecuado para aquellas féminas con espíritu de mártir.

El pasta: espécimen superlativo adecuado para todas las noveles en el arte sexual.

El buñuelo: es el hombre con el que las abuelitas sueñan para sus nietas pues les parece un buen tipo y nadie se atrevería a contradecir los gustos de las viejitas del siglo pasado.

El sopita en bajo: es el hombre que siempre estará presto para un polvacho y se mantendrá en segundo plano esperando el próximo.

El lenteja: hombre apto para toda mujer indecisa.

El roscón: espécimen apto para toda mujer con glamour.

El churro: es el hombre con el que sueñan todas las mujeres, pero pocas lo consiguen y las pocas que lo consiguen terminan odiándolo al comprobar que ellas envejecen y él no.

El helado: el hombre ideal para toda fémina con inclinaciones lésbicas.

El perro caliente: propio para la mujer con amplia parentela femenina y que le encanta el chismorreo.

El alka seltzer: es el hombro donde las lágrimas de la desilusión se acuestan, mientras la mano de él acaricia su entrepierna. Toda mujer siempre deberá tener a mano este paño y este pipi para aquellos momentos en que la ingesta de los anteriores platillos haya atiborrado su sed de experiencia psicovaginales.

El copuchento terminaría indicando:
En las féminas es cuestión el aprender el arte del buen coger. Es decir, aprender a clasificar lo que le gusta, lo que le sirve o no, para tener la vida que usted se ha delirado. Si no, viva del sexo y deje de envidiar a sus amigas. Confórmese con lo que escogió y tiene encima. deje de soñar con grandes pipis y las 69 posiciones del kamasutra. Y por favor, deje respirar a ese hombre que no tiene la culpa de que usted haya escogido mal. Y dele, al menos, la oportunidad de una fellatio de vez en cuando. Lo cierto es que la mayoría de las mujeres son terribles y lo que quierem, casi nunca corresponde al escenario que escogen. Por esto, muchas de ellas viven amargadas, frustadas y reniegan del cojonudo así éste sea un dechado de virtudes aunque usted jamás lo crea.

lunes, 13 de septiembre de 2010

57: El Tauromáquico

Isabella Santo Domingo en su libro “Los caballeros las prefieren brutas” asegura que el verdadero mal del siglo 21 es la inestabilidad emocional en las mujeres. Y que las mujeres deberán convertirse en catadoras de hombres como una terapia de supervivencia.

A continuación la autora muestra tipos de comidas que las mujeres deberán de evitar si no quieren terminar siendo más infelices de lo que ya son actualmente:

El comida rápida, este espécimen es un buen pedazo de carne, pero nada más. Se come rápido, de apuro y no es para nada saludable. Más que nada para la mente.

El comida típica, las mismas posiciones aburridas, la misma conversación y la misma sensación de vacío al final.

El domicilio, a este tipo solo le interesa el sexo, el que nunca la llevará a la esquina a comer una salchicha y que a usted tampoco le interesa salir a la calle con él.

La paella, comer paella significa atenderlo en la casa, criarle los hijos y, aun así, que se vaya con otra.

El tetafula, es la clase de tipo que no las admira más que por sus curvas. Es al que se le van los ojos detrás de cuanta “copa 38D” se le atraviesa por el camino.

El lomo fino, el plato no es más que un pendejo que, en vez de traer el pan a la casa, se lo lleva a la otra. El que una mujer termina manteniendo para no quedarse sola.

El parrilla, es el que sin cerveza no funciona. Este platillo gourmet es el típico hombre que en público es el mejor anfitrión, pero que en privado ni la determina. Es el que confía que su pareja lavará los platos, cuando sus amigos se hayan ido.

El pollo asado, es decir el niño, el que para bronceado porque no hace más que pasear. Este bocadillo, ensarta el corazón y da vueltas y vueltas al asunto y nunca decide nada.

El risotto, el típico bueno para nada que, encima de todo se las da de muy gracioso. El que se lava las manos de toda responsabilidad. El encantado de la vida que vive muerto de la risa, pero que niega todo cuando se lo pilla con las manos en la masa.

El chorizo, es aquel bien dotado pedazo de carne grasosa que, a pesar que la mujer sabe que no es saludable para el corazón ella lo consume. Lo interesante es que usualmente viene como parte de una larga cadena y, después de uno, siempre viene otro igual detrás.

El pasta, un don nadie que se adhiere como un pegote, la única manera para sacárselo de encima es anunciarle de repente que está embarazada. Son una maravilla para salir huyendo.

El buñuelo, el regordete, bonachón, grasoso, calvo y encima de todo amante de los fritos. Es el hombre con el que las abuelas sueñan para marido de sus nietas pues les parece un buen tipo y nadie dice lo contrario. El problema es que como todo entra por los ojos… y es que…. ¿acaso no merecemos algo mejor?

El sopita en bajo, es el que nunca clasifica para novio, pero que sí vale la pena retenerlo por ahí cerca por si las moscas.

El lenteja, es un lento para todo. El indeciso que toma sus licencias eternas para regalar un poco de seguridad que la mujer necesita. El que se demora para todo, menos para venirse.

El roscón, es ese que se las da de muy macho, pero que parece una piñata, “lleno de maricaditas”

El churro, este hombre atrae a simple vista y sin tener que hacer el mínimo esfuerzo. Todas lo miran… y a su vez a él le encanta que lo miren. Es el hombre que deleita, que provoca, pero que al final empalaga tanto que produce náuseas.

El helado, ese hombre poco detallista, circunspecto, aburrido y, encima de todo criticón. Ese al que le dará exactamente lo mismo si duerme a su lado en pijama, baby doll, sin ropa o… ¡sin él!

El perro caliente, el problema fundamental con esta popular comida rápida es que pone los cuernos indiscriminadamente. Es decir, le da igual si es con una de su categoría o de varios escalones menos y es de los que se enfurecen terriblemente ante cualquier reclamo de su pareja.

El alka seltzer, este modelo de hombre es con el que la mujer sale para aliviarse de tanta indigestión. Las mujeres nunca apreciaron sus bondades y solo es utilizado después de comer tantas pendejadas y porquerías. Es el hombre que deja poca huella y que su recuerdo se diluye rápidamente como la espuma.

Termina indicando:
Es cuestión de aprender el arte del descarte. Es decir, aprender a clasificar lo que le gusta, lo que le sirve o no, para tener la vida que usted ha soñado. Si no, viva del amor y deje de envidiar a sus amigas. Confórmese con lo que escogió y tiene al lado. Deje de soñar con grandes galas y zapatillas de cristal. Y por Dios, deje en paz a ese hombre que no tiene la culpa de que usted haya escogido mal. Y dele, al menos, la oportunidad de una vida digna. Lo cierto es que la mayoría de las mujeres somos terribles y lo que pensamos, lo que queremos, casi nunca corresponde a la realidad que escogemos. Por esto, muchas de ellas viven amargadas, frustradas y reniegan del marido así éste sea un dechado de virtudes.(Editorial Grijalbo)
Un libro de cabecera para todas aquellas mujeres que siguen soñando.