miércoles, 16 de febrero de 2011

90: LA FELICIDAD SOLO SERA POSIBLE CUANDO JAMÁS ALGUIEN NOS TENGA QUE PERDONAR

¡Nos amamos con consecución! Durante una quincena armando una gran polvareda y ¡¡nos juramos amor eterno!! y el dieciséis día ella arma su petate más mis ahorros y desaparece hipocráticamente.

Acá lo único que tengo que obviar es el asuntechi de mis ahorros y nada más, nuestros juramentos fueron lanzados al calor de la pasión; ese es un momento en que generalmente hablamos sin pensar.

Hay que ser realistas (¡Qué muera el rey!), no existe motivo para que me ponga a sufrir. Ambos hemos aportado fluidos, sudores y saliva. Nos hemos divertido, reído, cantado y es lógico que llego el hastió en forma de dolor de ovarios. Como es lógico uno de los dos debía abandonar al otro.

¿Mi pareja debe perdonarme por haber pasado una quincena deliciosa? ¿Su pareja debe hacer lo mismo? ¿Debo pedir perdón por haber gozado de la vida? ¿Debo sentirme culpable por haber intercambiado fluidos con la mujer de otro? ¿Debo castigarme por no haber ocultado mis ahorros? ¿Debo sufrir por su abandono? ¿Debo perdonar a alguien? ¿Debo pedir perdón?

Perdonar o ser perdonado he ahí la gran disyuntiva de nuestra sociedad del siglo veintiunico.

En función a la verbigracia adjunta la única que merece ser acreedora del perdón con todos los atenuantes correspondientes y los otrosíes propios del mundo aboganster sería la esposa que perdió parte de sus ahorros.


Pero, ¿qué significa perdonar? Y ¿Cuántas clases de perdón existen?
Según unos: “perdonar es olvidar” y según otros: “es recordar sin rencor”

¿Pero qué cosillas son las que merecen ser perdonadas? Actualmente a la gente se le ha dado a encolerizarse por cualquier huevada y lanzarte epítetos rimados y luego arrepentida te pide que la perdones.

¿Quiénes solo merecen ser perdonadas? He aquí el gran dilema.
¿Cuáles son los pecadillos que merecen perdón? ¿Y cómo nosotros sabemos que son pecadillos? ¿Acaso nosotros mismos no los perpenetramos y nos vanagloriamos de hacerlos? ¿Nosotros también necesitamos ser perdonados? ¿Por qué? ¡Si todo el mundo actúa de esa forma y se sienten felices! Como ven la cosa se pone peliaguda, peluda y áspera.

Porque generalmente la gran mayoría de las personas se sienten heridas en su amor propio porque su pareja se tomo unos días de asueto para darse un gustito y fue pillado infraganti (con las manos en la masa corporal) y el gil gimoteando pide perdón y mocos acá, mocos allá, ambos moqueando, ella entre mocos lo perdona. ¿Lo perdona?

¡¿Lo perdona?! Acá hay que abrir dos puntos y decir que existen estas clases de perdonadores.

a. La que perdona y olvida completamente
b. La que perdona y constantemente se lo anda recordando
c. La que dice que perdono y no lo hizo, pero calla
d. La que dice que perdono y busca venganza

Pero no está de más indicar que existen otros seres que no saben perdonar y entre esos tenemos:

a. La que jamás perdona, pero ella busca que perdonen sus pecados.
b. La que jamás perdona y tampoco busca perdón
c. La que jamás perdona y busca venganza
d. La que jamás perdona y jamás olvida y te lo anda recordando
e. La que jamás perdona y sigue a tu lado martirizándose

Como ustedes ya se dieron cuenta en el asuntechi del perdón, tenemos:

a. El sádico
b. El masoquista
c. El sofista
d. El surfista

Si nos ponemos a hacer un desglose purulento, podemos decir que es sádica aquella que continuamente lo está poniendo contra la pared por los errores con sus horrores en que cayó eufónicamente.

En contraposición la masoquista se masturba mentalmente pensando que el copuchento siempre se la está haciendo y se lamenta, pero no lo suelta.

El sofista es aquel que filosóficamente trata de explicarse porque él se metió en ese embrollo y en la reversa trata de descifrar la mente de su amante que corona a su pareja tramoyeramente. Además trata filosóficamente las imprudencias que acarrea el ser perdonado o el de perdonar.

Y finalmente el surfista es aquel ser que siempre sale bien librado dada su habilidad para capear las tormentas de la vida. Y perdona y es perdonado.

El secreto de la felicidad sé basa en qué jamás tengamos que recibir perdón. Y solo un menso no entendería esta frase salomónica y la misma nace de esa anécdota de partir al niño en dos y solo la que verdaderamente ama da el paso fulminante y termina feliz y nadie la perdona.

Concluimos con un refrán qué hipotéticamente podemos asegurar es el que más se empotra al tema que hemos dilucidado con tantas luces y sombras: “El éxito de un chiste depende de quién lo oye, no de quien lo dice”

5 comentarios:

  1. Otra categoría de redentora nos trae Sabina… la que le da igual.

    "No pido perdón, ¿para qué? si me va a perdonar porque ya no le importa… siempre tuvo la frente muy alta, la lengua muy larga y la falda muy corta." [+]

    D.

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  2. Somos humanos, sólo eso. Y a veces necesitamos perdonar a otro, perdonarnos a nosotros mismos y también sentir que el otro nos perdona.
    El amor-perdón es así, tan frágil y tan fuerte.

    Un beso

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  3. No se olvida, se perdona, pero queda siempre la cicatriz.

    Un beso

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  4. Lo ideal del perdón sería, creo, recordar sin dolor...pero qué difícil, no está al alcance de todos. Siempre es un placer leerte. Un abrazo!

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  5. jajaja buena reflexión. Yo perdono porque creo que estar enojado es un gasto de energía, pero no estoy segura cómo es que perdono. Porque la verdad es agarro mis canicas y me voy. No me quedo a ver cuándo será la próxima. Y cuando me he quedado, finalmente llega otra oportunidad para irme, por si lo dudaba

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