La mayoría de los copuchentos consideran altamente motivante la utilización de reconocimientos personales y sociales. Como dice July Muruchi: lo que casi todos quieren es que las amigas de su amada los miren a los ojos y les digan: “me gusta la forma como usted la coge”
Según Bella Bass Bender, asesora, el reconocimiento –dar las gracias en público y quizás también un regalo tangible mientras se dan las gracias- tiene múltiples funciones que van más allá de la simple cortesía. Para el copulador, el reconocimiento significa que se ha notado lo que hace y que se le concede importancia. ¿De qué vale a uno hacer algo especial si nadie se da cuenta y no parece establecer alguna diferencia?
Las siguientes son algunas de las pautas que Bass Bender ofrece para expresar en forma fructífera el reconocimiento a los copulistas:
a. PRIMER PRINCIPIO. Destaque los éxitos más que los fracasos. Una tiende a descuidar los aspectos positivos si vive buscando los negativos.
b. SEGUNDO PRINCIPIO. Exprese su reconocimiento y premie en forma abierta y pública. Si no se hace en público, el reconocimiento pierde mucho de su efecto y no consigue el propósito para el cual está previsto.
c. TERCER PRINCIPIO. Exprese su reconocimiento de manera personal y sincera. Evite dar un reconocimiento que parezca afectado o excesivo.
d. CUARTO PRINCIPIO. Adecue el reconocimiento y el premio a las necesidades peculiares del copulador.
e. QUINTO PRINCIPIO. Es esencial ser oportuna. Premie en el preciso momento en que algo se ha logrado. Las demoras debilitan el efecto de la mayoría de los reconocimientos.
f. SEXTO PRINCIPIO. Esfuércese por establecer una conexión inequívoca y clara de los logros y los premios. Asegúrese de que el copulador entienda por qué lo premian y cuáles son los criterios utilizados para establecer las recompensas.
g. SEPTIMO PRINCIPIO. Agradezca el reconocimiento. Es decir, exprese su agradecimiento a quienes lo reconocen a otros que hacen lo mejor para su satisfacción.
miércoles, 30 de mayo de 2012
lunes, 28 de mayo de 2012
207: Haga que los copuchentos que la trabajan, se sientan importantes. Si usted los honra y les sirve, ellos la honrarán y se la servirán a usted.
En esta entrega hablaremos de recompensas y reconocimientos tanto formales como informales. Cuando digo formales quiero decir que forma parte de un plan determinado; informales significa, espontáneos.
Recompensas informales, se centran en aquellos premios otorgados por iniciativa de la prójima, sobre la base del desempeño. Las pautas para recompensar y reconocer eficazmente la labor de sus copuladores son sencillas:
1. Adecuar la recompensa a la persona. Comience con las preferencias personales del copulador; recompénselo en una forma que para él sea completamente satisfactoria. July Muruchi, dramaturga, aconseja que realice una encuesta de refuerzo acerca de las cosas que le gustan y sugiere que la prójima haga otro tanto. Como las preferencias difieren de copuchento a copuchento, la elaboración de tales listas permite asegurarse de que sus acciones resultaran tan eficaces como sea posible.
2. Adecuar el premio a lo logrado. El refuerzo eficaz de un buen desempeño debe tener en cuenta cuánto significa lo que logró el copuchento. Un copulador aguantador debe ser mejor recompensado que otro que se corre inmediatamente. La recompensa debe estar en función de la cantidad de tiempo que dure el jinete en la doma de la potranca.
3. Ser oportuna y específica. Para ser eficaces, las recompensas deben ser otorgadas tan pronto como sea posible después que se logren los orgasmos esperados. Las recompensas que se demoran semanas o meses no logran motivar a los copuladores para que repitan sus proezas.
Darles el mismo premio a todos los de la cuadrilla por igual, no sólo inspira en ellos el deseo de superación, sino por el contrario, puede perjudicar el desempeño de los copuchentos que obtuvieron los más altos resultados, al no ser debidamente reconocidos que hicieron para realizar un coito excepcional.
Recompensas informales, se centran en aquellos premios otorgados por iniciativa de la prójima, sobre la base del desempeño. Las pautas para recompensar y reconocer eficazmente la labor de sus copuladores son sencillas:
1. Adecuar la recompensa a la persona. Comience con las preferencias personales del copulador; recompénselo en una forma que para él sea completamente satisfactoria. July Muruchi, dramaturga, aconseja que realice una encuesta de refuerzo acerca de las cosas que le gustan y sugiere que la prójima haga otro tanto. Como las preferencias difieren de copuchento a copuchento, la elaboración de tales listas permite asegurarse de que sus acciones resultaran tan eficaces como sea posible.
2. Adecuar el premio a lo logrado. El refuerzo eficaz de un buen desempeño debe tener en cuenta cuánto significa lo que logró el copuchento. Un copulador aguantador debe ser mejor recompensado que otro que se corre inmediatamente. La recompensa debe estar en función de la cantidad de tiempo que dure el jinete en la doma de la potranca.
3. Ser oportuna y específica. Para ser eficaces, las recompensas deben ser otorgadas tan pronto como sea posible después que se logren los orgasmos esperados. Las recompensas que se demoran semanas o meses no logran motivar a los copuladores para que repitan sus proezas.
Darles el mismo premio a todos los de la cuadrilla por igual, no sólo inspira en ellos el deseo de superación, sino por el contrario, puede perjudicar el desempeño de los copuchentos que obtuvieron los más altos resultados, al no ser debidamente reconocidos que hicieron para realizar un coito excepcional.
miércoles, 23 de mayo de 2012
206: Un programa de reconocimientos, junto con una buena capacitación y una buena supervisión, ayuda a mantener en la mente de los copuchentos –entre ellos el amante y el marido- la noción de seguridad, al igual que a mantener un enfoque como equipo.
Si algo hemos aprehendido en la vida, es que toda persona desea ser apreciada. Esto vale para la esposa y la amante, amigas y colegas, esposas de los amigos y esposas de los colegas. Nunca dejaran de experimentar esa necesidad e, incluso cuando parecen ser independientes y autosuficientes, lo cierto es que necesitan que uno las ayude a sentirse valoradas.
Pocos conceptos de conducta tienen una base tan sólida como el de que el refuerzo positivo –recompensar un comportamiento que se quiere mantener- da buenos resultados. Efectivamente en el ámbito erótico de hoy día, las recompensas y los reconocimientos han llegado a ser más importantes que nunca por varias razones:
• La prójima dispone de menos maneras de influir en sus cojonudos o de moldear su comportamiento. La coerción dejó de ser una opción, debe funcionar cada vez más como una capacitadora para influir directamente sobre él, en vez de exigir determinado comportamiento.
• A los copuchentos se les pedirá, de manera creciente, que hagan más y más, de un modo autónomo. Al haber menos control, los copuchentos crearán ambientes de diversión positivos y estimulantes.
• En tiempos de estrechez económica, las recompensas y el reconocimiento proporcionan una manera eficaz y poco costosa de estimular a los copuchentos para que logren más altos niveles de desempeño.
Reflexionando sobre esta paradoja, he llegado a la conclusión de que el principal motivo por el cual las prójimas no recompensan o reconocen más frecuentemente los logros de sus copuchentos es que les falta tiempo y creatividad para imaginar cómo hacerlo.
Espero que la presente les sirva a ustedes para experimentar y aprender el poder del reconocimiento y que, como resultado, sus copuchentos –y su lugar de diversión- lleguen a ser más positivos, productivos y agradables.
Pocos conceptos de conducta tienen una base tan sólida como el de que el refuerzo positivo –recompensar un comportamiento que se quiere mantener- da buenos resultados. Efectivamente en el ámbito erótico de hoy día, las recompensas y los reconocimientos han llegado a ser más importantes que nunca por varias razones:
• La prójima dispone de menos maneras de influir en sus cojonudos o de moldear su comportamiento. La coerción dejó de ser una opción, debe funcionar cada vez más como una capacitadora para influir directamente sobre él, en vez de exigir determinado comportamiento.
• A los copuchentos se les pedirá, de manera creciente, que hagan más y más, de un modo autónomo. Al haber menos control, los copuchentos crearán ambientes de diversión positivos y estimulantes.
• En tiempos de estrechez económica, las recompensas y el reconocimiento proporcionan una manera eficaz y poco costosa de estimular a los copuchentos para que logren más altos niveles de desempeño.
Reflexionando sobre esta paradoja, he llegado a la conclusión de que el principal motivo por el cual las prójimas no recompensan o reconocen más frecuentemente los logros de sus copuchentos es que les falta tiempo y creatividad para imaginar cómo hacerlo.
Espero que la presente les sirva a ustedes para experimentar y aprender el poder del reconocimiento y que, como resultado, sus copuchentos –y su lugar de diversión- lleguen a ser más positivos, productivos y agradables.
miércoles, 16 de mayo de 2012
205: Nos amaremos en la justa oscuridad / En la trastienda que me ha visto suplicar / El amor lo invento un niño con los ojos cerrados / Por eso son tan ciegos todos los enamorados.
Muchas de ustedes, deberán ya estar cansadas de comer el mismo plato, todo el año entero y desde luego deben estar antojadas de saborear platos exóticos, aquí les pongo en charola de plata la receta para librarse del viejo cocinero.
1. Dejar a partir de ahora de depilarse arriba y abajo
2. Irse a mear en medio del ejercicio.
3. Ir a la cama sin maquillaje
4. Tener cosquillas por todas partes
5. Usar bragas de dibujos animados
6. Ir a la cama con ruleros y la cara enmantecada
7. Día por medio cenar frejoles, porotos y garbanzo
8. Mala cara y silencios profundos cuando se corre rápido
9. Hablarle de economía doméstica, apenas termina
10. Comentar al descuido que tus amigas tienen amantes
11. Comparar el tamaño de su menique con los de las antiguas parejas.
12. Instalar en el dormitorio la televisión
Ten por seguro que a corto plazo, gozaras de novedades en tu vida.
1. Dejar a partir de ahora de depilarse arriba y abajo
2. Irse a mear en medio del ejercicio.
3. Ir a la cama sin maquillaje
4. Tener cosquillas por todas partes
5. Usar bragas de dibujos animados
6. Ir a la cama con ruleros y la cara enmantecada
7. Día por medio cenar frejoles, porotos y garbanzo
8. Mala cara y silencios profundos cuando se corre rápido
9. Hablarle de economía doméstica, apenas termina
10. Comentar al descuido que tus amigas tienen amantes
11. Comparar el tamaño de su menique con los de las antiguas parejas.
12. Instalar en el dormitorio la televisión
Ten por seguro que a corto plazo, gozaras de novedades en tu vida.
viernes, 11 de mayo de 2012
204: No nos dimos tiempo para mucho él-es-así y ella-es-asá. Y en cambio nos pusimos mutuamente en acción, si a eso puede llamársele acción, en menos de lo que canta un gallo.
¿Podrías decirme cuantas cartas de amor recibiste en estos últimos meses? ¿Podrías decir cuantas cartas de amor enviaste? No se molesten en contestar, yo se la respuesta: never, never y forever. Los SMS no son cartas de amor, decir: ¡Estoy ardiendo, qué me muero! O que te digan: ¡Estoy durísimo y a punto de reventar! No son cartas de amor y sólo son mensajes subliminales que no encierran el quid del negocio del amor. Aquí les enseñaré el arte de la conquista y seducción que será su borrador como elemento indispensable en cartas de orientación erotodidáctica, llena de preceptivas epistolográficas.
Es conveniente que ustedes adecuen cada carta, no sólo a la situación particular de que se trate, sino también al tipo de copuchento involucrado, esto es, al tipo de amante. Sin embargo, en este caso es tan amplia la variedad tipológica de enamorados que es imposible incorporar un modelo para cada caso, de modo que he optado por proponer en primer lugar un ejemplo común que, con muy pocas variaciones, puedan adaptarse fácilmente a muchos y diversos lances amorosos. De este modo abrimos el muestrario con el prototipo de carta de amor que debe iniciar el asedio amoroso. En la composición del modelo se deberá poner en escaparate las tradicionales posiciones amatorias: el servicio, la vía privilegiada de penetración, la exaltación hiperbólica de la belleza y de la técnica de la pretendiente y su vehemente devoción:
[Cuando anteayer os vi con los ojos del cuerpo entre el conocido séquito de los vejancones, una chispa de amor prendió en mi corazón y de repente me hizo ser otra. Ni soy la que era ni podré volver a serlo. Y no es extraño porque me parece a mí, y sin duda a todos las demás, que resplandecíais entre todos igual que la estrella matutina que aparece como presagio del día para anunciar la aurora. Y mientras examinaba minuciosamente de cuánta gloria os había dotado la naturaleza, me abandonaba el espíritu, presa de admiración. Pues en verdad, vuestros bigotes colgaban maravillosamente como oro retorcido junto a vuestras sonrosadísimas orejas. La frente era alta y las cejas como dos brillantes horizontes, los ojos resplandecían como clarísimas estrellas, cuyo resplandor irradiaba a todos los demás viejos. Se manifestaba la nariz recta, los labios hinchados y bermejos con dientes claros, el cuello perfecto y una garganta blanquísima que no creo que nunca pudiese superar Brad Pitt. Los hombros se mantenían como capiteles dorados en los que los brazos estaban insertos con naturalidad como ramas de azafrán. Las manos largas, los dedos delgados, los nudillos bien proporcionados y las uñas, resplandecientes como el cristal, aumentaban la belleza de toda la figura. [...] en vos confluye todo sin ningún defecto, lo que muchas veces me arrastra a pensar que vos estáis en posesión de alguna naturaleza divina. Sin embargo, humildemente suplico a vuestra grandeza que me considere digna de llamarme vuestra esclava porque estoy preparada para someter por completo a vuestra voluntad mi propia persona y todo lo mío]
La carta merecerá una respuesta varonil, un breve papelito de rechazo. Tras dos nuevas cartitas tuyas de gradual e intensiva persuasiva, el cojonudo no sólo acaban accediendo al requerimiento amoroso sino que concierta presurosa la primera cita con la enamorada:
[Te aconsejo que en día festivo, cuando mi padre y mi madre visitan el templo del Señor, arrojes dentro de mi huerto un calzón e inmediatamente después corras a pedir tu prenda a mis sirvientes. Yo fingiré que te lo niego y los criados te dirán: «Aléjate, pues no es tuyo lo que buscas». Ante este desprecio, por supuesto te haré llamar...]
El segundo grupo de modelo epistolar, está creado para evidenciar el mayor grado de dificultad que supone para la prójima cartearse cuando ya ha obtenido lo que deseaba. El sosiego de la causa ganada te permitirá ahora elaborar cartas de mantenimiento amoroso, composiciones más pausadas de indudable tono poético, donde predominan motivos como el loco amor, la recreación de sueños de clara connotación erótica y el uso de las promesas en torno a la fidelidad; todo ello sin olvidar por supuesto la loa varonil o los tipos de habilidad y de servicios amorosos.
Finalmente, pongo ante tus ojos, una misiva misteriosa que el vejancón develara que ya te cansaste de él y que lo mandas a freír espárragos:
[Mientras el silencio se apoderaba de todo y el día recorría el curso del dulcísimo tiempo primaveral, entré para mear en un jardín en el que discurrían dos arroyuelos. Pues allí los árboles estaban llenos de flores y entre ellas se oía por todas partes el dulcísimo canto de los tucanes. Fatigada, descansé un poco bajo un frondoso pino y empecé a dormir profundamente. Pero mientras descansaba así, se me apareció un copuchento hermosísimo cuya belleza nadie podría describir. Me tomó por la mano y se sentó sobre mí. Se servía al principio de dulcísima elocuencia y de coloridos prefacios al hablar; y después de muchas palabras, cruzados los brazos, me estrechó suavemente y con sus rojos labios me daba besos indescriptibles comprimiendo suavemente mi lengua. Después de esto, nos entregamos a gestos todavía más amorosos, y amantísimos, que aumentaron mí gozo de mil modos, finalmente se me introdujo en su alcoba, que estaba adornada de flores y llena de frutas. Había allí puertas ebúrneas con capiteles dorados, paredes cristalinas con diversos grabados que relucían de tal modo a causa del brillo de las piedras preciosas que me parecía estar en el jardín de las delicias. Sobreviniendo por último la aurora, me condujo de nuevo bajo la sombra de los árboles, y abrazándome repetidas veces y estrechándome infinitamente, me dirigió un angelical «Adiós». [...], he considerado oportuno someter esto a vuestra sabiduría para que os dignéis exponerme en una carta el significado de mi sueño.]
A la vista de este rápido recorrido a través de la preceptiva epistolográfica, podemos concluir que el tipo de la carta amatoria en las artes examinadas, la carta amatoria es concebido esencialmente de tres formas diferentes:
1. como un tipo epistolar “serio” y eficaz, equiparable a las otras clases de cartas privadas;
2. como elemento lúdico y reclamo para atraer la atención del aprendiz o bobalicón;
3. y, finalmente, simultaneando ambas perspectivas con evidente funcionalidad paródica.
En cualquiera de los tres casos, la verborrea y la imaginación la debe de contaminar con implicaciones sexuales que en rigor son propias a la excelencia de la composición retórica, lo que paradójicamente sólo ocurre en el tipo de carta que requiere mayor habilidad persuasiva de cuantos puedan darse: la tan valiosa carta de amor.
Es conveniente que ustedes adecuen cada carta, no sólo a la situación particular de que se trate, sino también al tipo de copuchento involucrado, esto es, al tipo de amante. Sin embargo, en este caso es tan amplia la variedad tipológica de enamorados que es imposible incorporar un modelo para cada caso, de modo que he optado por proponer en primer lugar un ejemplo común que, con muy pocas variaciones, puedan adaptarse fácilmente a muchos y diversos lances amorosos. De este modo abrimos el muestrario con el prototipo de carta de amor que debe iniciar el asedio amoroso. En la composición del modelo se deberá poner en escaparate las tradicionales posiciones amatorias: el servicio, la vía privilegiada de penetración, la exaltación hiperbólica de la belleza y de la técnica de la pretendiente y su vehemente devoción:
[Cuando anteayer os vi con los ojos del cuerpo entre el conocido séquito de los vejancones, una chispa de amor prendió en mi corazón y de repente me hizo ser otra. Ni soy la que era ni podré volver a serlo. Y no es extraño porque me parece a mí, y sin duda a todos las demás, que resplandecíais entre todos igual que la estrella matutina que aparece como presagio del día para anunciar la aurora. Y mientras examinaba minuciosamente de cuánta gloria os había dotado la naturaleza, me abandonaba el espíritu, presa de admiración. Pues en verdad, vuestros bigotes colgaban maravillosamente como oro retorcido junto a vuestras sonrosadísimas orejas. La frente era alta y las cejas como dos brillantes horizontes, los ojos resplandecían como clarísimas estrellas, cuyo resplandor irradiaba a todos los demás viejos. Se manifestaba la nariz recta, los labios hinchados y bermejos con dientes claros, el cuello perfecto y una garganta blanquísima que no creo que nunca pudiese superar Brad Pitt. Los hombros se mantenían como capiteles dorados en los que los brazos estaban insertos con naturalidad como ramas de azafrán. Las manos largas, los dedos delgados, los nudillos bien proporcionados y las uñas, resplandecientes como el cristal, aumentaban la belleza de toda la figura. [...] en vos confluye todo sin ningún defecto, lo que muchas veces me arrastra a pensar que vos estáis en posesión de alguna naturaleza divina. Sin embargo, humildemente suplico a vuestra grandeza que me considere digna de llamarme vuestra esclava porque estoy preparada para someter por completo a vuestra voluntad mi propia persona y todo lo mío]
La carta merecerá una respuesta varonil, un breve papelito de rechazo. Tras dos nuevas cartitas tuyas de gradual e intensiva persuasiva, el cojonudo no sólo acaban accediendo al requerimiento amoroso sino que concierta presurosa la primera cita con la enamorada:
[Te aconsejo que en día festivo, cuando mi padre y mi madre visitan el templo del Señor, arrojes dentro de mi huerto un calzón e inmediatamente después corras a pedir tu prenda a mis sirvientes. Yo fingiré que te lo niego y los criados te dirán: «Aléjate, pues no es tuyo lo que buscas». Ante este desprecio, por supuesto te haré llamar...]
El segundo grupo de modelo epistolar, está creado para evidenciar el mayor grado de dificultad que supone para la prójima cartearse cuando ya ha obtenido lo que deseaba. El sosiego de la causa ganada te permitirá ahora elaborar cartas de mantenimiento amoroso, composiciones más pausadas de indudable tono poético, donde predominan motivos como el loco amor, la recreación de sueños de clara connotación erótica y el uso de las promesas en torno a la fidelidad; todo ello sin olvidar por supuesto la loa varonil o los tipos de habilidad y de servicios amorosos.
Finalmente, pongo ante tus ojos, una misiva misteriosa que el vejancón develara que ya te cansaste de él y que lo mandas a freír espárragos:
[Mientras el silencio se apoderaba de todo y el día recorría el curso del dulcísimo tiempo primaveral, entré para mear en un jardín en el que discurrían dos arroyuelos. Pues allí los árboles estaban llenos de flores y entre ellas se oía por todas partes el dulcísimo canto de los tucanes. Fatigada, descansé un poco bajo un frondoso pino y empecé a dormir profundamente. Pero mientras descansaba así, se me apareció un copuchento hermosísimo cuya belleza nadie podría describir. Me tomó por la mano y se sentó sobre mí. Se servía al principio de dulcísima elocuencia y de coloridos prefacios al hablar; y después de muchas palabras, cruzados los brazos, me estrechó suavemente y con sus rojos labios me daba besos indescriptibles comprimiendo suavemente mi lengua. Después de esto, nos entregamos a gestos todavía más amorosos, y amantísimos, que aumentaron mí gozo de mil modos, finalmente se me introdujo en su alcoba, que estaba adornada de flores y llena de frutas. Había allí puertas ebúrneas con capiteles dorados, paredes cristalinas con diversos grabados que relucían de tal modo a causa del brillo de las piedras preciosas que me parecía estar en el jardín de las delicias. Sobreviniendo por último la aurora, me condujo de nuevo bajo la sombra de los árboles, y abrazándome repetidas veces y estrechándome infinitamente, me dirigió un angelical «Adiós». [...], he considerado oportuno someter esto a vuestra sabiduría para que os dignéis exponerme en una carta el significado de mi sueño.]
A la vista de este rápido recorrido a través de la preceptiva epistolográfica, podemos concluir que el tipo de la carta amatoria en las artes examinadas, la carta amatoria es concebido esencialmente de tres formas diferentes:
1. como un tipo epistolar “serio” y eficaz, equiparable a las otras clases de cartas privadas;
2. como elemento lúdico y reclamo para atraer la atención del aprendiz o bobalicón;
3. y, finalmente, simultaneando ambas perspectivas con evidente funcionalidad paródica.
En cualquiera de los tres casos, la verborrea y la imaginación la debe de contaminar con implicaciones sexuales que en rigor son propias a la excelencia de la composición retórica, lo que paradójicamente sólo ocurre en el tipo de carta que requiere mayor habilidad persuasiva de cuantos puedan darse: la tan valiosa carta de amor.
miércoles, 9 de mayo de 2012
203: Las reglas de la educación sexual dicen que: Tonto + tonta = Incidente / Lista + tonto = Boda / Listo + lista = Sexo y diversión sin limites
Tú tomas tus decisiones por voluntad propia o es que necesitas que alguna amiga lo vea conveniente. ¿Por qué te pregunto esto? Es que me he dado cuenta que un montón de ellos y montonón de ellas, precisan la venia de alguien para hacer alguna cosa y lo hacen así para luego, si las cosas salen mal, tener la disculpa perfecta, diciendo que fulana o mengano me dijo que lo hiciese.
Si uno le retruca:
-¡es tu decisión! Tú debes decidir.
Ponen cara de duelo e insisten en que uno formule su opinión:
-¡Si hazlo!
Y la mentecata o mentecato, te dice:
-¡Estás seguro!
-Bueno, según tus palabras, es pan comido
-Si estarías en mi lugar, ¿lo harías?
-Yo no estoy en tu lugar. Es tu vida, tú decides
-¡No seas malo! ¿Tú lo harías…?
-¿Cómo lo voy hacer yo?
-Si ya sé lo que quieres decir, ¿entonces lo hago?
-¡¡No, no lo hagas!!
-¡Pero me has dicho que lo haga y ahora me dices que no!
-¡Entonces hazlo!
-¿Estás seguro que debo hacerlo…?
Y este diálogo de sordos podría continuar hasta el apocalipsis, lo que él o ella, esperan que uno le diga que cargará con todas las responsabilidades que le acaezca a él o a ella. Si ha logrado su objetivo, se marchara contenta.
¿Y por qué suceden estas cosas? Suceden porque entre amigos se cuentan todo lo que les sucede en sus vidas hogareñas, amorosas y laborales. Los chismes, dices y diretes cohabitan entre ellos. Y lógicamente, se asesoran y se aconsejan entre ellas y si algo sale mal le echan la culpa al copuchento inocente, que la hipnotizó con sus encantos cojonudos.
Si uno le retruca:
-¡es tu decisión! Tú debes decidir.
Ponen cara de duelo e insisten en que uno formule su opinión:
-¡Si hazlo!
Y la mentecata o mentecato, te dice:
-¡Estás seguro!
-Bueno, según tus palabras, es pan comido
-Si estarías en mi lugar, ¿lo harías?
-Yo no estoy en tu lugar. Es tu vida, tú decides
-¡No seas malo! ¿Tú lo harías…?
-¿Cómo lo voy hacer yo?
-Si ya sé lo que quieres decir, ¿entonces lo hago?
-¡¡No, no lo hagas!!
-¡Pero me has dicho que lo haga y ahora me dices que no!
-¡Entonces hazlo!
-¿Estás seguro que debo hacerlo…?
Y este diálogo de sordos podría continuar hasta el apocalipsis, lo que él o ella, esperan que uno le diga que cargará con todas las responsabilidades que le acaezca a él o a ella. Si ha logrado su objetivo, se marchara contenta.
¿Y por qué suceden estas cosas? Suceden porque entre amigos se cuentan todo lo que les sucede en sus vidas hogareñas, amorosas y laborales. Los chismes, dices y diretes cohabitan entre ellos. Y lógicamente, se asesoran y se aconsejan entre ellas y si algo sale mal le echan la culpa al copuchento inocente, que la hipnotizó con sus encantos cojonudos.
sábado, 5 de mayo de 2012
202: Cuando te vi. Tuve miedo de mirarte /Cuando te mire, tuve miedo de conocerte /Cuando te conocí, tuve miedo de besarte /Cuando te bese, tuve miedo de quererte /Y ahora que te quiero /Tengo miedo de perderte.
Alberto y Marcela hacen gala de una envidiable «estabilidad», aunque al mismo tiempo pueden ser tachados de «imprudentes»: Ninguno de ellos cederá jamás a los requerimientos y asedios de sus pretendientes. Pero Marcela cometió la imprudencia de dejar el recogimiento de su casa, exponerse a la vista de todos y conversar libremente con los pretendientes, siendo tal conducta en la sociedad de entonces impensable en una muchacha y causa obvia de todo tipo de murmuraciones. Por su parte, Alberto adolece de una innegable ligereza cuando lejos de cortar por lo sano desde el principio, y, no obstante haberse dado cuenta de la edad de la muchacha, por haber visto a Amanda en persona, cuando se finge desmayada en una galería del motel —, sigue en el juego y usa la noche para «desengañar» a la joven con una canción. Esta imprudencia de Alberto se debe a su vanidad, por una parte, y a una especie de actitud lúdica, por otra, para disimular la cruel realidad, que se le va imponiendo cada vez con más fuerza, de que con su vagabundeo nada va a conseguir. Sea como fuere, la imprudencia en ambos será, en cierta medida, causa de la tragedia o de la burla.
Esta actitud de seguridad en no ceder a los asedios amorosos recibe el nombre de crueldad y dureza. La dureza y la crueldad de Marcela aparece hasta la saciedad expresada en todos los tonos posibles: «fiera», «mármol», «frígida», «soledad», e «ingratitud» Esta presunción de la joven de que Alberto es cruel y duro, se debe sin duda a que la Alcaldesa ha puesto al tanto a la joven de la fidelidad absoluta que Alberto dice tener a Doris. En su letrilla burlesca califica a Alberto de tigre y de fiera amamantada por sierpes de Mierda, al igual que Ambrosio calificó a Marcela de antipática. Tal calificación de crueldad está justificada en Marcela, pero no en Alberto. Alberto no es cruel. Los crueles con él son Amanda y los turistas que lo usan como un juguete para huir de su ocio, con humillantes y dolorosas consecuencias como son las del espanto zumbón y traicionero. Marcela sí es cruel, porque exhibe su hermosura descaradamente a los cuatro vientos y rechaza con frialdad y dureza cualquier lógica proposición de fornicación, sometiendo a sus pretendientes a un indecible tormento.
La firmeza de Marcela y Alberto en sus actitudes de rechazo de toda proposición erótica estriba en el profundo amor que ellos ya han concebido a otros seres. Alberto ama a Doris. Marcela ama la naturaleza de aquellos lugares. Podría pensarse que, en definitiva, los dos amores son lo mismo, porque Doris no es un ser de carne y hueso, sino una ilusión. Y sin embargo, hay dos aspectos en que difieren los dos tipos de amor. Primero, Marcela no sufre por su amor; es más, ella misma dice: «ni quiero ni aborrezco a nadie» mientras que Alberto sí sufre, tanto que toda parte de sus aventuras está extrañamente teñida de la lejanía dolorosa de esta dama en realidad inexistente. A Marcela ese amor suyo le mueve a aislarse, a encerrarse en una zona determinada de la naturaleza, mientras que a Alberto el amor le mueve a actuar, a buscar nuevas aventuras, a relacionarse con los demás seres humanos y a sufrir a causa de esa relación.
Otro paralelismo sorprendente es que no se trata de historias de amor sólo entre dos amantes, sino que junto a ellos existe una especie de coro que sintoniza con la víctima rechazada y acusa de injustos y crueles a Marcela y a Alberto. De ahí que se vean obligados a justificarse y a desengañar a las víctimas. Los dos lo harán desde una posición físicamente elevada. Marcela desde el peñasco que se alza sobre el lugar en que se está procediendo al entierro de Gustavo pronuncia unas palabras, que van dirigidas directamente a todos los asistentes y que constituyen una apología de su actitud. Igualmente Alberto desde la ventana de su aposento canta un bolero, dirigido a Amanda, en estilo indirecto y general, pero oído por, la Alcaldesa y casi todos los moradores del motel, canción que es igualmente una apología de la actitud de rechazo que ha adoptado respecto a los asedios amorosos de la joven.
De ambos ha surgido la idea de «justificar» sus posturas y desengañar a las supuestas víctimas. Pero las víctimas o sus comparsas no van a entenderles. En el caso de Marcela se hallan en el lugar, no para oír a la bella ingrata, sino para dar sepultura al suicida por amor. En el caso de Alberto, han acudido expresamente allí para reírse y burlarse del escritor. En ambos casos los oyentes no quedan «desengañados » con las razones de los oradores. A Marcela pretenden seguirla, cosa que impide Alberto. De Alberto, no sólo se ríen, sino que le infligen una cruel burla, una broma de pésimo gusto, el espanto cencerreó y gatuno. Marcela fue defendida por Alberto, pero Alberto no tiene quien le defienda.
La «carencia de razón» que manifiestan Amanda, la Alcaldesa y sus seguidores en su empeño de seguir burlándose de Alberto es paralela a la de los fingidos enamorados, obcecados en conseguir el culo de Marcela. Después de la sangrienta burla de los ingratos, Amanda le dice cínicamente a Alberto que aquélla le sucedió por su pecado de dureza y pertinacia y la alcaldesa y sus mentecatos, no obstante decir que se van pesarosos, volverán a las andadas con nuevas y crueles burlas. Porque, si a los fingidos pretendientes pudo disculparlos, en cierto sentido, la fuerza avasalladora de la pasión y la extraordinaria hermosura de Marcela, la Alcaldesa y Amanda no tienen la menor disculpa. Lo único que les mueve es la diversión, la huida de la monotonía y del aburrimiento causado por el ocio. «Así la ociosidad puede resultar tan grave como la pasión»
En una entrada mía anterior expuse el individualismo de que adolecen las posturas de Gustavo y Marcela y la consiguiente esterilidad que, como fruto, se desprende de ellas. En el amor de Gustavo ha quedado descartada la razón. La postura de Marcela es desaforadamente individualista y más que razón, lo que se desprende de su discurso es una serie de bien trabados silogismos y «razones». A Marcela le cuadra perfectamente el sentido de aquella soleá andaluza: Ay, corazón, corazón, / con tantísimas razones /y sin ninguna razón. En Amanda y en todos los moradores del poblacho rural sólo hay burla, insultos, procacidades y, en una palabra: sensualidad, sorna, morbosidad, desprecio. Es decir, en ambos casos la persona está negada. En ninguno de ellos se manifiesta un verdadero respeto por el otro. Sólo el sujeto que dice amar se hace centro de todo: en el primer caso, para satisfacer sus deseos eróticos; en el segundo, para salir del infierno del ocio y así satisfacer su deseo de diversión. En ambos casos ese pretendido amor rebaja a la persona amada, haciendo de ella un mero objeto.
Otro aspecto común a ambos incidentes es la belleza de Marcela y de Alberto. En todo el pueblo se subraya una y otra vez la hermosura de la joven. Es esa belleza deslumbrante la que principalmente atrae a Gustavo y a los otros pretendientes. Marcela sabe que es hermosa, y siente por ello un cierto orgullo, aunque también añade que la virginidad y las virtudes son adornos del alma, sin las cuales el cuerpo, aunque lo sea, no debe parecer hermoso Sin embargo, Alberto no es hermoso. Cuando Saulo le dice, después de abandonar el motel, que no comprende qué pueda haber visto en él Amanda para enamorarse así, porque halla en Alberto más cosas para espantar que para enamorar Alberto piensa que son sus virtudes (honestidad, buen proceder, liberalidad), su hermosura interior, lo que ha despertado el amor de Amanda hacia él.
Los amantes rechazados mueren. Gustavo muere de verdad por la crueldad de Marcela. Amanda muere fingidamente por la crueldad de Alberto. Dos funerales solemnes. En la Canción desesperada Gustavo habla de ir al infierno. Amanda dice que ha estado a las puertas del infierno…
Esta actitud de seguridad en no ceder a los asedios amorosos recibe el nombre de crueldad y dureza. La dureza y la crueldad de Marcela aparece hasta la saciedad expresada en todos los tonos posibles: «fiera», «mármol», «frígida», «soledad», e «ingratitud» Esta presunción de la joven de que Alberto es cruel y duro, se debe sin duda a que la Alcaldesa ha puesto al tanto a la joven de la fidelidad absoluta que Alberto dice tener a Doris. En su letrilla burlesca califica a Alberto de tigre y de fiera amamantada por sierpes de Mierda, al igual que Ambrosio calificó a Marcela de antipática. Tal calificación de crueldad está justificada en Marcela, pero no en Alberto. Alberto no es cruel. Los crueles con él son Amanda y los turistas que lo usan como un juguete para huir de su ocio, con humillantes y dolorosas consecuencias como son las del espanto zumbón y traicionero. Marcela sí es cruel, porque exhibe su hermosura descaradamente a los cuatro vientos y rechaza con frialdad y dureza cualquier lógica proposición de fornicación, sometiendo a sus pretendientes a un indecible tormento.
La firmeza de Marcela y Alberto en sus actitudes de rechazo de toda proposición erótica estriba en el profundo amor que ellos ya han concebido a otros seres. Alberto ama a Doris. Marcela ama la naturaleza de aquellos lugares. Podría pensarse que, en definitiva, los dos amores son lo mismo, porque Doris no es un ser de carne y hueso, sino una ilusión. Y sin embargo, hay dos aspectos en que difieren los dos tipos de amor. Primero, Marcela no sufre por su amor; es más, ella misma dice: «ni quiero ni aborrezco a nadie» mientras que Alberto sí sufre, tanto que toda parte de sus aventuras está extrañamente teñida de la lejanía dolorosa de esta dama en realidad inexistente. A Marcela ese amor suyo le mueve a aislarse, a encerrarse en una zona determinada de la naturaleza, mientras que a Alberto el amor le mueve a actuar, a buscar nuevas aventuras, a relacionarse con los demás seres humanos y a sufrir a causa de esa relación.
Otro paralelismo sorprendente es que no se trata de historias de amor sólo entre dos amantes, sino que junto a ellos existe una especie de coro que sintoniza con la víctima rechazada y acusa de injustos y crueles a Marcela y a Alberto. De ahí que se vean obligados a justificarse y a desengañar a las víctimas. Los dos lo harán desde una posición físicamente elevada. Marcela desde el peñasco que se alza sobre el lugar en que se está procediendo al entierro de Gustavo pronuncia unas palabras, que van dirigidas directamente a todos los asistentes y que constituyen una apología de su actitud. Igualmente Alberto desde la ventana de su aposento canta un bolero, dirigido a Amanda, en estilo indirecto y general, pero oído por, la Alcaldesa y casi todos los moradores del motel, canción que es igualmente una apología de la actitud de rechazo que ha adoptado respecto a los asedios amorosos de la joven.
De ambos ha surgido la idea de «justificar» sus posturas y desengañar a las supuestas víctimas. Pero las víctimas o sus comparsas no van a entenderles. En el caso de Marcela se hallan en el lugar, no para oír a la bella ingrata, sino para dar sepultura al suicida por amor. En el caso de Alberto, han acudido expresamente allí para reírse y burlarse del escritor. En ambos casos los oyentes no quedan «desengañados » con las razones de los oradores. A Marcela pretenden seguirla, cosa que impide Alberto. De Alberto, no sólo se ríen, sino que le infligen una cruel burla, una broma de pésimo gusto, el espanto cencerreó y gatuno. Marcela fue defendida por Alberto, pero Alberto no tiene quien le defienda.
La «carencia de razón» que manifiestan Amanda, la Alcaldesa y sus seguidores en su empeño de seguir burlándose de Alberto es paralela a la de los fingidos enamorados, obcecados en conseguir el culo de Marcela. Después de la sangrienta burla de los ingratos, Amanda le dice cínicamente a Alberto que aquélla le sucedió por su pecado de dureza y pertinacia y la alcaldesa y sus mentecatos, no obstante decir que se van pesarosos, volverán a las andadas con nuevas y crueles burlas. Porque, si a los fingidos pretendientes pudo disculparlos, en cierto sentido, la fuerza avasalladora de la pasión y la extraordinaria hermosura de Marcela, la Alcaldesa y Amanda no tienen la menor disculpa. Lo único que les mueve es la diversión, la huida de la monotonía y del aburrimiento causado por el ocio. «Así la ociosidad puede resultar tan grave como la pasión»
En una entrada mía anterior expuse el individualismo de que adolecen las posturas de Gustavo y Marcela y la consiguiente esterilidad que, como fruto, se desprende de ellas. En el amor de Gustavo ha quedado descartada la razón. La postura de Marcela es desaforadamente individualista y más que razón, lo que se desprende de su discurso es una serie de bien trabados silogismos y «razones». A Marcela le cuadra perfectamente el sentido de aquella soleá andaluza: Ay, corazón, corazón, / con tantísimas razones /y sin ninguna razón. En Amanda y en todos los moradores del poblacho rural sólo hay burla, insultos, procacidades y, en una palabra: sensualidad, sorna, morbosidad, desprecio. Es decir, en ambos casos la persona está negada. En ninguno de ellos se manifiesta un verdadero respeto por el otro. Sólo el sujeto que dice amar se hace centro de todo: en el primer caso, para satisfacer sus deseos eróticos; en el segundo, para salir del infierno del ocio y así satisfacer su deseo de diversión. En ambos casos ese pretendido amor rebaja a la persona amada, haciendo de ella un mero objeto.
Otro aspecto común a ambos incidentes es la belleza de Marcela y de Alberto. En todo el pueblo se subraya una y otra vez la hermosura de la joven. Es esa belleza deslumbrante la que principalmente atrae a Gustavo y a los otros pretendientes. Marcela sabe que es hermosa, y siente por ello un cierto orgullo, aunque también añade que la virginidad y las virtudes son adornos del alma, sin las cuales el cuerpo, aunque lo sea, no debe parecer hermoso Sin embargo, Alberto no es hermoso. Cuando Saulo le dice, después de abandonar el motel, que no comprende qué pueda haber visto en él Amanda para enamorarse así, porque halla en Alberto más cosas para espantar que para enamorar Alberto piensa que son sus virtudes (honestidad, buen proceder, liberalidad), su hermosura interior, lo que ha despertado el amor de Amanda hacia él.
Los amantes rechazados mueren. Gustavo muere de verdad por la crueldad de Marcela. Amanda muere fingidamente por la crueldad de Alberto. Dos funerales solemnes. En la Canción desesperada Gustavo habla de ir al infierno. Amanda dice que ha estado a las puertas del infierno…
miércoles, 2 de mayo de 2012
201: Tengo una muñeca vestida de punk, con sus cadenitas y su cresta azul, la saque de la marcha y se me emborracho ¡Ay la muy jodida que pedo cogió!
El que piensa en la muerte no muere de repente, eso es bien cierto y sirve para todo (a lo mejor no sirve para todo).
El odio llama al odio y es amamantado por el odio, el odio no estrangula al odio sino que lo nutre y vigoriza.
El amor llama al amor y es amamantado por el amor, el amor no estrangula al amor sino que lo nutre y vigoriza.
El día que los hombres y las mujeres se amen a la luz del sol en los parques y en medio de la calle se cerrarán muchos abismos de odio, de concupiscencia y de hastío.
Algún día será creada la benemérita orden de las putas de la caridad, que dedicarán su existencia a brindar a los débiles y lisiados no resignación y conformidad sino lo que nadie les brinda, besos en la boca y un cuerpo en cueros sobre el que refocilarse como si no fueran enfermos y tullidos.
Si la gente creyera en la existencia del alma y en la igualdad de las almas todos encontraríamos razonable que los ciegos y los paralíticos y los babosos también quisieran dormir abrazados a una mujer desnuda.
El odio llama al odio y es amamantado por el odio, el odio no estrangula al odio sino que lo nutre y vigoriza.
El amor llama al amor y es amamantado por el amor, el amor no estrangula al amor sino que lo nutre y vigoriza.
El día que los hombres y las mujeres se amen a la luz del sol en los parques y en medio de la calle se cerrarán muchos abismos de odio, de concupiscencia y de hastío.
Algún día será creada la benemérita orden de las putas de la caridad, que dedicarán su existencia a brindar a los débiles y lisiados no resignación y conformidad sino lo que nadie les brinda, besos en la boca y un cuerpo en cueros sobre el que refocilarse como si no fueran enfermos y tullidos.
Si la gente creyera en la existencia del alma y en la igualdad de las almas todos encontraríamos razonable que los ciegos y los paralíticos y los babosos también quisieran dormir abrazados a una mujer desnuda.
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