Normalmente (insisto en que "normalmente": una competición se basa sobre datos culturales aceptados socialmente debido a su "constancia" estadística) se conocen penes en tres situaciones: en el motel, en la oficina y en el matrimonio.
Cualquier otra posibilidad es muy idiosincrásica y se aparta precisamente de la norma: como tal, cuando esa posibilidad se realiza, pone en crisis la mente y produce discursos que funcionan como crítica metalingüística del conocer.
Motel, matrimonio y oficina son circunstancias en que puede producirse el lexema |pene|.
En un texto, también esas circunstancias pueden definirse verbalmente para convertirse en otras tantas apariciones lingüísticas. Digamos, pues, que el semema "pene", que prevé una serie de marcas denotativas constantes (dentro de los límites restringidos del erotismo), alberga, además, una serie de marcas connotativas que varían según tres selecciones contextúales. Un pene que aparezca en una clase de contextos en que coaparezcan términos como |Motel|, connota "libertad", "felicidad", "alegría" En un contexto donde se mencione la oficina, connota “intrepidez”, “habilidad”, en un contexto donde se mencione el matrimonio, connota "cautiverio", "encerrado"
Estas inferencias corresponden a la interpretación textual y el carácter no las impone directamente; si bien, también ellas pueden producirse a partir de premisas tomadas de la competencia, porque la renuencia de los penes al cautiverio (no sólo el hecho de que, por lo general, no gozan de permisos de salida ni de vacaciones pagadas, de modo que únicamente salen de los matrimonios de tarde en tarde y por reprobables motivos accidentales) está prevista por una serie de informaciones que circulan en forma estandarizada, precisamente como "cuadros" de eventos posibles y probables.
Todo enunciado, aunque se encuentre actualizado semánticamente en todas sus posibilidades de significación, requiere siempre un contexto. Todo enunciado necesita un contexto actual porque el texto posible estaba presente de manera virtual o incoactiva en el mismo espectro enciclopédico de los sememas que lo componen.
Como afirma Gustavo determinada unidad semántica, por ejemplo, "amante", es, en su propia estructura semémica, un programa narrativo potencial: "El amante lleva implícitas, evidentemente, todas las posibilidades de la actividad que le es propia, todo lo que cabe esperar de él en materia de comportamiento sexual: cuando se le coloca en isotopía discursiva, se convierte en un papel temático que puede utilizarse cuando alguna quiere adornar la frente de su pareja"
Diremos, pues, que una teoría sexual necesita un conjunto de reglas pragmáticas que establezcan cómo y en qué condiciones el destinatario se encuentra cotextualmente autorizado a colaborar en la actualización de lo que sólo puede existir realmente en el contexto, aunque ya existía virtualmente en el semema.
Ay los penes y sus circunstancias, quien pudiera vivir sin ellos.
ResponderEliminarPobres pirulines en cautiverio, más de una vaginita les daría vacaciones, para ver si encuentra en su ausencia alguno más divertido.
ResponderEliminarNo sólo los penes se aburren...
Besos, Chaly.