jueves, 26 de noviembre de 2020

0491: Con mi mujer en la casa no es cuarentena, es prisión domiciliaria.

La gente me pregunta si el Covid-19 es tan grave como dicen. Yo les respondo que están cerrados los casinos, los cabarets y las cantinas; las sinagogas, los templos y las iglesias; cuando el cielo y el infierno se ponen de acuerdo es porque la cosa está de la chingada.

No sé qué me da más miedo, si tomarme la temperatura o pesarme.

Me dan ganas de meterme a la lavadora de ropa para dar una vuelta.

¿Me pregunto si será muy pronto para poner el árbol y el Nacimiento? Es que ya no sé qué hacer.

Acaban de extender la cuarentena hasta cuatro kilos más.

El perro me mira como diciendo: viste que estando encerrado te dan ganas de romper todo.

Estoy tanto tiempo en mi casa y sin trabajar que tengo miedo de volverme político.

Antes no me dejaba salir mi ex y ahora no me deja salir el gobierno, ni para soltero sirvo.

Yo me pregunto: ¿qué hago con la agenda 2020 que me compré?

Ahora que todo el mundo sabe lavarse las manos pasemos al siguiente paso: el sobaco.

En mi casa todos los caminos conducen al refrigerador.

Este virus es terrible, me está achicando toda mi ropa.

Ayer empecé los ejercicios en casa, hoy falté porque todavía no me han dado los horarios.

No sé si venceremos al coronavirus, pero si todos aplaudimos mucho a los médicos tal vez matemos suficientes mosquitos como para vencer al dengue.

Cuando todo esto pase, el cuerpo humano va a estar compuesto de un 70 por ciento de grasa y un 30 por ciento de alcohol en gel.

Primero fue difícil aceptar #QuédateEnTuCasa. Ahora viene algo más difícil: #QuédateEnTuTalla.

Después de esta cuarentena me pueden invitar a las reuniones de Avón que yo voy, se los aseguro.

Según los libros de historia, en la Edad Media el final de la peste se festejaba con una orgía, ¿alguien sabe si hay algo previsto? 

miércoles, 18 de noviembre de 2020

martes, 3 de noviembre de 2020

0489: LOS REGALOS NO HABLAN

 

Sentado a la entrada del granero, desgranaba mazorcas un campesino, hasta ahí́ llegó su pequeño hijo y preguntó:

¿Tata, le ayudo?

Sin levantar la vista el papá contestó con preguntas

¿Ya hizo su tarea?

Sí, tata

¿Metió́ los chivos?

Si, tata

¿recogió́ los huevos?

Si, tata”, tres canastas

¿acarreó el agua?

 Si, tata, llene tres baldes

¿llevó la leña que corté?

Si, tata, dos viajes de burro.

Esta bueno, ándele pues, desgrane.

Sentado y en silencio el niño comenzó́ a desgranar, casi terminaban y el pequeño preguntó

¿Tata, me da permiso de hablar con usted?

Claro "mijo

¿Para que soy bueno?

El niño le dijo con tristeza

Tata es que mi amigo Remigio le regaló a su tata una camisa linda

Mmmhh, ¿el que no ayuda en nada a sus tatas?

Si tata, ese

Huum, ¿y luego?

Mi amigo Jacinto le dio a su tata un sombrero de piel negra, muy bonito

Hummm, ¿el que no lleva tareas?

Si tata”, ese

Hummm ¿y luego?

Toribio le regaló a su tata unos zapatos de piel

Hummm ¿el que lo agarraron robando huevos?

¡Si “tata” ese!

Y así́ el niño le fue diciendo lo que sus amigos habían comprado a sus papás, al final el papá preguntó:

¿Y cuál es su preocupación "mijo"?

Es que yo estuve juntando para darle un regalo a usted, pero al cruzar por el puente colgante, se me cayó́ al río la bolsita con el dinero y pues, no tengo para su regalo.

¿Y eso le preocupa "mijo"?

Si tata, porque hoy es día del tata y yo quería darle a usted un regalo.

Aquel hombre de manos duras y piel tostada por el sol, se levantó́ el sombrero, rascándose un costado de la cabeza  dijo

Despreocúpese "mijo", los regalos no hablan, no obedecen, no ayudan, se desgastan y se tiran, yo no soy su tata porque usted me dé un regalo, ¡no!... tata, lo soy porque lo tengo a usted. ¿Para qué quiero regalos?...yo le aseguro que todos esos “tatas”, quisieran tener un hijo así́ como usted, obediente, respetuoso, cariñoso. Pero no lo tienen, ¡lo tengo yo y es mío!, y no lo tengo por un día, ¡lo tengo por muchos años!...¿para qué quiero regalo de un día, si usted es mi mejor regalo?

Aquel niño conmovido se acercó́ y lo abrazó. empezó́ a llorar diciendo

Tata...tata... gracias por ser mi tata.

No “mijito”, gracias a usted por ser "mijo."