lunes, 4 de diciembre de 2023

0793: Annie Ernaux

Pura pasión, cuenta, con pelos y señales, el romance cuasi enfermizo que mantuvo con un tipo casado al que le gustaba usar trajes de Saint Laurent, corbatas de Cerruti y manejar autos caros. Un diplomático de Europa del Este, con aires de superioridad, entregado a vivir a su antojo sin reparar en el resto.


Imagínate eso. ¡Peligro, peligro! La pobre mujer debe de haber cortado siete millones de clavos y esperado mil millones de años para que al final no pase más que lo que pasa siempre: nada. "Él sigue con su esposa. Ella, sola"


Leer esta confesión agota. Sí. Es apabullante. Sí. Pero también hace de espejo para tantas que andan enredadas por ahí en esa telaraña pegajosa y destructiva del amor apurado y sin futuro. “Desde septiembre del año pasado no he hecho más que esperar a un hombre: he estado esperando que me llamara y que viniera a verme. (…) Todo mi horizonte se limitaba a la siguiente llamada telefónica para concertar una cita. (…) cuantos más días transcurrían sin que me llamara, más segura estaba de que me había abandonado”.


Como sea, la confesión de la amante de un hombre casado es tan antigua como el mundo. Sin embargo, es la intensidad de la narración detallada, sincera y entrecortada, lo que le imprime a la obra cierta urgencia y desesperación que atrapa. Casi casi, como si fuera una miniserie de Netflix, pero de 74 páginas y protagonizada por la reconocida autora francesa, heroína de este desfachatado intríngulis amoroso. Algo parecido me pasó cuando leí El acontecimiento, el relato de la misma autora que da cuenta de su propio aborto, en la clandestinidad más absoluta, siendo apenas una adolescente, en una Francia donde se consideraba delito interrumpir un embarazo.


Vuelvo a Pura pasión y a su explicación de lo inexplicable. Porque el amor no se explica, y la pasión menos, ¿no?, pero puede tener algunos síntomas evidentes. Por ejemplo, entrar en un estado de trance y empezar a hacer todo tipo de pavadas que nunca jamás antes se nos hubieran ocurrido. La autora enumera una cuantas: prometerle al cielo que si él la llamaba donaría dinero a alguna entidad de beneficencia, pensar en hacerse leer las cartas por alguna vidente y después no atreverse, ponerse la misma ropa que llevaba el día de aquel beso como si eso se tradujera en una llamada de él o un encuentro en la calle.


En fin, ¿qué decirte?. Porque, para ella, esta no era una historia cualquiera, con una cronología que contar. Para ella, el tiempo se explicaba solo a través de la presencia o ausencia de aquel objeto de su amor. Y no tenía ningún interés en dar explicaciones de aquella pasión sin sentido, que la estaba carcomiendo hasta el caracú: “todo era una carencia sin fin, salvo el momento en que estábamos juntos haciendo el amor”. Es que explicar equivaldría a “considerarla un error o un desvarío por los que hay que justificarse”. Y no. No era nada de eso. Olvidate. Hasta que el tipo, de un día al otro, se esfumó. 

Te lo dije. 

2 comentarios:

  1. La pasión es inexplicable y es fácil caer en sus redes. Buen aporte sobre Annie.
    Abrazos Chaly

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  2. me ha gustado mucho esta reflexión. No se si sea la generalidad... a veces topamos con gente que nos irradia tanta magia y pasión que hasta eso tiene una caducidad....

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