sábado, 11 de marzo de 2023

0665: el Paraíso

 El Pentateuco, el Génesis y el Corán rinden pleitesía a esa geografía histérica.

Pero los musulmanes le dan su más acabada descripción. ¡Vale la pena! Arroyos, jardines, ríos, manantiales, terrazas floridas, frutos y bebidas magníficas, huríes de grandes ojos, siempre vírgenes, jóvenes amables, camas en abundancia, vestimentas magníficas, telas lujosas, adornos extraordinarios, oro, perlas, perfumes, vajillas preciosas, nada le falta a ese folleto de agencia de turismo ontológico. ¿La definición del Paraíso? El antimundo, lo contrario de lo real.

Los musulmanes respetan escrupulosamente los ritos, observan una lógica rigurosa de lo lícito y lo ilícito y obedecen las leyes drásticas que norman la división de las cosas en pura e impuras.

En el Paraíso, todo eso se termina. No hay obligaciones, ni ritos, ni rezos.

En el banquete celestial, beben vino (83, 25, y 47, 15), consumen cerdo (52, 22), cantan, lucen adornos de oro (18, 31) -prohibidos en vida-, comen y beben en platos y vasos hechos con metales preciosos -ilícitos en la Tierra-, visten de seda -repugnante en este mundo, pues el hilo es una excreción de la larva...-, bromean con las huríes (44, 54), disponen de vírgenes eternas (55, 70) o de efebos (56, 17) en divanes bordados con piedras preciosas -en la tienda del desierto, sólo hay una alfombra; y mujeres legítimas, tres como máximo-: de hecho, todo lo prohibido se vuelve accesible, ad libitum...

En el campamento, la vajilla es de barro cocido; en el Paraíso, de piedras y metales preciosos; en la tienda, sentados en alfombras de pieles ásperas, comparten una modesta ración difícil de encontrar todos los días, leche de camello, carne de cordero, té de menta: en el Cielo, los manjares y bebidas abundan en cantidades astronómicas, dispuestos sobre tapices de satén verde, y brocados; bajo el toldo tribal, los olores son agrios, fuertes e intensos -sudor, mugre, cuero, pieles de animales, humo, sebo, grasa-; en compañía de Mahoma, sólo se aspiran magníficas fragancias: alcanfor, almizcle, jengibre, incienso, mirra, canela, cinamomo, ládano; alrededor del fuego, si por casualidad beben alcohol, los amenaza la ebriedad: en los empíreos musulmanes se desconoce la ebriedad (37, 47) y, cosa apreciable, los dolores de cabeza (56, 19). ¡Además, el consumo inmoderado no es pecado!

Siempre en la lógica del Paraíso como antimundo deseable para inducir la aceptación del mundo real, a menudo indeseable: el islam fue originalmente una religión del desierto con un clima inhóspito, en extremo cálido y violento; en el Paraíso reina la primavera eterna, ni sol, ni luna, una claridad eterna, nunca de día, nunca de noche. ¿El siroco curte la piel y el harmattani calcina la carne? En el cielo islámico, el viento impregnado de almizcle se colma de la dulzura de los ríos de leche, miel, vino y agua, luego distribuye generosamente su dulzor.

¿La cosecha es a menudo azarosa, a veces recolectan, a veces no, o recolectan poco, bayas ridiculas, dátiles sueltos, unos cuantos higos? ¡En la morada de Mahoma hay uvas tan grandes que un cuervo que quiera volar alrededor del racimo necesitará más de un mes para dar toda la vuelta!

¿En la inmensa superficie de arena de los desiertos, la frescura de la sombra es escasa y bienvenida? En el palacio de la Ideas musulmanas, un caballo tarda cien años en salir de la sombra de un banano. ¿Las caravanas se extienden en las dunas, el avance es lento y los kilómetros resultan interminables en la arena? Los establos del Profeta poseen caballos alados, hechos de rubíes rojos, liberados de obligaciones materialistas, que se desplazan a velocidades siderales...

Por último, podemos hacer las mismas observaciones con respecto al cuerpo. Compañero pesado que, sin descanso, exige raciones de agua, alimento, satisfacciones libidinales, otras tantas ocasiones de alejarse del Profeta y la oración, otros tantos motivos de servidumbre con relación a las necesidades naturales, el cuerpo en el Paraíso irradia inmaterialidad: ya no son necesarias las comidas, excepto por el puro placer. En caso de que se ingiera alimento, la digestión no estorba. Jesús, por ejemplo, que come pan y pescado, y bebe vino, no evacúa jamás... No tiene flatulencias ni se le escapan gases, ¡porque sus vapores pestilentes en la Tierra se convierten en eructos perfumados de almizcle en el Cielo, exhalados del cuerpo a través de la humedad de la piel!

Ya no estamos sometidos a las exigencias de la procreación para asegurar la descendencia: ya no dormimos, porque en lo sucesivo no sufrimos de fatiga; ya no nos limpiamos los mocos ni escupimos; ignoramos las enfermedades hasta el fin de los tiempos; borramos de nuestro vocabulario la tristeza, el miedo y la humillación, tan imperiosos en la Tierra; ya no deseamos -el deseo es dolor y falta, dice la tradición platónica...-, al deseo le basta con aparecer para transformarse en placer de inmediato; mirar una fruta con ganas es suficiente para sentir su gusto, textura y perfume en la boca...

¿Quién puede negarse a eso? Comprendemos que, tentados por esas vacaciones de sueño perpetuo, millones de musulmanes vayan a los campos de batalla desde la primera expedición del Profeta en Najla hasta la guerra de Irán-Irak; que bombas humanas terroristas palestinas desencadenen la muerte en las terrazas de los cafés israelíes; que piratas del aire lancen aviones de línea contra las Torres Gemelas de Nueva York; que armadores de explosivos de plástico despanzurren trenes llenos de personas que van a trabajar a Madrid.

Aún se obedecen esas fábulas que dejan pasmada a la inteligencia más modesta...

1 comentario:

  1. ¡Cómo no les va a importar la vida! si sueñan con cuentos tan absurdos como fantásticos. Lo terrible de todo esto es que una vez más, la falta de educación logra que las personas no piensen y crean cuentos tan disparatados como incongruentes...Estoy imaginando mi Ghulam...eso sí que en mi imaginación no tiene nada de célibe.
    Abrazos Chaly

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