Al salir de la iglesia me metí de sopetón en el microbús que va hacia mis lares, siendo mi distracción, mirar a la gente en las calzadas, mis pensamientos fueron truncados al escuchar una sensual voz que vociferaba:
--- ¿Dónde están los caballeros?
Con un golpe de pescuezo, giré la cabeza y recorrí con la mirada a los presente y efectivamente no había ni Fernando, ni Gualberto Caballero, en el microbús. Pensándolo bien, no recuerdo nunca haberlos visto viajando en este medio proletario, ellos se movilizan en sus bólidos. Entonces dirigí la mirada a la interlocutora y la vi parada en el pasillo agarrada del pasamano balanceándose de lado a lado, y tambien note que me miraba con ira iracunda, eso me desasosegó ya que posiblemente ella me confundió con un Caballero, lo cual es harto difícil, ya que soy completamente diferente a ellos que son: bajos, gordos, feos y tontos. Realmente esta bella e iracunda mujer me puso en zozobra y para romper el hechizo, le dirigí otra mirada. Ella, con un movimiento de los ojos y la quijada: ¿Y tú qué? Yo le hice una seña negativa con el dedo y le mostré mi anillo de compromiso.
Y dicen que queríamos igualdad, ahí está. ¿Por qué habrían darle el asiento a una mujer?
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con la entrada; es muy buena, y totalmente de acuerdo también con el comentario de La Malque. Si quieren igualdad ahí la tienen. Otra cosas es ceder el asiento a viejos, y personas impedidas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Coincido también con lo dicho por Malque y Rafa... y si le duelen los pies que no use tacos.
ResponderEliminarBesos, Chaly.