—¿Quién eres?
—Tu musa
—¿Y.… cómo...?
—Déjalo ¿Cuándo tienes que presentar la
obra?
—Pasado mañana.
—¿Y tienes algo escrito?
—La verdad...
—No.
—No.
—Bueno, bueno... Te puedo ayudar.
—Pienso que me vendría bien. Ya estaba
algo preocupado. Estoy medio atascado. Empantanado.
—Bueno. Yo te puedo ayudar. Puedo pasarte
las cosas a máquina.
—¿Cómo "a máquina"?
—Claro, vos me dictas y yo te voy
pasando las cosas a máquina. Así haces más rápido.
—¡No! ¿Cómo "pasarte las cosas a
máquina", "pasarte las cosas a máquina"? Con pasarme las cosas a
máquina no arreglamos nada. ¡Lo que yo necesito son ideas! ¡Para pasarme las
cosas a máquina llamo a Manpower, las llevo a la Pitman, mirá qué joda!
—Yo escribo rápido.
—Pero... ¡Qué carajo me interesa que
escribas rápido? ¿Eres una musa o una secretaria?
—Mirá Este no es el primer trabajo que
hago. Fui durante mucho tiempo la inspiración de un músico francés que es uno
de los que mejor anda en Europa. Fui ayudante de musa de Antonioni. Y estuve
propuesta para musa de Woody Allen antes de venir acá... Así que...
—Lo que yo necesito son ideas. Ideas,
—Muy bien... muy bien...
—Si quieres. Me tiras una idea y te vas.
Después sigo yo solo, no tienes por qué quedarte.
—Bueno, cómo no te agradezco, pero acostumbro
a terminar mis trabajos. Los empiezo y los termino.
—Me parece bien.
—Tráete papel, unos lápices, fibra
mejor, la máquina de escribir...
—¿Para qué?
—Para trabajar ¿Para qué te parece? Si tienes
café, trae. Mucho, que...
—Pero oíme... Yo lo que necesito es una
idea básica, una armazón, una columna vertebral... un...
—Y bueno...
—Y bueno ¿qué? Decímela. Decime la
idea...
—Escúchame... si yo la tuviera te la
diría. Pero no la tengo. Por eso te digo que traigas las cosas, nos ponemos
acá, y empezamos a trabajar. ¿O cómo te crees que salen estas cosas? Nos
sentamos acá, empezamos a charlar de qué puede tratar la pieza, anotamos cosas,
tiramos ideas... Por eso te digo que traigas mucho café, porque nos vamos a pasar
toda la noche acá, mañana y hasta el momento en que entregues la obra no nos levantamos...
—Pero... ¡escúchame! ¿Qué clase de inspiración
eres... qué...?
—Hay formas de trabajo... Y formas de
trabajo. Hay musas distintas, es cierto. Si no te gusta, me voy.
—No. Qué te vas a ir. Pero... oíme... yo
mañana a la noche tengo una reunión en lo de una amiga y...
—Entonces olvídate... Anda a lo de tu
amiga, hace tu vida y yo...
—No, pará, pará... No es obligación... Mañana la llamó por teléfono
y le digo, digo...
—Olvídate del teléfono. Trae el papel,
lo que te dije...
Armando fue hasta su pieza, sin embargo,
pudo escuchar que la musa decía a sus espaldas, como para sí: "A mí me dan
cada trabajo".
Armando volvió con una pila de papel
oficio, varios lápices de fibra, gomas, reglas y otro montón de cosas
innecesarias. Las puso sobre la mesa y se quedó mirando por un instante a la
musa.
—¿Qué pasa... qué pasa si no se nos
ocurre nada?
—¿Si no se nos ocurre nada? Copiaremos
algo
Sonrió ella, y él no supo si estaba bromeando.