Al principio creí contentarme con la alegría que se me ofrecía un rapidito por aquí, otro por allá. Ahora sé que no me aguanto. Jamás podemos desayunar juntos porque no puede violar ese permiso hasta las nueve de la noche. Yo soy el veloz de los lunes, nunca el del domingo. Yo soy algo de lo que ella no se enorgullece. Lo que se oculta. Soy el tipo de los rapiditos.
Me dice que su marido es celoso. ¿Y yo…? ¿Y yo? ¿Yo no puedo tener celos?, cuando sé que al dejarme va donde él; cuando hace proyectos de viaje; cuando me habla de una fiesta, un aniversario, cuando está encinta -sin poder echarle la culpa al espíritu santo- cuando dice mi esposo, cuando dice mis hijos, cuando dice mi casa, cuando dice mi vida. Dice que ella es frágil. ¿Y yo? ¿Es que estoy hecho de hormigón armado?
En tres ocasiones le he dicho: esto se ha terminado, no quiero continuar. Quiero salvarme. Y las tres veces, ella me ha respondido: ¿Y yo que voy a hacer sin ti? En cada una de esas crisis he cedido, y la espera y los rapiditos continúan.
Así hablan esos copuchentos que algunos esposos legítimos llaman sinvergüenzas, ladrones de féminas, cojonudos de placer, sin fe y sin ley, tigres, vampiros y mil otros apelativos. Cuando en realidad se trata de copuladores que han ido más allá de sus dominios… llevados por la pasión.
Pero veamos… ¿por qué buscar a la prójima de otro? Tal vez porque son justamente las féminas de los otros las que ejercen una fascinación sobre penes imprudentes, o también se trata de prójimas que se sienten descuidadas. Y claro desde nuestra más tierna infancia nos han enseñado nuestras madres que un verdadero caballero jamás deberá dejar sin satisfacer a una dama.
¿Qué consejo podría dar a todos esos seres desvalidos, que viven esperando que llegue la mujer de su prójimo, para soslayar este espinoso asunto? Lo único que se me ocurre, es que cuando ellos se sientan abandonados, tristes y melancólicos realicen algunas labores de crochet para distraer la mente.
Noooo, mejor que se entretengan en buscar más féminas abandonadas que de esas hay muchas.
ResponderEliminarQué harían esas mujeres inatendidas sino existieran esos caballeros tan dispuestos siemore a complacerlas.. ah.. dejemos a la naturaleza actuar y que no haya normas en el amor...¡¡
ResponderEliminarEl destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos.
ResponderEliminarDueños de sus destinos son los hombres. La culpa, querido Bruto, no está en las estrellas, sino en nuestros vicios.
A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo.
ResponderEliminarjajajajajajajaja
ResponderEliminartambién estoy a favor del crochet, aunque armar rompecabezas también sirve!
un abrazo Chaly