domingo, 21 de mayo de 2023

0694: The Conqueror

Howard Hughes tenía un proyecto sobre las andanzas de Genghis Kahn, cuando era el simple y sencillo jefe Temujin, y se lanzó a la conquista.

Hughes eligió como productor adjunto y director de la película a Dick Powell, que no era ni productor, ni director de cine, sino un cantante y actor de Hollywood de los buenos, que había muchos, pero no de los muuuuy buenos, que había pocos.

John Wayne, que estaba casi en la cumbre de su carrera le hizo saber que le interesaba el papel. John Wayne no era un gran actor; tenía gran oficio, era corpulento, cuadradote, no era una belleza masculina típica del cine de Hollywood, lucía un andar extraño, como si hubiese bajado de un caballo después de mil ochocientos kilómetros de cabalgata, tenía la capacidad expresiva de un clavo oxidado pero era un vaquero sensacional, un defensor de la conquista del oeste, —matanza indígena incluida— , y durante la Segunda Guerra, había filmado películas obvias que exaltaban el patriotismo americano contra el imperio japonés.

Como contrapartida del protagónico de Wayne, Hughes y Powell eligieron a Susan Hayward, una gran actriz que dos años después, en 1958, ganaría el Oscar por “La que no quería morir”

Al elenco de The Conqueror se agregaron además figuras destacadas como Agnes Morehead, el mexicano Pedro Armendáriz y Lee Van Cleef.

Es extraño que, en una época de cine brillante, alguien haya plasmado el bodrio que fue El conquistador de Mongolia. La película anduvo bien de espectadores cuando su estreno: fue la undécima película más vista en Estados Unidos en 1956. Pero la crítica la destrozó y la catalogó como una de las peores películas de los años ‘50. Para no abundar en demasiados detalles, ver a John Wayne caracterizado como un mongol, con sus ojos transformados en orientales gracias al maquillaje todavía en pañales de la industria del cine, es un espectáculo aparte.

El conquistador de Mongolia fue incluido en 1987 en el libro “The Fifty Worst Films of All Times – Las cincuenta peores películas de todos los tiempos”, y en 1980 John Wayne fue consagrado como “ganador” del premio The Golden Turkey Awards, algo así como “El pavo de oro”, que daban los críticos Michael y Harry Medved, en mérito a “La actuación más equivocada” de la historia. Ya se sabe que, a los críticos, cuando quieren ser jodidos, no hay quien los detenga. El Golden Turkey para John Wayne fue un irónico premio póstumo: había muerto el 11 de junio de 1979 en el UCLA Medical Center de Los Ángeles. De cáncer de estómago. Había padecido uno de pulmón en 1964 y lo habían operado para extraerle el pulmón izquierdo y dos costillas.

Y aquí es donde El Conquistador de Mongolia pasa a la historia negra del cine. Había sido filmada en la localidad de St. George, en el desierto de Snow Canyon, Utah, no muy lejos del campo de pruebas de bombas nucleares que el gobierno de Estados Unidos utilizaba en el vecino estado de Nevada. Allí, dos años antes de la filmación de “El conquistador…”, Estados Unidos había llevado adelante el proyecto “Upshot-Knothole” que, entre el 17 de marzo y el 4 de junio de 1953, detonó once proyectiles nucleares: tres en marzo, cuatro en abril, tres en mayo y uno en junio.

Allí llegó, dos años después, en el verano de 1955, el equipo de filmación de El Conquistador… Un equipo de filmación es mucha gente: actores, productores, técnicos, escenógrafos, maquilladores: se trata de una industria toda detrás de una película. Grandes estrellas, reparto, extras y equipo de filmación pasaron varias semanas en esa zona tan contaminada y con temperaturas superiores a los cuarenta grados. Todos sabían de las pruebas nucleares, hay fotos históricas de Wayne con un contador Geiger en la mano, pero la relación radiactividad-cáncer no estaba todavía ni estudiada, ni desarrollada. Además, Hughes había preguntado si existía algún peligro y las autoridades le habían dado la misma respuesta que a la población de St. George: no había nada que temer, no estaba en peligro la salud de nadie. Incluso a todo el mundo le pareció hasta divertido que la arena de aquel desierto de Snow Canyon brillara ligeramente en las cálidas noches del verano.

Cuando terminó el rodaje y cada quien volvió a su casa, los montadores del film pidieron una serie de tomas extras lo que resultaba bastante engorroso: enviar a todo el equipo de nuevo al desierto resultaría carísimo para una película ya excedida en presupuestos. Era más barato hacer lo que propuso Hughes, el millonario: hizo llevar sesenta toneladas de aquella “arena brillante” a Hollywood, para que lo que faltaba de la completar en la película se filmara en los estudios.

Ese mismo año 1956, el del estreno del El Conquistador…, Víctor Young, el músico que había escrito la banda de sonido, murió por un tumor cerebral. En enero de 1963, el productor y director de la película, Dick Powell, murió por un linfoma a los cincuenta y ocho años. Seis meses después, el 18 de junio, Pedro Armendáriz se pegó un balazo en la cabeza en el UCLA Medical Center cuando supo que padecía un cáncer terminal de estómago, extendido al riñón. Estaba a punto de cumplir cincuenta y un años. En abril de 1974 murió Agnes Moorehead de un cáncer de pulmón, a los setenta y cuatro años. Susan Hayward, también murió por un tumor cerebral en marzo de 1975, a los cincuenta y siete años. En 1979 y a los setenta y dos años murió de cáncer John Wayne y, en 1991, a los ochenta y cinco, murió por un cáncer pulmonar, John Hoyt otro de los protagonistas de El Conquistador…

Una estadística elaborada a trazo grueso por la prensa estableció que de los doscientos veinte integrantes registrados del equipo de filmación, al menos ciento cincuenta habían muerto por cáncer en los años que siguieron al desastrado estreno de la película. Los cálculos no incluían la gran cantidad de extras contratados para dar vida a las hordas mongoles de Genghis Kahn. Gobierno y ejército de Estados Unidos negaron que las muertes por cáncer en el equipo de filmación, y aun los casos registrados en St. George hubieran tenido relación con la radiación desatada por las experiencias nucleares en el desierto de Nevada.

Pero varios estudios científicos independientes, lanzados a comienzos de los años ‘80, dieron como resultado cifras demoledoras: más de la mitad de los habitantes de St. George habían padecido cáncer en los treinta años siguientes a las pruebas nucleares; en esos años se habían disparado además los casos de leucemia en recién nacidos. Dos congresistas del estado de Utah lograron que el congreso estatal aprobara una ley para que fuesen indemnizadas más de un millar de víctimas de cáncer, vecinas todas de St. George, aunque el gobierno americano no admitió nunca algún tipo de responsabilidad.

El 5 de abril de 1976, a los setenta años, tal vez con sus facultades mentales en desorden, encerrado en la suite de un prestigioso hotel de Acapulco, Howard Hughes sucumbió a una insuficiencia renal. Era un espectro; muy envejecido, tenía setenta años, la barba muy larga y las uñas crecidas; las radiografías descubrieron agujas metálicas rotas en sus brazos porque Hugues se inyectaba codeína a espaldas de sus médicos. El FBI lo identificó por sus huellas digitales.

En 1979, las copias fueron compradas por Universal Pictures y emitidas por televisión junto a Ice Station Zebra - Estación polar Zebra, que era una de las películas que Hughes veía de forma incesante en los últimos años de su vida; y en 2012 Universal la incorporó, lanzada en DVD, a su colección “Vault” The Conqueror no se pudo quitar el estigma de encima, ser llamada “la película radiactiva”.

2 comentarios:

  1. ¡Qué locura, madre mía!…el que vivió más fue John Hoyt a los 85 años y, claro está Hughes la veía en forma asidua por remordimientos.
    Qué pena por todos ellos.
    Abrazos Chaly

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  2. No se salvó ni el apuntador, ¡qué desastre!
    Un abrazo.

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