Dos amigos que se encuentran después de mucho tiempo y uno que le dice al otro:
– ¡Hombre, Manuel, cuánto tiempo sin verte! ¿Y eso, qué es de tu vida?
– Pues nada, ya ves, resulta que un día me encontré con una lámpara mágica, con genio y todo.
– ¿Sí? No me digas, oye pues dejame pedirle un deseo al genio ese, ¿no?
-Bueno, no veo por qué no. Lo único malo es que el genio es un poco sordo, pero por lo demás… Vente que lo tengo en mi barco.
Total que se van andando los dos y llegan al paseo marítimo. Y el otro, ya impaciente, ve un pedazo de yate y le pregunta a su amigo:
– ¡Manuel, es ese tu barco!
– No, no, el mío está al final del muelle.
Ven un velero, majestuoso y el otro:
-¡¿No me digas que ese es tu barco?
– Que va, que va, si es el último del todo:
Siguen andando y cuando ya no hay más barcos ven al fondo una boya enorme, más grande que una casa, con su campana y todo y dice el amigo:
– Ese es mi barco.
Así que el otro, todo extrañado lo sigue y se meten dentro de la boya. A lo que el otro le da la lámpara y le dice que pida lo que quiera. El colega no se lo piensa mucho y frota la lámpara y cuando sale el genio, va y le dice:
-¡¡Quiero que al llegar a mi casa haya un millón de pelas!!
Y el genio:
– ¡¡Concedido!!
El notas sale corriendo, todo impaciente, sin despedirse ni nada y cuando llega a su casa, abre la puerta y se encuentra que está todo lleno de velas.
– ¡¡Velas!! -exclama- ¿Pero esto qué es?
Así que coge y vuelve para pedirle explicaciones al amigo.
El amigo, que se lo veia venir, le explica:
– Ya te lo dije, que el genio era un poco sordo, ¿tú por qué te crees que yo tengo la boya más grande del mundo?
Buen chiste.
ResponderEliminarUn abrazo.