La gente me pregunta si
el Covid-19 es tan grave como dicen. Yo les respondo que están cerrados los
casinos, los cabarets y las cantinas; las sinagogas, los templos y las
iglesias; cuando el cielo y el infierno se ponen de acuerdo es porque la cosa
está de la chingada.
No sé qué me da más
miedo, si tomarme la temperatura o pesarme.
Me dan ganas de meterme a
la lavadora de ropa para dar una vuelta.
¿Me pregunto si será muy pronto para poner el árbol y el Nacimiento? Es que ya no sé qué hacer.
Acaban de extender la
cuarentena hasta cuatro kilos más.
El perro me mira como
diciendo: viste que estando encerrado te dan ganas de romper todo.
Estoy tanto tiempo en mi
casa y sin trabajar que tengo miedo de volverme político.
Antes no me dejaba salir
mi ex y ahora no me deja salir el gobierno, ni para soltero sirvo.
Yo me pregunto: ¿qué hago
con la agenda 2020 que me compré?
Ahora que todo el mundo
sabe lavarse las manos pasemos al siguiente paso: el sobaco.
En mi casa todos los
caminos conducen al refrigerador.
Este virus es terrible,
me está achicando toda mi ropa.
Ayer empecé los
ejercicios en casa, hoy falté porque todavía no me han dado los horarios.
No sé si venceremos al
coronavirus, pero si todos aplaudimos mucho a los médicos tal vez matemos
suficientes mosquitos como para vencer al dengue.
Cuando todo esto pase, el
cuerpo humano va a estar compuesto de un 70 por ciento de grasa y un 30 por
ciento de alcohol en gel.
Primero fue difícil
aceptar #QuédateEnTuCasa. Ahora viene algo más difícil: #QuédateEnTuTalla.
Después de esta
cuarentena me pueden invitar a las reuniones de Avón que yo voy, se los
aseguro.
Según los libros de historia, en la Edad Media el final de la peste se festejaba con una orgía, ¿alguien sabe si hay algo previsto?