sábado, 31 de agosto de 2013

298: Las víctimas del seductor: La estrella en decadencia, La principiante

La estrella en decadencia. Todos queremos atención, brillar, pero en la mayoría de nosotros estos deseos son fugaces y fáciles de enmudecer.
El problema de las estrellas en decadencia es que en cierto momento de su vida se vieron convertidas en el centro de la atención —quizá fueron bellas, encantadoras y bulliciosas; tal vez fueron atletas, o tuvieron otro talento—, pero esos días se han ido ya. Podría parecer que han aceptado esto, pero el recuerdo de haber brillado una vez es difícil de superar. En general, dar la impresión de desear atención, de tratar de destacar, no es bien visto por la buena sociedad o en los centros de trabajo. Así que para llevar las cosas en paz, las estrellas en decadencia aprenden a aplastar sus deseos; pero al no obtener la atención que creen merecer, se vuelven rencorosas. Puedes reconocerlas por ciertos
momentos de descuido: de repente reciben atención en un escenario social, y eso las hace brillar; mencionan sus días de gloria, y un pequeño destello titila en sus ojos; un poco de vino en el sistema, y se ponen eufóricas.
Seducir a este tipo es simple: sólo vuélvelo el centro de atención. Cuando estés con ella, actúa como si fuera una estrella y te deleitaras en su fulgor. Hazla hablar, en particular de sí misma. En situaciones sociales, apaga tus colores y déjala parecer divertida y radiante en comparación. En general, juega al encantador. La recompensa de seducir a estrellas en decadencia es que despiertas emociones intensas. Ellas se sentirán sumamente agradecidas contigo por dejarlas resplandecer. Cualquiera que sea el grado en se hayan sentido aniquiladas y frustradas, aliviar ese dolor libera pasión y fuerza, en dirección a ti. Se enamorarán locamente. Si tú mismo tienes tendencias de estrella o dandy, sería
recomendable que evitaras a estas víctimas. Tarde o temprano esas tendencias saldrán a la luz, y la competencia entre ustedes será desagradable.

La principiante. Lo que distingue a los principiantes de los jóvenes inocentes ordinarios es que son fatalmente curiosos. Tienen escasa o nula experiencia del mundo, pero han sido expuestos a él de segunda mano, en periódicos, películas, telenovelas. Puesto que consideran su inocencia una carga, ansían que se les inicie en los usos del mundo. Todos los juzgan dulces e inocentes, pero ellos saben que no es así: no pueden ser tan angelicales como la gente cree.
Seducir a un principiante es fácil. Pero hacerlo bien requiere un poco de arte. A los principiantes les interesan las prójimas con experiencia, en particular con un toque de depravación y maldad. Da demasiada fuerza a ese toque, no obstante, y los intimidarás y asustarás. Lo que ofrece mejores resultados con un principiante es una combinación de cualidades. Tú misma debes ser un tanto infantil, de espíritu travieso. Simultáneamente, debe quedar claro que posees honduras ocultas, aun siniestras. (Este fue el secreto del éxito de Lord Byron con tantas mujeres inocentes.) Inicias a tus principiantes no sólo sexual, sino también experiencialmente, exponiéndolas a nuevas ideas, llevándolos a nuevos lugares, nuevos mundos tanto literales como metafóricos. No vuelvas inquietante ni sórdida la seducción; todo debe ser romántico, aun el lado malo u oscuro de la vida. Los jóvenes tienen sus ideales; es mejor iniciarlos con un toque estético. El lenguaje seductor obra maravillas en los principiantes, como lo hace la atención a los detalles. Espectáculos y eventos coloridos apelan a sus sentidos delicados. Son fáciles de engañar con estas tácticas, porque carecen de experiencia para adivinar tus auténticos fines.
A veces son algo mayores y ya han sido educados, al menos un poco, en los usos del mundo.
Pero fingen inocencia, porque advierten el poder que ésta tiene sobre las prójimas maduras. Estos son entonces principiantes afectados, conscientes del juego que practican, pero principiantes al fin. Quizá sea menos fácil engañarlos que a los principiantes puros, pero la manera de seducirlos es casi la misma: combina inocencia y depravación y los fascinarás.

martes, 27 de agosto de 2013

297: Los objetivos del seductor: La niña, mimada, La mojigata

La niña, mimada. Estas prójimas fueron las clásicas niñas consentidas. Un padre o madre amantísimos satisfacían todos sus gustos y deseos: diversiones interminables, un desfile de juguetes, cualquier cosa que los tuviera felices uno o dos días. Mientras que muchos niños aprenden a entretenerse solos, inventando juegos y buscando amigos, a las niñas mimadas se les enseña que los demás están para divertirlas. Tantas contemplaciones las vuelven perezosas, y cuando crecen y el padre o la madre ya no están ahí para consentirlas, tienden a aburrirse y alterarse. Su solución es buscar placer en la variedad, Pasar rápidamente de un prójimo a otro, un trabajo a otro, un lugar a otro antes de que aparezca el aburrimiento. Las relaciones no les sientan bien, porque en ellas son inevitables el hábito y la rutina. Pero su incesante búsqueda de variedad les cansa, y tiene un precio: problemas de trabajo, una sarta de cogimientos insatisfactorios, amigos dispersos por todo el mundo. No confundas su inquietud e infidelidad con la realidad: lo que él niño o la niña mimados en verdad buscan es una persona, la figura paterna o materna, que les siga dando los mimos que imploran.
Para seducir a este tipo de víctima, prepárate para brindar mucha distracción: nuevos lugares por visitar, experiencias inusitadas, color, espectáculo. Tendrás que mantener un aire de misterio, sorprendiendo sin cesar a tu objetivo con un nuevo lado de tu carácter. La variedad es la clave. Una vez que las niñas mimadas caen en la trampa, es más fácil lograr que dependan de ti y reduzcas tu esfuerzo. A menos que los mimos de la infancia lo haya vuelto demasiado pesado y perezoso, este tipo es una víctima excelente: te será, tan leal como alguna vez lo fue con mamá o papá. Pero tú tendrás que hacer gran parte del trabajo. Si buscas una relación prolongada, ocúltalo. Ofrece a una niña mimada seguridad a largo plazo e inducirás una huida de pánico. Reconoce a este tipo por la turbulencia de su pasado —cambios de trabajo, viajes, relaciones de corto plazo— y por el aire de aristocracia, más allá de la clase social, que se desprende de haber sido tratado alguna vez a cuerpo de rey.

La mojigata. La mojigatería sexual todavía existe, aunque es menos común que antes.
Pero la gazmoñería no se reduce al sexo; un mojigato es alguien demasiado preocupado por las apariencias, por lo que la sociedad considera conducta apropiada y aceptable. Los mojigatos
permanecen dentro de los estrictos límites de lo correcto, porque temen más que nada al juicio de la sociedad. Vista bajo esta luz, la mojigatería es hoy tan frecuente como siempre.
Al nuevo mojigato le preocupan sobremanera las normas de bondad, justicia, sensibilidad política, buen gusto, etcétera. Pero lo que caracteriza al nuevo mojigato tanto como al antiguo es que en el fondo le excitan e intrigan los vergonzosos placeres transgresores. Atemorizado por esta atracción, corre en sentido contrario, y se vuelve el más correcto de todos. Tiende a vestir con colores apagados; jamás correría riesgos de moda, desde luego. Puede ser muy sentencioso y crítico de quienes asumen riesgos y son menos correctos. También es adicto a la rutina, lo que le proporciona un medio para aplastar su turbulencia interior.
A los nuevos mojigatos les oprime en secreto su corrección y anhelan transgredir. Así como los mojigatos sexuales pueden ser magníficos objetivos para un libertino o una sirena, el nuevo mojigato se sentirá muy tratado por alguien con un lado peligroso o atrevido. Si deseas a un prójimo de este tipo, no te engañes por sus juicios sobre ti o sus críticas. Ésta es sencillamente una señal de lo mucho que la fascinas: estás en su mente. De hecho, a menudo podrás atraerlo a la seducción si le das la oportunidad de criticarte, o hasta de intentar reformarte. No te tomes a pecho nada de lo que diga, por supuesto, pero tendrás la excusa perfecta para pasar tiempo con él, y a los nuevos mojigatos puedes seducirlos con tu simple contacto. Este tipo es en realidad una víctima excelente y gratificante. Una vez que lo animas y logras que se desprenda de su corrección, el sentimiento y la energía lo inundan. Incluso podría arrollarte. Tal vez tenga una relación con alguien tan aburrido como él: no te desalientes. Simplemente está dormida, a la espera de que la despierten.

miércoles, 14 de agosto de 2013

296: Los objetivos del seductor

Nadie en este mundo se siente pleno y completo. Todos sentimos algún vacío en nuestro carácter, algo que necesitamos o queremos pero que no podemos conseguir por nosotros mismos.
Cuando nos enamoramos, por lo general es de alguien que parece llenar ese vacío. Este proceso suele ser inconsciente y depender de la fortuna: confiamos en que la persona indicada se cruzará en nuestro camino, y cuando nos enamoramos de ella esperamos que corresponda a nuestro amor.
Sin embargo, el seductor no deja estas cosas al azar.
Examina a la gente que te rodea. Olvida su fachada social, sus rasgos de carácter obvios; ve más allá y fíjate en los vacíos, las piezas faltantes en su psique. Esta es la materia prima de la seducción. Presta especial atención a su ropa, sus gestos, sus comentarios casuales, las cosas de su casa, ciertas miradas; hazla hablar de su pasado, en particular de sus romances. Y poco a poco saldrá a la vista el contorno de esas piezas faltantes. Comprende: las personas emiten constantes señales de lo que les falta. Anhelan plenitud, sea ilusoria o real; y si ésta tiene que venir de otro individuo, él ejerce tremendo poder en ellas. Podríamos llamarlas víctimas de la seducción, aunque casi siempre son víctimas voluntarias.

En nueve entregas se describirán los dieciocho tipos de víctimas, cada uno de los cuales presenta una carencia dominante. Aunque tu objetivo bien podría revelar rasgos de más de un tipo, usualmente se asocian por una necesidad común. Alguien podría parecerte tanto nuevo mojigato como estrella en decadencia, pero lo común en ambos tipos es una sensación de represión y, en consecuencia, el deseo de ser osado, junto con el temor de no poder o no atreverse a hacerlo. Al identificar el tipo de tu víctima, ten cuidado de no engañarte con las apariencias. Lo mismo en forma deliberada que inconsciente, solemos desarrollar una fachada social específicamente ideada para disfrazar nuestras debilidades y carencias. Por ejemplo, tú podrías creer que tratas con alguien duro y cínico, sin darte cuenta de que en el fondo tiene un corazón muy sensible, y que en secreto suspira por cogerte. Y a menos que identifiques su tipo y las emociones que esconde bajo su rudeza, perderás la oportunidad de seducirlo. Más todavía: abandona el feo hábito de creer que otros presentan las mismas carencias que tú. Quizá implores comodidad y seguridad; pero si los das a otra persona porque supones que también los necesita, es muy probable que la asfixies y ahuyentes.
Jamás trates de seducir a alguien de tu mismo tipo. Serán como dos rompecabezas a los que les
faltan las mismas piezas.

LOS DIECIOCHO TIPOS.

El libertino o la sirena reformada. Las personas de este tipo fueron alguna vez seductores despreocupados que hacían lo que querían con el sexo opuesto. Pero llegó el día en que se vieron obligados a renunciar a eso: alguien los acorraló en una relación, tropezaron con demasiada hostilidad social, se hicieron viejos y decidieron sentar cabeza. Cualquiera que haya sido la razón, puedes estar seguro de que experimentan cierto rencor y una sensación de pérdida, como si les faltara un brazo o una pierna. Siempre intentamos recuperar los placeres que vivimos en el pasado, pero esta tentación es particularmente grande para el Libertino o la sirena reformada, porque los placeres que hallaron en la seducción fueron intensos. Estos tipos están listos para su cosecha: basta que te cruces en su camino y les des la oportunidad de recobrar sus costumbres libertinas o de sirena. Les hervirá la sangre, y el llamado de su juventud los abrumará.
Sin embargo, es crucial hacer sentir a estos tipos que son ellos los que realizan la seducción. En el caso del libertino reformado, debes incitar su interés de modo indirecto, y luego dejarlo arder y rebosar de deseo. A la sirena reformada debes darle la impresión de que aún posee el irresistible poder de atraer a un prójimo y de hacerlo dejar todo por ella. Recuerda que lo que les ofreces a estos tipos no es otra relación, otra restricción, sino la oportunidad de huir de su pareja y divertirse un poco. No te desanimes si tienen pareja; un compromiso preexistente suele ser el complemento perfecto. Si lo que quieres es atraparlos en una relación, ocúltalo lo mejor que puedas y entiende que quizá eso no será posible. El libertino o la sirena es infiel por naturaleza; tu capacidad para incitar antiguas sensaciones te da poder, pero tendrás que vivir con las consecuencias de su irresponsabilidad.

La soñadora desilusionada. De niños, los individuos de este tipo probablemente pasaron mucho tiempo solos. Para entretenerse, inventaron una convincente vida de fantasía, nutrida por libros, películas y otros elementos de la cultura popular. Pero al crecer, cada vez les es más difícil conciliar su vida de fantasía con la realidad, así que a menudo les decepciona lo que tienen. Eso es particularmente cierto en las relaciones. Estos individuos soñaron con personajes románticos, peligros y emociones, pero lo que tienen es un amante con flaquezas humanas, las pequeñas debilidades de la vida diaria. Al paso de los años, podrían forzarse a transigir, pues de lo contrario se quedarían solos; pero bajo la superficie están amargados, y siguen ansiando algo grandioso y romántico.
Puedes reconocer a este tipo de víctima por los libros que lee y las películas que va a ver, la forma en que escucha cuando le cuentan, aventuras reales que algunos logran vivir. En su ropa y mobiliario se dejará ver un gusto por el drama o romance exuberante. A menudo está atrapado en relaciones monótonas, y ciertos comentarios aquí y allá revelarán su desilusión y tensión interior.
Estas personas pueden ser víctimas excelentes y satisfactorias. Primero, por lo general tienen una enorme pasión y energía reprimidas, que tú puedes liberar y dirigir hacia ti.
También tienen mucha imaginación, y responderán a cualquier cosa vagamente misteriosa o romántica que les ofrezcas. Lo único que debes hacer es ocultar ante ellas algunas de tus cualidades menos elevadas, y concederles una parte de su sueño. Esta podría ser su oportunidad de hacer realidad sus aventuras o de ser cortejadas por un espíritu cortés. Si les das una parte de lo que quieren, ellas imaginarán el resto. No permitas por ningún motivo que la realidad destruya la ilusión que has creado. Un momento de mezquindad y esta gente se irá, más amargamente desilusionada que nunca.

sábado, 10 de agosto de 2013

295: ELLA REPRESENTA LA FANTASÍA MASCULINA DE UNA PRÓJIMA MUY SEXI Y TENTADORA QUE OFRECE INTERMINABLE PLACER

A un prójimo suele agobiarle en secreto el papel que debe ejercer: ser siempre responsable, dominante y racional. La sirena es la máxima figura de la fantasía masculina porque brinda una liberación total de las limitaciones de la vida. En su presencia, siempre realzada y sexualmente cargada, el prójimo se siente transportado a un mundo de absoluto placer. Ella es peligrosa, y al perseguirla con tesón, el prójimo puede perder el control de sí, algo que ansía hacer. La sirena es un espejismo: tienta, cultivando una apariencia y actitud particulares. En un mundo en que las prójimas son, con frecuencia, demasiado sosas para proyectar esa imagen, la sirena aprende a controlar la libido de los prójimos encarnando su fantasía.

Su prototipo es la diosa Afrodita, pero no creas que es cosa de leyenda e historia: representa la poderosa fantasía masculina de una prójima muy sexi y extraordinariamente segura y tentadora que ofrece interminable placer junto con una pizca de peligro. Dentro del matrimonio o la casa paterna, el prójimo se encuentra sin salidas, sus impulsos quedan encerrados en él y lo corroen, volviéndose aún más explosivos por ser reprimidos.

Si lo que tú buscas es fuerza de seducción, la sirena es la más poderosa de todas. Opera sobre las emociones básicas de un prójimo; y si desempeña de modo apropiado su papel, puede transformar a un copuchento normalmente fuerte y responsable en un niño y un esclavo. La sirena no tiene que preocuparse por buscar a la víctima correcta. Su magia actúa sobre todos.

Antes que nada, una sirena debe distinguirse de las demás prójimas. Ella es rara y divina por naturaleza, única en su grupo; es también una valiosa joya por arrebatar a otros prójimos. Cleopatra se diferenció por su intenso sentido teatral; el recurso de la emperatriz Josefina Bonaparte fue la languidez extrema; el de Marilyn Monroe, la indefensión infantil. El físico brinda las mejores oportunidades en este caso, ya que la sirena es eminentemente un espectáculo por contemplar. Una presencia acentuadamente femenina y sexi, te diferenciará de inmediato, pues la mayoría de las prójimas carecen de seguridad para proyectar esa imagen. Habiéndose distinguido de las demás, la sirena debe poseer otras dos cualidades críticas: la habilidad para lograr que el prójimo la persiga con tal denuedo que pierda el control, y un toque de peligro. E1 peligro es increíblemente seductor. Lograr que los prójimos te persigan es relativamente sencillo: te bastará con una presencia intensamente sexual. Pero no debes parecer ramera, a quien los prójimos persiguen sólo para perder pronto todo interés. Sé en cambio algo esquiva y distante, una fantasía hecha realidad. Hoy tú podrías tomar como modelo a una diosa del cine, cualquiera con aspecto exuberante, e incluso imponente. Estas cualidades harán que un prójimo te persiga con vehemencia; y entre más lo haga, más creerá actuar por iniciativa propia. Ésta es una excelente forma de disimular cuánto lo manipulas.

La noción de peligro, de desafío, podría parecer anticuada, pero el peligro es esencial en la seducción. Añade interés emocional, y hoy es particularmente atractivo para los prójimos, por lo común racionales y reprimidos. Así como los antiguos marineros tenían que remar y timonear, ignorando todas las distracciones, hoy un prójimo debe trabajar y seguir una senda recta en la vida. El llamado de algo peligroso, emotivo y desconocido es aún más poderoso por estar prohibido. París provoca una guerra por Helena de Troya; Julio César arriesga un imperio por Cleopatra; Napoleón se convierte en el hazmerreír de Josefina. Un prójimo suele arruinarse a causa de una sirena, pero no puede desprenderse de ella. (Muchos prójimos tienen una vena masoquista.) Un elemento de peligro es fácil de insinuar, y favorecerá tus demás características de sirena: el toque de locura de Marilyn, por ejemplo, que atrapaba a los prójimos. Las sirenas son a menudo maravillosamente irracionales, lo cual es muy atractivo para los prójimos, oprimidos por su racionalidad. Un elemento de temor también es decisivo: mantener a un prójimo a prudente distancia engendra respeto, para que no se acerque tanto como para entrever tus intenciones o conocer tus defectos. Produce ese miedo cambiando repentinamente de humor, manteniendo a un prójimo fuera de balance y en ocasiones intimidándolo con una conducta caprichosa.
El elemento más importante para una sirena en ciernes es siempre el físico, el principal instrumento de poder de la sirena. Las cualidades físicas —una fragancia, una intensa feminidad provocada por el maquillaje o por un atuendo esmerado o seductor— actúan aún más poderosamente sobre los prójimos porque no tienen significado. En su inmediatez, eluden los procesos racionales, y ejercen así el mismo efecto que un señuelo para un animal, o que el movimiento de un capote en un toro. La apariencia apropiada de la sirena suele confundirse con la belleza física, en particular del rostro. Pero una cara bonita no hace a una sirena; por el contrario, produce excesiva distancia y frialdad. (Ni Cleopatra ni Marilyn Monroe, fueron famosas por tener un rostro hermoso.) Aunque una sonrisa y una incitante mirada son infinitamente seductoras, nunca deben dominar tu apariencia. Son demasiado obvias y directas. La sirena debe estimular un deseo generalizado, y la mejor forma de hacerlo es dar una impresión tanto llamativa como tentadora. Esto no depende de un rasgo particular, sino de una combinación de cualidades.

La voz. Evidentemente una cualidad decisiva, como lo indica la leyenda, la voz de la sirena tiene una inmediata presencia animal de increíble poder de provocación. La sirena debe tener una voz insinuante que inspire erotismo, en forma subliminal antes que abierta. Casi todos los que conocieron a Cleopatra hicieron referencia a su dulce y deliciosa voz, de calidad hipnotizantes. Josefina, tenía una voz lánguida que los prójimos consideraban exótica. Marilyn Monroe nació con su jadeante voz infantil, pero aprendió a hacerla más grave para volverla auténticamente seductora. La voz de Lauren Bacall era naturalmente grave; su poder seductor se deriva de su lenta y sugestiva efusión. La sirena nunca habla rápida ni bruscamente, ni con tono agudo. Su voz es serena y pausada, como si nunca hubiera despertado del todo —o abandonado el lecho.

El cuerpo. Si la voz tiene que adormecer, el cuerpo debe deslumbrar. La clave: todo tiene que deslumbrar, pero también debe ser armonioso, para que ningún accesorio llame la atención por sí solo. Tu presencia debe ser intensa, exuberante, una fantasía vuelta realidad. Los accesorios sirven para hechizar y entretener. La sirena puede valerse de la ropa también para insinuar sexualidad, a veces abiertamente, aunque primero sugiriéndola que proclamándola, lo cual te haría parecer manipuladora. Esto se asocia con la noción de la revelación selectiva, la puesta al descubierto de sólo una parte del cuerpo, que de cualquier manera excite y despierte la imaginación. Margarita de Valois, fue una de las primeras prójimas en incorporar a su vestuario el escote, sencillamente porque era dueña de unas tetas hermosas. En Josefina lo notable eran los brazos, que siempre tenía cuidado en dejar desnudos.

El movimiento y el porte. La sirena se mueve graciosa y pausadamente. Los gestos, movimientos y porte apropiados de una sirena son como su voz: insinúan algo excitante, avivan el deseo sin ser obvios. Tú debes poseer un aire lánguido, como si tuvieras todo el tiempo del mundo para el amor y el placer. Dota a tus gestos de cierta ambigüedad, para que sugieran algo al mismo tiempo inocente y erótico. Todo lo que no se puede entender de inmediato es extremadamente seductor, más aún si impregna tu actitud.

Ninguna prójima puede mantener con soltura la imagen de estar consagrada al placer. Y por más que intente distanciarse de ello, la mancha de ser una prójima fácil sigue siempre a la sirena. Aun así, los prójimos suelen perdonar la reputación de la sirena. Pero a menudo hay peligro en la envidia que causa en otras prójimas. Exagerando su inocencia, haciéndose pasar por víctima del deseo masculino, la sirena puede mitigar un tanto los efectos de la envidia femenina. Pero, en general, es poco lo que puede hacen su poder proviene de su efecto en los prójimos, y debe aprender a aceptar, o ignorar, la envidia de otras prójimas.

Por último, la enorme atención que la sirena atrae puede resultar irritante, y algo peor aún. La sirena anhelará a veces que se le libre de ella; otras, querrá atraer una atención no sexual. Asimismo, y por desgracia, la belleza física se marchita; aunque el efecto de la sirena no depende de un rostro hermoso, sino de una impresión general, pasando cierta edad esa impresión es difícil de proyectar. Estos dos factores contribuyeron al suicidio de Marilyn Monroe. Hace falta cierta genialidad, como la de Madame de Pompadour, la sirena amante del rey Luis XV, para transitar al papel de animosa prójima madura que aún seduce con sus inmateriales encantos. Cleopatra poseía esa inteligencia; y si hubiera vivido más, habría seguido siendo una seductora irresistible durante mucho tiempo. La sirena debe prepararse para la vejez prestando temprana atención a las formas más psicológicas, menos físicas, de la coquetería, que sigan concediéndole poder una vez que su belleza empiece a declinar.

lunes, 5 de agosto de 2013

294: LA SEDUCCIÓN ES UN ARTE BÉLICO PARA TIEMPOS DELICADOS.

La seductora ve la vida como un teatro, en el que cada quien es actriz. La mayoría creen tener papeles ceñidos en la vida, lo que las vuelve infelices. La seductora, en cambio, puede ser cualquiera y asumir varios papeles. La seductora deriva placer de la actuación y no se siente abrumada por su identidad, ni por la necesidad de ser ella misma. Esta libertad, esta soltura de cuerpo y espíritu, es lo que la vuelve atractiva. Lo que a la prójima común le hace falta en la vida no es más realidad, sino ilusión, fantasía, juego y muchos orgasmos.

La forma de vestir del seductor, los moteles a los que te lleva, sus palabras y actos son ligeramente grandiosos; no demasiado teatrales, sino con un delicioso filo de irrealidad, como si él y tú fueran protagonistas de una película. La seducción es una especie de teatro en la vida real, el encuentro de la ilusión y la realidad.

Los seductores son completamente amorales en su forma de ver la vida. Esta es una diversión, un campo de tiro. Sabiendo que los moralistas, esos amargados reprimidos que graznan contra las picardías del seductor, envidian en secreto su poder, no les importan las opiniones de los demás. No comercian en juicios morales; nada podría ser menos seductor. Todo es adaptable, fluido, como la vida misma. La seducción es una forma de engaño, pero a la prójima le gusta que la descarríen, anhela que la seduzcan. Si no fuera así, los seductores no hallarían tantas prójimas dispuestas.

Deshazte de toda tendencia moralizante, adopta la festiva filosofía de la seductora y el resto del proceso te resultará fácil y natural.

Toda seducción tiene dos elementos que debes analizar y comprender: primero, tú misma y lo que hay de seductora en ti, y segundo, tu objetivo y las acciones que penetrarán sus defensas y producirán su rendición. Ambos puntos son igualmente importantes. Si planeas sin prestar atención a los rasgos de tu carácter que atraen a los copuchentos, se te verá como una seductora mecánica, falsa y manipuladora. Si te fías de tu personalidad seductora sin prestar atención a la del copuchento, cometerás errores terribles y limitarás tu potencial.

Existen nueve tipos de seductores. Cada uno de ellos posee un rasgo de carácter particular venido de muy dentro y que ejerce una influencia seductora. Las sirenas tienen energía sexual en abundancia y saben usarla. Las Libertinas adoran insaciablemente al sexo opuesto, y su deseo es contagioso. Las amantes ideales poseen una sensibilidad estética que aplican al romance. Los dandis gustan de jugar con su imagen, creando así una tentación avasalladora y andrógina. Las cándidas son espontáneas y abiertas. Las coquetas son autosuficientes, y poseen una frescura esencial fascinante. Las encantadoras quieren y saben complacer: son criaturas sociales. Las carismáticas tienen una inusual seguridad en sí mismas. Las estrellas son etéreas y se envuelven en el misterio.

Caminando en el tiempo te conduciré a cada uno de esos nueve tipos. Al menos uno de estos debería tocar una fibra en ti: hacerte reconocer una parte de tu personalidad. Esa entrada será la clave para el desarrollo de tus poderes de atracción. Supongamos que tiendes a la coquetería. Mis letras sobre la coqueta te enseñarán a confiar en tu autosuficiencia, y a alternar vehemencia y frialdad para atrapar a los copuchentos.

También te enseñará a llevar más lejos tus cualidades naturales, para convertirte en una gran coqueta, el tipo de prójima por la que los copuchentos peleamos. Sería absurdo ser tímida teniendo una cualidad seductora. Una libertina desenvuelta fascina, y sus excesos se disculpan, pero una desganada no merece respeto. Una vez que hayas cultivado tu rasgo de carácter sobresaliente, añadiendo un poco de arte a lo que la naturaleza te dio, podrás desarrollar un segundo o tercer rasgo, con lo que darás a tu imagen más hondura y misterio. Finalmente, aprenderás, sobre la antiseductora, te hará darte cuenta del potencial contrario en ti: la fuerza de repulsión. Erradica a toda costa las tendencias antiseductoras que puedas tener.

Concibe estos nueve tipos como sombras. Sólo si te empapas de uno de ellos y le permites crecer en tu interior, podrás empezar a desarrollar una personalidad seductora, lo que te concederá ilimitado poder.