Pocos saben que la palabra "boludo", tan común en Argentina y Uruguay, no nació como un simple insulto. En el siglo XIX, durante las guerras de independencia y las guerras civiles argentinas, se usaba para referirse a los jóvenes soldados inexpertos que llevaban boleadoras en lugar de armas de fuego. Eran vistos como torpes y sin preparación… y así nació el término.
Pero lo que comenzó como una burla evolucionó con el tiempo. En el siglo XX, "boludo" pasó de ser un insulto a una palabra cotidiana entre amigos, hasta convertirse en parte de la identidad cultural argentina. Hoy puede significar desde “amigo” hasta “idiota”, dependiendo del tono y el contexto.
El Lobo
El lobo nunca come cadáveres, ni de animales, ni de personas; pasa toda su vida con una pareja, no se aparea con su madre ni con su hermana; es un animal monógamo, no engaña.
Si un socio muere, el lobo permanece solo; conoce bien a sus pequeños: es el único animal que ayuda a sus padres después de una profunda vejez y les trae comida.
Cuando matas a un lobo, te mira a los ojos hasta que su alma lo abandona; es 25% más inteligente que el perro más inteligente, y es el único animal que no obedece al entrenamiento, dicen. Los lobos piensan, sueñan, hacen planes, se comunican unos con otros de manera inteligente y se parecen mas a nosotros que ningun otro ser vivo.
CUANDO GANAN UNA PELEA...EL VENCEDOR PODRÍA TERMINAR CON SU RIVAL MATANDOLO...PERO SIMPLEMENTE LO DEJA MARCHAR...SI ESO NO ES SABIDURÍA Y VALENTÍA KE ME LO DIGAN...ADMIRO A ESTOS ANIMALES.
En el año 1904 en el Café Levante.
Allí todas las noches se reunían los intelectuales de la generación del 98 en una tertulia, creada por el gallego Ramón María del Valle-Inclán.
Una noche del 13 de mayo de ese mismo año, estaban hablando de los españoles y de los distintos tipos y clases, entonces el novelista vasco Pío Baroja, levantó la voz y dijo:
“La verdad es que en España hay siete clases de españoles… Sí, como los siete pecados capitales.
1) los que no saben;
2) los que no quieren saber;
3) los que odian el saber;
4) los que sufren por no saber;
5) los que aparentan que saben;
6) los que triunfan sin saber, y
7) los que viven gracias a que los demás no saben.
Estos últimos se llaman a sí mismos “políticos” y a veces hasta “intelectuales”.
Unamuno y Benito Pérez Galdós, presentes aquella noche, le aplaudieron.
Un samurái preguntó por el cielo… y casi desató el infierno.
Un guerrero fue a visitar al maestro Hakuin, en busca de sabiduría.
—¿Existe el infierno? ¿Existe el cielo?
—¿Dónde están sus puertas? —preguntó—. ¿Cómo puedo encontrarlas?
Hakuin lo miró con calma y le respondió con otra pregunta:
—¿Y tú quién eres?
—Soy un samurái. Un comandante. Hasta el emperador me respeta.
El maestro se rió:
—¿Tú? Pareces más un mendigo que un guerrero.
El samurái, herido en su orgullo, desenvainó su espada, dispuesto a matar al anciano.
Pero entonces, Hakuin lo miró fijamente y dijo:
—Ésa… es la puerta del infierno.
El samurái comprendió.
Volvió a envainar su arma, respiró hondo, y se inclinó con respeto.
—Y esa… es la puerta del cielo —dijo el maestro.
El infierno y el cielo no son lugares lejanos.
Son elecciones que habitan en cada instante.
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