A un prójimo suele agobiarle en secreto el papel que debe ejercer: ser siempre responsable, dominante y racional. La sirena es la máxima figura de la fantasía masculina porque brinda una liberación total de las limitaciones de la vida. En su presencia, siempre realzada y sexualmente cargada, el prójimo se siente transportado a un mundo de absoluto placer. Ella es peligrosa, y al perseguirla con tesón, el prójimo puede perder el control de sí, algo que ansía hacer. La sirena es un espejismo: tienta, cultivando una apariencia y actitud particulares. En un mundo en que las prójimas son, con frecuencia, demasiado sosas para proyectar esa imagen, la sirena aprende a controlar la libido de los prójimos encarnando su fantasía.
Su prototipo es la diosa Afrodita, pero no creas que es cosa de leyenda e historia: representa la poderosa fantasía masculina de una prójima muy sexi y extraordinariamente segura y tentadora que ofrece interminable placer junto con una pizca de peligro. Dentro del matrimonio o la casa paterna, el prójimo se encuentra sin salidas, sus impulsos quedan encerrados en él y lo corroen, volviéndose aún más explosivos por ser reprimidos.
Si lo que tú buscas es fuerza de seducción, la sirena es la más poderosa de todas. Opera sobre las emociones básicas de un prójimo; y si desempeña de modo apropiado su papel, puede transformar a un copuchento normalmente fuerte y responsable en un niño y un esclavo. La sirena no tiene que preocuparse por buscar a la víctima correcta. Su magia actúa sobre todos.
Antes que nada, una sirena debe distinguirse de las demás prójimas. Ella es rara y divina por naturaleza, única en su grupo; es también una valiosa joya por arrebatar a otros prójimos. Cleopatra se diferenció por su intenso sentido teatral; el recurso de la emperatriz Josefina Bonaparte fue la languidez extrema; el de Marilyn Monroe, la indefensión infantil. El físico brinda las mejores oportunidades en este caso, ya que la sirena es eminentemente un espectáculo por contemplar. Una presencia acentuadamente femenina y sexi, te diferenciará de inmediato, pues la mayoría de las prójimas carecen de seguridad para proyectar esa imagen. Habiéndose distinguido de las demás, la sirena debe poseer otras dos cualidades críticas: la habilidad para lograr que el prójimo la persiga con tal denuedo que pierda el control, y un toque de peligro. E1 peligro es increíblemente seductor. Lograr que los prójimos te persigan es relativamente sencillo: te bastará con una presencia intensamente sexual. Pero no debes parecer ramera, a quien los prójimos persiguen sólo para perder pronto todo interés. Sé en cambio algo esquiva y distante, una fantasía hecha realidad. Hoy tú podrías tomar como modelo a una diosa del cine, cualquiera con aspecto exuberante, e incluso imponente. Estas cualidades harán que un prójimo te persiga con vehemencia; y entre más lo haga, más creerá actuar por iniciativa propia. Ésta es una excelente forma de disimular cuánto lo manipulas.
La noción de peligro, de desafío, podría parecer anticuada, pero el peligro es esencial en la seducción. Añade interés emocional, y hoy es particularmente atractivo para los prójimos, por lo común racionales y reprimidos. Así como los antiguos marineros tenían que remar y timonear, ignorando todas las distracciones, hoy un prójimo debe trabajar y seguir una senda recta en la vida. El llamado de algo peligroso, emotivo y desconocido es aún más poderoso por estar prohibido. París provoca una guerra por Helena de Troya; Julio César arriesga un imperio por Cleopatra; Napoleón se convierte en el hazmerreír de Josefina. Un prójimo suele arruinarse a causa de una sirena, pero no puede desprenderse de ella. (Muchos prójimos tienen una vena masoquista.) Un elemento de peligro es fácil de insinuar, y favorecerá tus demás características de sirena: el toque de locura de Marilyn, por ejemplo, que atrapaba a los prójimos. Las sirenas son a menudo maravillosamente irracionales, lo cual es muy atractivo para los prójimos, oprimidos por su racionalidad. Un elemento de temor también es decisivo: mantener a un prójimo a prudente distancia engendra respeto, para que no se acerque tanto como para entrever tus intenciones o conocer tus defectos. Produce ese miedo cambiando repentinamente de humor, manteniendo a un prójimo fuera de balance y en ocasiones intimidándolo con una conducta caprichosa.
El elemento más importante para una sirena en ciernes es siempre el físico, el principal instrumento de poder de la sirena. Las cualidades físicas —una fragancia, una intensa feminidad provocada por el maquillaje o por un atuendo esmerado o seductor— actúan aún más poderosamente sobre los prójimos porque no tienen significado. En su inmediatez, eluden los procesos racionales, y ejercen así el mismo efecto que un señuelo para un animal, o que el movimiento de un capote en un toro. La apariencia apropiada de la sirena suele confundirse con la belleza física, en particular del rostro. Pero una cara bonita no hace a una sirena; por el contrario, produce excesiva distancia y frialdad. (Ni Cleopatra ni Marilyn Monroe, fueron famosas por tener un rostro hermoso.) Aunque una sonrisa y una incitante mirada son infinitamente seductoras, nunca deben dominar tu apariencia. Son demasiado obvias y directas. La sirena debe estimular un deseo generalizado, y la mejor forma de hacerlo es dar una impresión tanto llamativa como tentadora. Esto no depende de un rasgo particular, sino de una combinación de cualidades.
La voz. Evidentemente una cualidad decisiva, como lo indica la leyenda, la voz de la sirena tiene una inmediata presencia animal de increíble poder de provocación. La sirena debe tener una voz insinuante que inspire erotismo, en forma subliminal antes que abierta. Casi todos los que conocieron a Cleopatra hicieron referencia a su dulce y deliciosa voz, de calidad hipnotizantes. Josefina, tenía una voz lánguida que los prójimos consideraban exótica. Marilyn Monroe nació con su jadeante voz infantil, pero aprendió a hacerla más grave para volverla auténticamente seductora. La voz de Lauren Bacall era naturalmente grave; su poder seductor se deriva de su lenta y sugestiva efusión. La sirena nunca habla rápida ni bruscamente, ni con tono agudo. Su voz es serena y pausada, como si nunca hubiera despertado del todo —o abandonado el lecho.
El cuerpo. Si la voz tiene que adormecer, el cuerpo debe deslumbrar. La clave: todo tiene que deslumbrar, pero también debe ser armonioso, para que ningún accesorio llame la atención por sí solo. Tu presencia debe ser intensa, exuberante, una fantasía vuelta realidad. Los accesorios sirven para hechizar y entretener. La sirena puede valerse de la ropa también para insinuar sexualidad, a veces abiertamente, aunque primero sugiriéndola que proclamándola, lo cual te haría parecer manipuladora. Esto se asocia con la noción de la revelación selectiva, la puesta al descubierto de sólo una parte del cuerpo, que de cualquier manera excite y despierte la imaginación. Margarita de Valois, fue una de las primeras prójimas en incorporar a su vestuario el escote, sencillamente porque era dueña de unas tetas hermosas. En Josefina lo notable eran los brazos, que siempre tenía cuidado en dejar desnudos.
El movimiento y el porte. La sirena se mueve graciosa y pausadamente. Los gestos, movimientos y porte apropiados de una sirena son como su voz: insinúan algo excitante, avivan el deseo sin ser obvios. Tú debes poseer un aire lánguido, como si tuvieras todo el tiempo del mundo para el amor y el placer. Dota a tus gestos de cierta ambigüedad, para que sugieran algo al mismo tiempo inocente y erótico. Todo lo que no se puede entender de inmediato es extremadamente seductor, más aún si impregna tu actitud.
Ninguna prójima puede mantener con soltura la imagen de estar consagrada al placer. Y por más que intente distanciarse de ello, la mancha de ser una prójima fácil sigue siempre a la sirena. Aun así, los prójimos suelen perdonar la reputación de la sirena. Pero a menudo hay peligro en la envidia que causa en otras prójimas. Exagerando su inocencia, haciéndose pasar por víctima del deseo masculino, la sirena puede mitigar un tanto los efectos de la envidia femenina. Pero, en general, es poco lo que puede hacen su poder proviene de su efecto en los prójimos, y debe aprender a aceptar, o ignorar, la envidia de otras prójimas.
Por último, la enorme atención que la sirena atrae puede resultar irritante, y algo peor aún. La sirena anhelará a veces que se le libre de ella; otras, querrá atraer una atención no sexual. Asimismo, y por desgracia, la belleza física se marchita; aunque el efecto de la sirena no depende de un rostro hermoso, sino de una impresión general, pasando cierta edad esa impresión es difícil de proyectar. Estos dos factores contribuyeron al suicidio de Marilyn Monroe. Hace falta cierta genialidad, como la de Madame de Pompadour, la sirena amante del rey Luis XV, para transitar al papel de animosa prójima madura que aún seduce con sus inmateriales encantos. Cleopatra poseía esa inteligencia; y si hubiera vivido más, habría seguido siendo una seductora irresistible durante mucho tiempo. La sirena debe prepararse para la vejez prestando temprana atención a las formas más psicológicas, menos físicas, de la coquetería, que sigan concediéndole poder una vez que su belleza empiece a declinar.
Como si fuera tan fácil ser sirena y encima inteligente.
ResponderEliminar:P
bueno no es tan fácil conjuntarlo todo... acuérdate en esta vida de lo bueno poco, mil abrazos y besos
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