sábado, 24 de julio de 2010

52: Sun Tzu: La guerra de los Orgasmos IV

La regla de la utilización de la fuerza es la siguiente: Si tú fuerza es igual, lucha si te es posible. Si tú fuerza es inferior, mantente continuamente en guardia, pues el más pequeño falo te acarrearía las peores consecuencias.


Este consejo se aplica en los casos en que todos los factores son equivalentes. Si tú fuerza está en orden mientras que las suyas están inmersas en la confusión, si tú y tu fuerza están con ánimo y ellos desmoralizados, entonces, aunque sean más numerosos, puedes entrar en batalla. Si tus servicios, tu fuerza, tu estrategia y tu valor son menores que las de tu adversario, entonces debes retirarte y buscar una fellatio.


Esto quiere decir que si una mujer no hace una valoración adecuada de su poder y se atreve a enfrentarse con una gran pistola, por mucho que su defensa sea firme, inevitablemente se convertirá en conquistada. "si no puedes ser fuerte, pero tampoco sabes ser débil, serás derrotada"


Así pues, existen tres maneras en las que una mujer llega al desastre:

1. Cuando una mujer, ignorando los hechos, se retirara cuando no debe hacerlo; a esto se le llama inmovilizar el ejercicio.

2. Cuando una mujer ignora los asuntos sexuales, pero comparte en pie de igualdad la ignorancia con él copuchento, los dos acaban confusos.

3. Cuando la mujer ignora cómo llevar a cabo las maniobras, pero comparte por igual su distracción, los hombres están vacilantes. Una vez que los hombres están confusos y vacilantes, empiezan los problemas procedentes. A esto se le llama perder la victoria por trastornar el aspecto sexual.

Si intenta utilizar los métodos de una revista llamada Cosmopolitan para dirigir una operación, la sesión será confusa.


Triunfan aquellas que:

1. Saben cuándo luchar y cuándo no.

2. Saben discernir cuándo utilizar muchas o pocas energías.

3. Tienen servicios cuyos rangos superiores e inferiores tienen el mismo objetivo.

4. Se enfrentan con preservativos a enemigos desprevenidos.

5. Tienen senos competentes y no limitados por su brassier.

Estas cinco son las maneras de conocer a la futura vencedora.

Si conoces a los demás y te conoces a ti misma, ni en cien camas correrás peligro; si no conoces a los demás, pero te conoces a ti misma, perderás un hombre y ganarás otro; si no conoces a los demás ni te conoces a ti misma, correrás peligro de terminar embarazada.

jueves, 22 de julio de 2010

51: Sun Tzu: La guerra de los Orgasmos III

Una vez comenzada la campaña, aunque estés ganando, de continuar por mucho tiempo, desanimará a tus hombres y embotará tu trompa. Si estás sitiando a un cojonudo, agotarás tus fuerzas. Si mantienes a tu vagina durante mucho tiempo en servicio, tus fluidos se agotarán.


Los preservativos son instrumentos de mala suerte; emplearlos por mucho tiempo producirá calamidades. Como se ha dicho: "Los que a hierro matan, a hierro mueren." Cuando tus ganas están desanimadas, tu clítoris embotada, agotadas tus fuerzas y tus preservativos escasean, hasta los tuyos se aprovecharán de tu debilidad para sublevarse. Entonces, aunque tengas asesoramiento femenil, al final no podrás hacer que las cosas salgan bien.


Por esta causa, he oído hablar de algunas mujeres que han sido torpes y repentinas, pero nunca he visto a ninguna experta en el arte del amor que mantuviese los servicios por mucho tiempo. Nunca es beneficioso para una mujer dejar que una operación sexual se prolongue por mucho tiempo.


Como se dice comúnmente, sé rápida como el trueno que retumba antes de que hayas podido taparte los oídos, veloz como el relámpago que relumbra antes de haber podido pestañear.


Por lo tanto, las que no son totalmente conscientes de la desventaja de servirse de los hombres no pueden ser totalmente conscientes de las ventajas de utilizarlos.


Las que los utilizan con pericia no activan dos veces, ni proporcionan servicios en tres ocasiones, con un mismo preservativo. Esto quiere decir que no se debe utilizar al hombre más de una vez por campaña, y que inmediatamente después de alcanzar la victoria no se debe regresar al mismo hombre para hacer una segunda acción. Al principio esto significa proporcionar servicios, pero después los descontentos por falta de servicios son los vecinos.


Los hombres constituyen la base de un placer, los servicios son la felicidad del mismo. La mujer debe respetar este hecho y ser sobria y austera en sus preferencias.


Cuando recompenses a tus hombres con los beneficios que ostentaban los harás luchar por propia iniciativa, y así podrás tomar el poder y la influencia que tenían sus esposas. Es por esto por lo que se dice que donde hay grandes recompensas hay hombres valientes.


Si recompensas a todo el mundo, no habrá suficiente para todos, así pues, ofrece una recompensa a un cojonudo para animar a todos los demás. Cambia sus gustos, utilízalos mezclados con los tuyos. Trata bien a los hombres y préstales atención. Los divorciados deben ser bien tratados, para conseguir que en el futuro luchen para ti. A esto se llama vencer al adversario e incrementar por añadidura tus propias fuerzas.

Si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo, serás poderosa en cualquier lugar a donde vayas.


Así pues, lo más importante en una operación sexual es la victoria y no la persistencia. Esta última no es beneficiosa. Un hombre es como el fuego: si no lo apagas, se consumirá por sí mismo.


Por lo tanto, sabemos que la que está a la cabeza del servicio está a cargo de las vidas de los hombres y de la seguridad de la acción.

lunes, 19 de julio de 2010

50: Sun Tzu: La guerra de los Orgasmos II

Tras prestar atención a mi consejo y planes, la mujer debe crear una situación que contribuya a su cumplimiento. Por situación quiero decir que debe tomar en consideración la situación del campo, y actuar de acuerdo con lo que le es ventajoso.


El arte de la guerra se basa en el engaño. Por lo tanto, cuando es capaz de atacar, ha de aparentar incapacidad; cuando las amigas se mueven, aparentar inactividad. Si está cerca de la rival, ha de hacerle creer que está lejos; si está lejos, aparentar que se está cerca.
Poner cebos para atraer a los hombres.


Golpear al enemigo cuando está desordenada. Prepararse contra ella cuando está segura en todas partes. Evitarle durante un tiempo cuando es más fuerte. Si tu oponente tiene un temperamento colérico, intenta irritarle. Si es arrogante, trata de fomentar su egoísmo.


Si las amigas se hallan bien preparadas tras una reorganización, intenta desordenarlas. Si están unidas, siembra la disensión entre sus filas. Ataca a la amiga cuando no está preparada, y aparece cuando no te espera. Estas son las claves de la victoria para la estratega.


Ahora, si las estimaciones realizadas antes de la batalla indican victoria, es porque los cálculos cuidadosamente realizados muestran que tus condiciones son más favorables que las condiciones de la rival; si indican derrota, es porque muestran que las condiciones favorables para la conquista son menores.


Con una evaluación cuidadosa, uno puede vencer; sin ella, no puede. Muchas menos oportunidades de victoria la tendrá aquella que no realiza cálculos en absoluto.


Gracias a este método, se puede examinar la situación, y el resultado aparece claramente.

viernes, 16 de julio de 2010

49: Sun Tzu: La guerra de los Orgasmos I

La cópula es de vital importancia para la mujer; es el dominio de la vida o de la muerte, el camino hacia la superación o la pérdida de la femineidad: es forzoso manejarla bien. No reflexionar seriamente sobre todo lo que le concierne es dar prueba de una culpable indiferencia en lo que respecta a la conservación o pérdida de lo que les es más querido; y ello no debe ocurrir nunca jamás entre ellas.


Ella tendrá que valorarla en términos de cinco factores fundamentales, y hacer comparaciones entre diversas condiciones de los copuchentos, con vistas a determinar el resultado de su campaña.


El primero de estos factores es la doctrina; el segundo, el tiempo; el tercero, el terreno; el cuarto, la mujer teta; y el quinto, la disciplina.

La doctrina significa aquello que hace que los hombres estén en armonía con su amante, de modo que la sigan donde sea, sin temer, ni a perder su capitalito ahorrado durante tanticos años.


El tiempo significa el Ying y el Yang, la noche y el día, el frío y el calor, días despejados o lluviosos, y el cambio de las posiciones.


El terreno implica los moteles, y hace referencia a dónde es fácil o difícil desplazarse, y si es campo abierto o lugares estrechos, y esto influencia en el resultado final.


La mujer teta ha de tener como cualidades: sabiduría, sinceridad, benevolencia, coraje y disciplina.


Por último, la disciplina ha de ser comprendida como la organización de los hombres, las graduaciones y rangos entre ellos, la regulación de los días de servicios, y la provisión del sex shop.


Estos cinco factores fundamentales han de ser conocidos por cada mujer. Aquella que los domina, vence; aquella que no, se queda con las ganas. Por lo tanto, al trazar los planes, ellas han de comparar los siguientes siete factores, valorando cada uno con el mayor cuidado:

¿Qué hombre es más rápido y capaz?

¿Qué hombre posee el mayor “talento”?

¿Qué hombre obtiene ventajas del tiempo y el terreno?

¿En qué hombres se observan mejor las regulaciones y las instrucciones?

¿Qué hombres son más fuertes?

¿Qué rival tiene amantes fijos y hombres mejor entrenados?

¿Qué rival administra servicios y cunnilingus de forma más justa?

Mediante el estudio de estos siete factores, será capaz de adivinar cuál de los dos bandos saldrá victorioso y cual será derrotado.


La mujer que siga mi consejo terminará satisfecha, aquella que no lo siga se quedará con los crespos hechos.

jueves, 15 de julio de 2010

48: Manual de convivencia matrimonial. Parte IV

No cabe duda de que es bueno para una esposa mantener su palabra y vivir con integridad sin engaños ni astucias. Sin embargo, la experiencia de nuestro tiempo nos demuestra que las esposas que han alcanzado mayor gloria son aquellas que para nada han tenido en cuenta su palabra y que con astucia han sabido engañar a quienes confiaban en ellas, acabando por triunfar de aquellas que basaban su conducta en la lealtad.


Es cosa sabida que hay dos maneras de luchar con las leyes y con la fuerza. Le será, pues, necesario a la esposa saber servirse bien de una y otra.


Si todos los hombres fueran gente de bien, me guardaría yo mucho de dar tales reglas, pero como todos son perversos y no mantienen su palabra, tampoco la esposa tiene por qué guardarla. Y a una esposa no han de faltarle nunca buenas razones para justificar su actitud; para demostrar tal cosa podría citar aquí un número infinito de casos sucedidos en la última década y mostradas por la blogosfera, mostrando cuántos pactos y cuántas promesas han sido hechas y rotas por la falta de palabra de las esposas entre las que siempre tiene más suerte aquella que supo actuar zorreramente. Pero hay que saber representar este papel con mucho disimulo y astucia; haciéndolo así los hombres son tan necios que no resulta difícil engañarlos.


No es necesario que la esposa posea todas las buenas cualidades antes mencionadas, lo importante es que parezca tenerlas. Incluso, me atrevería a decir que si las posee y las manifiesta pueden acarrearle desgracias, pero si sólo finge tenerlas, entonces le aprovecharán grandemente. La esposa debe esforzarse en adquirir fama de benigna, de clemente, de compasiva, de religiosa y justa y, si verdaderamente posee estas cualidades, debe ser siempre dueña de ellas para usarlas contrariamente cuando sea preciso.


Hay que hacer notar que una esposa, sobre todo cuando es nueva, no puede ejercitar impunemente estas virtudes que le hacen ser considerada como una mujer de bien; a menudo se verá precisada, para mantener su matrimonio, a obrar en contra de la humanidad, de la caridad, y de la religión. Debe tener un carácter amoldable a las circunstancias y como ya he dicho debe procurar no alejarse del bien si puede, pero saber usar del mal también es necesario.

lunes, 12 de julio de 2010

47: Manual de convivencia matrimonial. Parte III

De un modo general diré que la esposa debe preocuparse de evitar aquellas cosas que pueden ser causa de que se le odie y desprecie.


Opino que nada hay que haga más odiosa a una esposa que el hecho de que se apoderé de los bienes de su esposo y haga el amor con los amigos de él, de ambas cosas debe abstenerse. Cuando no se arrebatan a los esposos ni los bienes ni sus amigos, viven contentos y sólo hay que luchar contra los deseos de unos pocos vecinos, cosa nada difícil.


Cuando una esposa pasa por inconstante, ligera, marimacho e irresoluta es menospreciada, cosa que la esposa debe tratar de evitar como una estría en la panza; debe esforzarse para que en sus acciones pueda verse grandeza, magnanimidad y valor. Sus sentencias respecto a los conflictos privados con sus cojonudos deben ser irrevocables, de tal modo que nadie pueda alabarse de poderla engañar ni de ser capaz de hacerla cambiar de parecer.


La esposa que logra tal estima de su persona adquiere gran fama y contra una esposa que goce de buena fama no es fácil provocar ninguna conjuración ni tampoco es fácil atacarle si se sabe que es amada y respetada por los suyos.


Una esposa debe sentir temor de dos cosas: una interna que provendrá de su esposo; la otra procede del exterior, deberá precaverse de los amigos del esposo que están de rechupete.


El que conspira no puede ser uno solo, tiene que unirse a otros descontentos. Y tan pronto como una ha descubierto sus propósitos a un descontento, se le da ocasión a éste de alegrarse, pues si os revela el complot, puede esperar con ello lo que quiera, de modo que viendo la ganancia segura por este lado y viendo lo otro, en cambio, incierto y peligroso, tendría que ser un amigo excepcional del esposo o un obstinado enemigo de la esposa para que no se decidiera a ser traidor.


En pocas palabras diré que por parte del esposo sólo existe el miedo, la envidia y la desconfianza, mientras que la esposa tiene a su favor todo el prestigio, el poder de las leyes y el matrimonio; si a eso se añade el afecto de los sobrinos, es imposible que haya alguien tan temerario como para conspirar, ya que si todo conspirador normalmente debe temer cualquier desgracia antes de haber realizado su hazaña, en este caso tiene que temer todavía más de lo que pueda venir luego, pues tendrá a su suegra como enemiga y no podrá esperar ayuda de nadie.

lunes, 5 de julio de 2010

46: Manual de Convivencia Matrimonial parte II

Una esposa no debe obrar a la ligera ni escuchar con facilidad las cosas que le cuenten sus amigas. Por el contrario, deberá ser prudente en creer lo que oye y obrar tomando las necesarias precauciones, para que el ser demasiado confiada no le haga obrar imprudentemente y el ser excesivamente desconfiada no la haga insoportable.

Se nos presenta ahora la cuestión de si es mejor ser temida o ser amada.

Contestaré que sería necesario ser ambas cosas, pero siendo dificil que puedan darse juntos estos dos sentimientos, encontrándose la esposa en el caso de tener que inspirar sólo uno, más le convendrá inspirar temor que afecto. No hay que olvidar que los hombres son ingratos, mudables, codiciosos, hipócritas y cobardes; mientras se les hace el bien te ofrecen su sangre, sus bienes, su vida, cuando la ocasión de ponerlos a prueba queda lejos, pero cuando llega el momento de demostrar sus promesas se rebelan contra ti. Y la esposa que fiándose en tales palabras no ha tenido la prudencia de tomar sus medidas está perdida.

Los esposos que se adquieren por dinero y no por las cualidades del alma le será, infieles y no le servirán.

Los hombres respetan más a quien infunde miedo que a quien los trata amablemente, porque el amor se mantiene por una serie de obligaciones que los hombres, al ser perversos, pronto pueden dejar de observar y, en cambio, el temor permanece por el miedo al castigo y eso jamás se olvida.

Sin embargo, la esposa debe hacerse temer sólo hasta el punto de que si no consigue la estimación de su pareja, al menos no se granjee tampoco su odio, pues puede conciliar ambas cosas siendo temida pero no odiada, cosas que no logrará si no se apodera de sus bienes.

Volviendo, pues, a la primera cuestión, la de si es mejor ser temida o ser amada, diré que siendo el amor cosa voluntaria y el temor algo impuesto, mejor le será a la esposa, si es mujer de talento contar aquello que es capaz de imponer ella y no con lo que dependa de los demás; teniendo gran cuidado, como ya he dicho, de que el temor que inspire no llegue a convertirse en odio.