martes, 25 de octubre de 2011

147: Ella vive enamorada de la idea de enamorarse

Todas están sedientas de amor; miran y remiran innumerables películas basadas en historias de amores felices y desgraciados, escuchan canciones frívolas que hablan del amor.

Para la mayoría de la gente, el problema del amor consiste primordialmente en ser amado. De ahí que para ellos el problema radica en encontrar el que alguien los ame.

Para alcanzar ese final, siguen varias autopistas. Uno de ellos, esgrimido en especial por los cojonudos, es tener éxito, ser tan rico como lo permita el status social en el que se despliegan. Otro, utilizado por las féminas, consiste en adicionar atractivos, por medio del cirujano, y el mostrar mostrando cuanto lo permita la ropa. Coexisten otras maneras de hacerse atractivo, que utilizan tanto los copuchentos, como ellas, y gravita en frecuentar locales de diversión de moda.

Mostrar conductas agradables y conversación interesante. Revelarse siempre útil. Agresivo o inofensivo, según las circunstancias. Fingir estar siempre alegre, dejar ver que posee un carácter optimista y anunciarse dueño de sí mismo. En realidad, lo que para la mayoría de la gente de nuestra cultura equivale a digno de ser amado es, en esencia, una mezcla de popularidad y sex-appeal.


Toda nuestra cultura está sentada en el deseo de adquirir, en la idea de un intercambio mutuamente favorable. La felicidad de la persona del siglo veintiunico consiste en la excitación de comprar todo lo que pueda-ya sea al contado o a crédito- Ellos y ellas consideran a la gente en una forma similar. Una fémina o un cojonudo atractivos son las recompensas que se quiere conseguir.

Ella quiere hacer un buen matrimonio: por lo tanto el objeto debe ser deseable desde el punto de vista de su valor social y, al mismo tiempo, debo resultarle deseable. De ese modo, dos personas se enamoran cuando perciben que han encontrado el mejor objeto disponible en el mercado.

En nuestra cultura en la que prevalece la orientación mercantil y en la que el éxito material constituye el valor predominante, no hay en realidad motivos para sorprenderse de que las relaciones amorosas sigan el mismo esquema de intercambio que gobierna el mercado de tomates y berenjenas.

Y todas y todos están convencidos que no hay nada que aprender sobre el amor, y ellos creen qué sólo es una emoción que hay que saberla canalizarla y no comprenden que el primer traspié radica en la confusión entre la experiencia inicial «del enamorarse» y la situación permanente de estar enamorado, o, mejor dicho, de «permanecer enamorado».

Si dos personas que son desconocidas la una para la otra (como lo somos todos), dejan caer de pronto la pared que las separa, y se sienten contiguas, se convierten en uno, ese momento de unidad constituye uno de los más estimulantes y excitantes de la vida. Y resulta aún más maravilloso y milagroso para aquellas personas que han vivido encerradas, aisladas, sin amor.

Ese milagro de súbita intimidad suele verse facilitado si se combina o inicia con la atracción sexual y su polvacho por medio. Sin embargo, tal tipo de amor es, por su misma naturaleza, poco perdurable. Las dos personas llegan a conocerse bien, su intimidad pierde cada vez más su carácter estupendo, hasta que sus discrepancias, sus desencantos, su aburrimiento mutuo, terminan por electrocutar lo que pueda quedar del ardor preliminar.

No obstante, al comienzo no saben todo esto: en realidad, consideran el ardor del apasionamiento, ese estar «locos el uno por el otro», como una prueba de la magnitud de su amor, -cuando sólo muestra el grado de su soledad anterior-.

Esa actitud -que no hay nada más fácil que amar- sigue siendo la idea prevaleciente sobre el amor, -a pesar de las abrumadoras pruebas-de lo contrario.

Prácticamente no existe ninguna otra actividad o empresa que se inicie con tan tremendas esperanzas y expectaciones, y que, no obstante, fracase tan a menudo como el amor. Si ello ocurriera con cualquier otra actividad lucrativa, los socios estarían ansiosos por conocer los motivos del fracaso y por corregir sus errores -o renunciar a la actividad comercial-. Puesto que lo último es imposible en el caso del amor, sólo parece haber una forma adecuada de superar el fracaso del amor, y es -examinar las causas de tal fracaso- y estudiar el significado del amor.

El primer tranco a dar es tomar conciencia de que el amor es un arte. Si deseamos aprender a amar debemos proceder en la misma forma en que lo haríamos si quisiéramos aprender cualquier otro arte, como la música, la pintura, la carpintería o cocinar.

De esta manera sucinta empezamos la serie que la electrizara de medio cuerpo para abajo y también para arriba. Acá aprenderá a prender la mecha del amor…

4 comentarios:

  1. Pero también hay en las empresas del amor, algunas que llegan a tener tal éxito que se vuelven ejemplo para los jóvenes ejecutivos que están empezando en ese intercambio que se llama amor, je.


    Besos.

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  2. Enamorarse es una especie de locura temporal y el amor es una ficción Chaly, son reacciones químicas cerebrales...

    Pero bueno, veremos de qué se trata la serie que prometes... :)

    Besos

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  3. Lo que existe es atracción física, es orgánico.
    Una vez que el cuerpo está satisfecho sexualmente todo lo que se siente se evapora.
    Cuando uno logra separarse de los mandatos y condicionamientos que la sociedad impone te das cuenta que el enamoramiento y posterior busqueda del matrimonio son sólo inventos macabros que terminan en la anulación del yo y posterior sensación de derrota.
    Pero bueno, no quiero ser pesimista, supongo que habrá muchísimas personas que se sienten realizadas en el matrimonio y felices al fin.
    te sigo leyendo Chaly!

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  4. un arte que no va con la teoria sino con la experiencia, a cada relacion aprendemos a algo nuevo de la anterior.. besos

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